José Antonio Bravo es el titular de Bravo Ingeniería, una empresa sencilla de Pehuajó que de golpe, hace un par de años, se enfrentó con el desafío más grande de toda su historia: trabajar en el diseño y construcción del megatambo que el Grupo Duhau esté levantando (ya se hicieron la mitad de los galpones, pero falta otro tanto) en la localidad de Arenaza.
Bravo es agrónomo, y por eso hace una buena dupla con Gervasio Vitale, que es ingeniero civil y tiene bastante experiencia en este tipo de instalaciones para una lechería bajo confinamiento y estabulada. Pero esto era mucho más grande de lo que habían visto hasta ahora, porque había que techar 8 hectáreas de campo para albergar allí a 6.000 vacas lecheras y nada menos que 96 robot de ordeño.
Escuchalos contar esta experiencia:
¿Cómo surgió semejante proyecto? “Nació primero de la empresa Duhau, con un master plan. Alberto Duhau con otro ingeniero, Gabriel, que vive en Venezuela, hicieron un gran trabajo en ese master plan. Estuvieron mucho tiempo visitando otros tambos y viendo lo que querían lograr”, nos cuenta Bravo.
-¿Esto no es un copio y pego?- preguntamos.
-Para nada. Hace dos años atrás, esto era un campo sembrado de alfalfa. Se pensó muchas horas, Y, bueno, después a ese master plan hay que llevarlo a la realidad. Entonces, nos lo transmitieron a nosotros que somos una empresa de ingeniería tercerizada.
-¿Ya venían armados galpón en este tipo para lechería estabulada?
-No de esta escala, pero sí. Estamos relacionados a la industria lechera, y eso sirve como punto inicial para luego poder proyectar la mayor escala. La experiencia previa con otros proyectos en la zona de Trenque Lauquen, en Carlos Casares, nos sirvió como tarjeta de presentación.
La primera fase del plan fue realizar un trabajo de topografía, para instalar el mega tambo en un lugar que no sea inundable. Allí se plantearon estos galpones tienen con una orientación este-oeste, para favorecer la entrada de luz y la ventilación, ya que en la zona de Arenaza predominan los vientos del sur o del norte.
“Otro punto importante para arrancar el proyecto era tratar de mover la menor cantidad de suelo posible”, contaron los ingenieros. De todos modos, en ese trabajo se absorbieron 320 mil metros cúbicos de de suelo, con cerca de 25 mil viajes de camión.
El movimiento de suelos fue necesario no solo para elevar un poco más los galpones del resto del campo sino también porque las nuevas instalaciones tienen un 2% de pendiente hacia ambos lados, para que se puedan lavar correctamente con un sistema automatizado que va a permitir “lavar todas las calles donde van a transitar los animales, para quitar los restos de arena, de comida y el excremento de los animales”.
En este esquema, el agua con dichos desechos irá primero a un sistema de decantación de arena, donde se recupera ese insumo. Luego sigue la correntada hacia un sistema de separado de sólidos, fundamentalmente la bosta de los animales, que es fibra que se recupera para desparramar en el campo como un fertilizante orgánico. Y finalmente el agua tiene dos procesos de limpieza, luego va a una pileta de decantación, desde donde se vuelve a inyectar con una bomba al circuito de limpieza. Ayuda el hecho de que todos los pisos son de cemento.
En estos enormes galpones, de 280 metros de largo y 80 de ancho, hay incontables instalaciones que llevan todo tipo de materiales, tuberías, circuitos eléctricos, miles de metros de caños galvanizados. “Hubo una mirada muy fuerte en los materiales que se iban a utilizar. Hay una mezcla de proveedores. En lo que es obra civil, mayormente son proveedores locales, pero después también hay muchos productos o artefactos importados.