El tambo tiene en la guachera, o la zona de crianza artificial, a uno de los puntos clave del proceso productivo.
La efectividad, los costos, la facilidad de manejo, los resultados… Todo entra en juego en una evaluación en la que se encaminan muchos productores y sus grupos de trabajo. ¿Con qué alimentamos a los terneros en esos primeros días de vida?
Si bien la leche fluida es altamente digestible y aporta nutrientes esenciales, conlleva su manejo cierto riesgo sanitario y costos elevados por litro ofrecido, mientras que con amplio desarrollo tecnológico los sustitutos lácteos se han convertido en una alternativa nutricional eficiente que mejora el retorno de inversión, evita la transmisión de enfermedades y le da mayor previsibilidad al crecimiento y la conversión alimenticia.
Durante las primeras semanas de vida, los terneros dependen de una fuente de alimento líquido para cubrir sus requerimientos nutricionales y sostener una adecuada tasa de crecimiento, por lo tanto el período de crianza artificial es una fase crítica en la producción lechera.
Tradicionalmente, la leche fluida materna ha sido la opción predominante, aunque la costumbre y la tradición en muchos casos consiguió cambiarse a partir de la formulación de sustitutos lácteos con ingredientes de alta digestibilidad que permite una reducción de costos, que en la actualidad rondan el 50% respecto a la leche, pero también mejorar la eficiencia productiva y optimizar el control sanitario, de amplio crecimiento en los últimos 20 años.
Como en todo el espectro de la nutrición animal, los avances en formulación han permitido mejorar la calidad de los sustitutos lácteos, optimizando su digestibilidad y el perfil nutricional por etapa de desarrollo.
A diferencia de las primeras formulaciones, que contenían leche en polvo, suero lácteo y proteínas de origen vegetal, los nuevos lacto-reemplazantes contienen ingredientes de alta calidad que permiten alcanzar tasas de crecimiento similares a las que se logran con la leche fluida, pero que a la par aportan mejor control sanitario, mayor estabilidad, mejor retorno de inversión y una forma de preparación y entrega muy simple.
Por caso, entre las opciones en el mercado algunas utilizan proteínas de suero de alta calidad y reducen las proteínas vegetales en productos destinados a terneros jóvenes. Mejoran el equilibrio nutricional, con la incorporación de aminoácidos esenciales y proteínas plasmáticas, pero también mejoran el control sanitario, por los controles microbiológicos que minimizan el riesgo de transmisión de enfermedades de las madres a los hijos.
La leche fluida sigue siendo altamente digestible y rica en nutrientes, favoreciendo el crecimiento de los terneros durante su fase pre-rumiante. Sin embargo, su costo es elevado teniendo en cuenta el valor del litro de materia prima que puede destinarse a la industria donde se remite.
Existe también una variabilidad nutricional, porque la calidad de la leche depende de la alimentación y salud de la vaca, de la proporción de leche de descarte utilizada en el sistema; y también de su calidad higiénico-sanitaria.
Se suma a esto que el riesgo sanitario puede ser vehículo de patógenos si no se pasteuriza, es decir que las enfermedades de la vaca se pueden transmitir al ternero.
Para muchos tambos, los preparados para la crianza intensiva se han transformado en fundamentales para mejorar los resultados en la guachera y estabilizar el eslabón de base para las futuras vacas. Si bien la inversión inicial es mayor, al ofrecer estabilidad nutricional y menor riesgo sanitario, los costos son más previsibles y optimizables.
Claro que para optimizar la crianza artificial es fundamental seleccionar sustitutos de calidad comprobada y utilizarlos dentro de un plan de alimentación bien estructurado, ajustado a las necesidades de cada sistema de producción.