En Entre Ríos funcionan once consorcios camineros organizados por productores que cuentan con el aval de Vialidad provincial. Se trata de iniciativas privadas que requieren del apoyo y convivencia con las dependencias públicas.
En la provincia, según contó a Bichos de Campo el empresario agropecuario Eduardo Bucari, hay unos 26.000 kilómetros de caminos rurales, de los cuales apenas un 5% es gestionado por consorcios camineros.
Bucari forma parte del último consorcio caminero organizado en la provincia, que une en una punta a la localidad de Viale y en la otra a Maciá. En el medio hay una colonia y doce escuelas rurales que estuvieron a un paso de cerrar por la intransitabilidad de los caminos.
“En 2017 comenzamos a trabajar en la creación de este consorcio por la necesidad de los productores y para atender la necesidad de las escuelas rurales, que estaban por cerrar. Pensamos en esa población que había decidido residir en determinado lugar y había que garantizar su transitabilidad”, explicó Bucari.
Dos años después, en 2019, lograron finalmente conformar el consorcio caminero, luego de lo cual comenzaron a coordinar con Vialidad de Entre Ríos los trabajos de mejoras críticos por realizar.
“Los productores que participan son cerca de 80 y el consorcio cuenta con una comisión directiva. El primer aporte es de los productores. Vialidad luego asigna el tramo y tras el mantenimiento se emite una certificación de obras, que tiene un puntaje determinado” relató el empresario.
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“Cuando Vialidad certifica la obra, se paga el 70% del costo y con eso se conforma el fondo del consorcio caminero, que además recibe el aporte de socios y otras donaciones”, dijo Bucari, quien destacó la buena relación con los funcionarios de esa dependencia pública.
El productor agregó que “nos parece importante mantener a la gente en los pueblos y en el campo y para eso hay que dar salud, educación y caminos”.
Sin embargo, reconoció que tienen algunos problemas, como la falta de mantenimiento en alcantarillas que se tapan y genera pantanos o puentes “que están a punto de colapsar y que suelen ser el único punto de comunicación entre un pueblo y el otro y eso también afecta a la circulación de la gente”.
En tal sentido recordó un viaje al Valle de Óregon en Estados Unidos, donde pudo observar que “los caminos están asfaltados hasta la entrada al campo; durante mi estadía llovió durante 4 días seguidos y nunca vimos barro”.
“En un mundo donde hay una revolución tecnológica es muy difícil pensar que no podemos garantizar la transitabilidad, hay que sincerarse y ver cómo resolvemos esto en su conjunto”, resumió.