Lo bueno de la globalización y de los avances en las comunicaciones es que se puede ver en tiempo real y de la mano de sus protagonistas las realidades de todos lados. Responsable de un tambo que no frena, al filo del este de Europa y sobre el Mar Negro, desde el 24 de febrero de 2022 Ion Moraru cada día nos invita a ver esa realidad.
En su contacto con Bichos de Campo, Ion detalló que es étnicamente rumano, pero vivió y trabajó toda su vida en Ucrania. Es doctor en medicina veterinaria con especialidad en manejo y economía de la producción lechera en tambos, amplia experiencia en empresas grandes, desde 2019 maneja un tambo que se ubica en el centro del país que es de Mykola Monashok y su hijo, en una suerte de pampa con ondulaciones y divisiones de campos con forestación.
“El tambo está ubicado en la parte central de Ucrania, en la región llamada Kropyvnytskyi, una antigua región de estepa, pero ahora es principalmente tierra arada cultivable, con destino comercial como maíz, girasol y soja”.
Funcionando desde 2005, esta granja lechera es parte del grupo de empresas MUNNT, de una familia que se apoya en principios de aplicación de las últimas tecnologías y es la líder en Ucrania en el sector agrícola.
Trabajan 10.000 hectáreas de tierra cultivable y arable, que no es la generalidad del suelo ucraniano, obteniendo maíz para grano y silo, girasol, soja, colza, trigo y cebada. También se produce alfalfa y heno cuando las condiciones lo permiten. Actualmente la apuesta nutricional está en el maíz como base de la ración para vacas y terneros, que se completa con fibra, soja que se tuesta antes de entregarla en la dieta, además de harina de colza y grano húmedo de cebada.
“Este año, debido a la baja precio del maíz, porque los terroristas rusos bloquearon todos nuestros puertos marítimos, hicimos pasta de maíz húmedo” para reemplazar el pastoreo de los rodeos, explica Ion.
De un total de 1.600 animales, se ordeñan 1.400 vacas todos los días, obteniendo casi 50 mil litros, con 3,6% de grasa y 3,2 de proteína y un promedio de 240 mil células somáticas y 60 mil unidades formadoras de colonias.
“El precio de venta de la leche al momento es suficiente para seguir trabajando y desarrollando el negocio lechero, estamos satisfechos con el precio. Trabajamos con varias plantas industriales, incluso una de las empresas viene a buscar nuestra leche desde 300 kilómetros de distancia”, describe.
Un trabajo ordenado les permite seguir avanzando en las tareas internas y superar lo que fue el inicio de la guerra, con faltante de combustible y de insumos.
Donde trabaja Ion “más o menos el negocio es estable y calmo. El invierno pasado fue muy complicado por la falta de energía eléctrica y tuvimos que valernos de generadores, de esa manera pudimos superar los inconvenientes que generó el bombardeo de infraestructura civil y de fábricas”, rememora. Con el verano en marcha, el calor y las diferentes olas de altas temperaturas han tenido un efecto esperable en la productividad, generando bajas en los precios de compra.
Existe un impacto directo en los pequeños tambos y productores que tienen de una a cuatro vacas, desapareciendo por completo por efecto del enfrentamiento y la necesidad de personas en la lucha.
Hay un impacto en el consumo que es muy importante, por la menor cantidad de habitantes que quedan en el país. La producción, la industrialización y el comercio siguen en marcha, con disponibilidad de productos en las góndolas, continuando con la provisión de lácteos importados, con inflación lógica y reducción en 9 millones de personas para el total poblacional.
Ion dice esperar “vencer a los rusos y volver a vivir en paz. Yo sigo trabajando y el dueño del tambo piensa como yo. Queremos seguir desarrollando el tambo, crecer en el número de vacas”.
El tambo tiene dos salas de ordeño, una calesita de 32 lugares y una espiga de pescado de seis bajadas dobles. “No somos partidarios de la presencia de robots y robótica en el tambo, sabemos trabajar muy bien con las personas, sabemos organizar bien su trabajo. Ordeñamos nuestras vacas tres veces al día, a excepción de las frescas, que ordeñamos dos veces al día durante los primeros 10 días después del parto”.
Lo que asegura Ion es que con esa forma de trabajar “producimos leche de la más alta calidad”.
Pero la capacidad de adaptación está en la genética de quienes se desempeñan en los tambos, superar las adversidades es parte de la tarea.
Su referencia sobre Argentina es la capacidad de adaptación y rápido crecimiento que tenemos en la lechería, sabiendo que “en muchos aspectos son similares a Ucrania, sobre todo por las condiciones de la agricultura”.
“Siempre me gustó Argentina, incluso quise mudarme allá a fines de los años ´90, por eso después que termine la guerra y ganemos, voy a ir de visita”, avisa.
Pero lo particular es que Ion toma mate cotidianamente. “Hace muchos años vi un programa de televisión sobre Argentina y un chico explicaba lo que era el mate. Desde ese momento empecé a interesarme y descubrí una bebida magnífica. Conseguí un negocio que, además de yerba vende calabazas y bombillas, así que hasta antes de la guerra era más fácil acceder a todo”.
Con su preferencia por una yerba argentina envasada en caja de cartón, a veces accede a productos paraguayos que quienes salen y entran de Ucrania le consiguen en otros puntos de Europa. Aunque algunos creen que es algo raro, Ion toma mate y sorprende a sus vecinos.
En medio de la guerra: “En la primera semana del inicio de la guerra, tuvimos dificultades con la logística y muchas fábricas de productos lácteos no sabían en qué forma trabajar, entonces les dábamos parte de la leche producida al alimento de las vacas en el TMR, así pudimos preservar la productividad de las vacas. Después la logística se normalizó, aunque con los constantes ataques que afectan a la infraestructura energética, muchas empresas se plantean el cierre de algunas plantas, también por la influencia de los toques de queda”.
El sistema de producción tiene durante todo el año a los rodeos confinados en galpones, con camas confortables y acceso libre al TMR, separados los grupos por criterios tecnológicos y fisiológicos correspondiendo a vacas frescas, recién nacidos, terneros, vacas a punto de entrar en secado; y vacas secas que se dividen en tempranas y tardías, además del pre-parto.
Los terneros se crían en casitas individuales hasta los 60 días, después pasan a crianza colectiva hasta los cinco meses y luego a otro sector de seis a 12 meses para pasar a la inseminación y el período de gestación.
“También hay recría de machos con destino a carne”, explica el veterinario ucraniano que destaca que para vacas y novillas sólo usan inseminación artificial con semen, en su mayoría sexado, de toros americanos top-100 de la raza Holando y que atienden nacimientos a lo largo de todo el año.
“No inseminamos vaquillas antes de los 13 meses de edad y no las inseminamos después de los 16 meses de edad, tomando como referencia también el peso y el parámetro de altura, entonces las novillas paren por primera vez a los 23 o 24 meses, en promedio”.
En los planes está reformar el corral de espera para el ordeño, mejorar la ventilación en el galpón y convertir las camas de paja con arena.
“En mi opinión el llamado cambio climático no afecta la actividad de la producción de leche de ninguna manera. En nuestra región quizá los veranos son más secos a veces, pero no mucho más que eso. Si es cierto que la actividad agrícola intensiva afectó al total de agua disponible en los ríos; y el trabajo intensivo con arados afectó mucho a la flora y fauna autóctona, actualmente no queda lugar ´salvaje´ para el refugio de animales en espacios más naturales. Todo está rodeado de campos con maíz y girasol”.
La guerra cambió la vida de manera obvia. “Aprendimos de alguna manera a vivir y trabajar en tan duras condiciones. Al principio fue muy difícil porque tuvimos que empezar a resolver de una manera diferente la entrega y venta de la leche, se cortaron muchos caminos, se destruyeron rutas y puentes, no se conseguían medicamentos para los animales, vacunas”.
“Nos atrevemos a seguir adelante, pero todavía hay una guerra en el país y todo puede cambiar en cualquier momento. Actualmente, uno de los grandes problemas es la gran escasez de trabajadores, porque muchos hombres se fueron al frente, para proteger a nuestro país de una invasión salvaje y cruel y muchas mujeres se fueron al extranjero como refugiadas, por lo que es difícil trabajar sobre todo con la maquinaria”.
Hay tropas rusas que tomaron algunas granjas, que mataron animales para comer, o simplemente por diversión, pasan y destruyen todo, instalaciones en tambos, pero también en industrias. “Rusia es el mal en nuestro planeta”, dice.
El temor es constante y las bombas sostienen una pesadilla prolongadísima y no muestra señales de conclusión. Ion es contundente, “No hay que decirle a esto ‘conflicto’. Es una guerra cruel por culpa de Rusia, que está destruyendo a Ucrania y a nuestra gente”. El marido de su prima perdió la vida peleando en el frente de batalla y algunos amigos también, en esta “guerra existencial, porque se trata de nuestra existencia y de la civilización del planeta. Los rusos empiezan las guerras, saben matar, robar, abusar, robar, mentir y no mucho más, es por eso que empiezan todas las guerras”.
El sentir personal es fuerte. “Muchos de mis parientes fueron forzados a irse del país, a convertirse en refugiados. Mis dos hijas mayores vivían en el este de Ucrania, pero los rusos destruyeron sus casas y por eso tuvieron que irse a Bélgica. Pienso que Rusia es el demonio en el planeta tierra”, concluye.