AgroLeaks, por Alejandra Groba.-
Todavía no hay en el país una política de Estado clara respecto de las frutas y hortalizas, que cuente con presupuesto y directrices coherentes en distintas áreas de incumbencia. Algo como lo que hizo la ciudad de Buenos Aires con las bicicletas, por ejemplo. Sin embargo, empiezan a crecer algunas iniciativas que están bien lejos del Guatepeor anterior, cuando las mayores ideas oficiales para el área fueron la intromisión de Guillermo Moreno en el Mercado Central de Buenos Aires y el aliento a “boicots” a la papa o el tomate ante aumentos estacionales de precios, como si su producción estuviera digitada por una mano negra todopoderosa y maléfica.
Las buenas nuevas de 2017 para este sector se dieron en varios aspectos. Del lado de la producción, fue importante la reciente muestra Expo Gorina, menos por el evento en sí mismo que porque implicó un cambio conceptual por parte del gobierno de la provincia de Buenos Aires en cuanto a la vocación de hacer visible (en consecuencia, valorizar) a un sector largamente desdeñado. Longoni anduvo por allí y lo que escribió se puede ver acá:
Ver: “En el sector hortícola llegó la hora de empezar a nivelar para arriba”
También del lado de la cadena comercial hubo este año algunas novedades, como un seminario sobre tecnología en el Mercado Central, en el que expertos holandeses se mostraron sorprendidos frente a algunos precios de frutas y verduras, atribuible al gran nivel de mermas en la cadena, que pueden llegar al 45 por ciento.
Por el lado de consumo también hubo movidas oficiales, como la campaña para incentivar el consumo estacional que lleva adelante Mercedes Nimo desde la Subsecretaría de Alimentos, con más garra que presupuesto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que cada persona debería comer unos 400 gramos de frutas/verduras por día (sin contar tubérculos, como la papa), para disminuir el riesgo de tener algunas enfermedades no transmisibles (cardiovasculares, respiratorias, diabetes, cáncer), que matan a unos 40 millones de personas por año. La Argentina consume alrededor de la mitad de esa cantidad en promedio, y los más pobres, mucho menos.
En esta línea, el que viene haciendo un trabajo interesante es Mariano Winograd, incansable alma mater argentina de la organización internacional 5 al Día y, como gusta definirse, un fruver. Entre sus múltiples actividades relacionadas con el sector, este año decidió ir a barrios pobres a promocionar el consumo de frutas y verduras, acercándoselas de nuevas maneras.
Con ese fin, y dado que la parrilla es tan popular en la Argentina, diseñó las parrilladas saludables, sin carne, y comenzó un sábado de noviembre en la entrada de la ex Villa 31. Para ello, organizó un escuadrón heterogéneo (“grupo interdisciplinario” lo llama él), formado por voluntarios de la más diversa índole: boy scouts, gente de distintas áreas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, piqueteros, militantes, el Banco de Alimentos, la Fundación Irradia, parientes y allegados. Quien escribe concurrió en calidad de musicalizadora y, para provocar, puso en la selección musical el tema paródico “Asar verduras no es asar”, del cordobés Iván Bomba Allende, para sorpresa y diversión de las cortadoras reunidas en torno del tablón con caballetes.
https://www.youtube.com/watch?v=fWtv1qy9X-4
“¿Cómo hacer para achicar la brecha entre la recomendación de consumo de vegetales de la OMS y lo que come la gente que menos tiene? La idea era generar una actividad divertida, participativa, convocante, integradora, barrial, que fomentara no solo la comida sino la comensalidad”, dice Winograd, que además se ocupó de llevar su olla de hierro, conseguir leña, que le prestaran dos grandes parrillas de piso y que algunos puesteros del Mercado Central le donaran mercadería el día previo.
Así, al asador fueron a parar colores y formas muy llamativos: de berenjenas, zapallos ancos y zapallitos, ajíes rojos y verdes, batatas, papas, plátanos, y las mesas, de piñas, manzanas, mamones, naranjas, sandías y jugos.
Si bien costó que la gente se acercara al principio, saber que era gratis contribuyó a que ganara la curiosidad. Pan solo estaba prohibido comer. Los chicos se tentaban más con las frutas y todos ganaron alguna por concurso. Algunos comentaban que no se les había ocurrido hacer así a la parrilla tal o cual vegetal. Una peruana esperaba que estuvieran cocidos los plátanos con la decisión de quien sabe. Otros preferían llevárselos sin cocinar para hacer en la casa. Gente del GCBA estaba apostada a un costado para quien quisiera aprovechar para tomarse la presión y medirse la glucemia.
La sensación es que, aunque la parrillada no convocó a los miles que había en la feria contigua, dio un puntapié inicial, porque cada uno que pasó por ahí se fue contento, comido y habiendo aprendido algo nuevo sobre la cocción de los vegetales que podrá pasarle a otros. Winograd no solo está planeando otras parrilladas, sino que también mira otros aspectos de la actividad.
En la ex Villa 31 y otros barrios precarios se torna asfixiante la estrechez de las calles y la falta verde. Pero para él no es algo insuperable: “Falta fotosíntesis, árboles, plantas, y eso produce mucho calor. Bien se podría pensar en hacer huertas en los techos, aprovechando el sol”, dice. “Se requieren un cambio en el consumo, una mejora en la competitividad que favorezca mejores precios, y ahí entra el transporte, la tecnología, la política social, el uso racional y responsable de herbicidas, el sistema de salud, una serie de instituciones y acciones convergentes”, agrega Winograd, que nunca para.