A escasos kilómetros de la zona urbana de Daireaux, en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires, funciona una granja porcina de excelencia. Esta granja es administrada por Santiago Negri, pero es un emprendimiento familiar.
Se trata de Porcap, y es una de las granjas modelo de nuestro país: casi todo lo que se produce allí, luego de la faena alimenta a la reconocida industria alimenticia Cagnoli, y posee varias particularidades.
Por empezar, Santiago Negri no es un productor cualquiera. Fue hasta hace poco presidente de los Grupos CREA, y es hermano de Ricardo Negri, ex secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, además de ex presidente del Senasa. Ambos, además, son descendientes de uno de los fundadores del Movimiento CREA, Enrique Capelle, quien seis décadas atrás, junto a Pablo Hary y otros pioneros, creó el primer grupo CREA (Henderson Daireaux).
Santiago es uno de los que está al mando de Capelle Hermanos SA, una empresa agrícola que produce maíz, girasol, cebada, trigo y soja en campos propios y gerencia cultivos en campos de terceros, además de la granja Porcap. Lo curioso es que Santiago no es agrónomo ni veterinario, sino ingeniero industrial.
Quizá la ingeniería industrial y la genética innovadora en su ADN, sea lo que lleva a contar con tanta pasión y detalle lo que se hace puertas adentro de esta granja porcina que tiene como foco la producción, la excelencia, la profesionalización y la sustentabilidad.
Santiago abrió las puertas de Porcap a Bichos de Campo para mostrarnos este modelo pensado para diversificar, dar empleo y mirar al futuro.
La granja, ubicada en un campo que durante diez años se dedicó exclusivamente a la agricultura, hoy se convirtió en una unidad intensiva donde se engordan cerdos que luego abastecen a una industria alimenticia de primer nivel. “Esto es una granja porcina 100%. No es de ciclo completo, sino que es solamente de engorde. Acá lo único que hacemos es engordar: vienen los animales con seis kilos, los engordamos y salen”, explicó.
Lo llamativo de este proyecto, es que Santiago y su equipo deben entregar mercadería de forma pareja a la industria, ya que así lo demanda. No puede haber cambios. Para eso se generaron acuerdos: Un acuerdo con Uniporc Tandil hace que los cerdos casi recién nacidos llegan a la granja de los Negri, donde se los lleva a 130 kilos, para pasar a faena y abastecer a la industria: “Uno de cada 6 chorizos tiene carne producida en esta granja”, cuenta Santiago.
La decisión de avanzar en este modelo productivo surgió de una historia familiar. “Esto es parte de una empresa de cuatro familias. Mamá es una de ellas. Siempre buscan tener mejoras y una de las cosas que ella dice es ‘queremos dar trabajo’”, relató Santiago. “Durante muchos años tuvimos una granja de cerdos en otro campo y siempre fue un objetivo volver a eso. En vez de vender el maíz a puerto, queríamos producir carne de calidad que se consuma cerca”.
“Durante diez años lo sembramos nosotros y entraba en promedio una persona por semana. Ahora trabajan todos los días, de lunes a sábado, siete personas más contratistas, camioneros, y los domingos hay guardias. Vive alguien acá. Esto es como a mamá le gusta: generar empleo, equipo de calidad. Era uno de los objetivos de la empresa”, celebra orgulloso Santiago.
La mirada a largo plazo fue fundamental para justificar una inversión de este tipo en un país como Argentina, donde el contexto nunca parece ser el ideal. “Cuando uno piensa en uno o dos años, toma cierto tipo de decisiones. Pero cuando uno está hace cincuenta años trabajando juntos y piensa estar muchos años más, toma otras. Nosotros ya estamos armando la empresa de primos. Queremos tener un consorcio de primos, ser socios”, afirmó Negri.
Ese horizonte los llevó a tomar decisiones que no eran económicamente rentables en el corto plazo, pero que apuntaban a la sustentabilidad futura. “Pusimos biodigestores aunque no eran eficientes económicamente. Impermeabilizamos la pileta aunque no era obligatorio legalmente en Buenos Aires. Lo hicimos porque este es el campo que queremos tener de acá a cincuenta años”.
Mirá la entrevista:
Uno de los puntos clave del modelo es la producción del alimento en base a maíz propio. “Lo hacemos en campos que están a treinta, cuarenta y cincuenta kilómetros. Producimos el maíz y acá se elabora el alimento balanceado para los animales”, señaló Negri.
La excelencia productiva es una práctica diaria que comienza en la planta de alimentos balanceados. Allí se carga cada tolva con una mezcla precisa de ingredientes, donde el maíz, procesado con molino de martillos hasta lograr una granulometría finísima, constituye el insumo principal. “El maíz se mezcla con harina de soja, con muy poco aceite y con núcleos vitamínicos. No hay secretos en la receta”, explicó Santiago.
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El plan nutricional para los cerdos está compuesto por ocho formulaciones distintas, divididas en cuatro fases de crecimiento y cuatro de engorde. Las primeras tienen menos maíz y mayor proporción de núcleo, mientras que las últimas llegan a contener hasta un 80% del cereal. La estrategia busca optimizar cada etapa del desarrollo animal y maximizar la eficiencia de conversión.
El modelo agrícola detrás de la producción porcina también es de alta precisión. Si bien el predio cuenta con 140 hectáreas, buena parte de los granos utilizados provienen de campos arrendados. “Traemos producto de unas 600 hectáreas de maíz y 300 de soja. Todo lo que entra en la granja tiene trazabilidad y está pensado para lograr el mejor resultado”, destacó Negri.
La clave está en la calidad del grano, más allá de su valor comercial. “Decidimos que el maíz que consumen los cerdos sea el que producimos nosotros. Guardamos los mejores lotes, buscamos maíces tempranos para evitar hongos y analizamos cada carga”, explicó. Según indicó, el objetivo no es solo vender maíz con condición cámara, sino asegurar el grano con mejor comportamiento zootécnico.
Esa búsqueda lleva a que los lotes de mayor rendimiento también sean los elegidos para la alimentación animal. “El maíz que entra a la planta de alimentos es el mismo que usamos para cosecha. Los ensayos del oeste CREA muestran que el maíz de máximo potencial también es el de mejor calidad para los cerdos”, sostuvo Negri.
Todo ese trabajo se traduce, finalmente, en una mejor carne. “Lográs una mejor conversión, es decir, menos alimento por kilo producido, y también una mejor calidad de carne. Ahí está la diferencia”, aseguró el productor.
Mirá otro tramo de la entrevista:
La vida de los cerdos en Porcap está pensada hasta en el último detalle. La granja cuenta con seis galpones que en total alojan a 13.800 animales. Allí ingresan los lechones de entre seis y nueve kilos y se quedan durante los 150 días siguientes hasta alcanzar su peso final, sin cambiar nunca de corral. “Donde entran el primer día, se quedan toda su vida. Es importante que no cambien de compañeros, porque forman grupos estables y si se mezclan, se pelean. Son como los humanos”, explicó Negri.
La sanidad y el bienestar animal son fundamentales en todo el proceso. Por eso, cuando llegan los animales desde Tandil, donde los cría la empresa asociada Unipork, se los recibe con condiciones adaptadas al clima y la temporada. “Si llegan en pleno invierno, la sala ya tiene que estar caliente, con lámparas a gas. Tienen que llegar y estar como reyes”, señaló Negri. En verano, en cambio, se controla que haya suficiente ventilación y frescura.
Cada corral mantiene un régimen de alimentación progresivo, de acuerdo con las ocho fases de dieta predefinidas. “Cuando se termina una fase, se pasa a la siguiente. A los animales no se los pesa, pero los vas viendo. Salen con 125 a 130 kilos, listos para faena”, detalló.
La articulación con la industria permite ajustar los parámetros productivos en función del tipo de producto final. “Vamos afinando con ellos según el destino: si es jamón, si es salame, si va fresco. A veces piden un poco más o un poco menos de peso. Lo que más valoran es la homogeneidad de los animales. En ganadería eso es impensado, pero acá es casi como una fábrica”, explicó.
La obsesión por la calidad también se refleja en la rigurosa bioseguridad del establecimiento. “Los humanos somos vectores de enfermedades. Por eso nadie entra con su ropa: pasás por una ducha, cambiás todo, y la ropa de afuera no entra nunca. Lo mismo para los operarios que están todos los días”, advirtió. Las medidas se extremaron aún más este año ante la amenaza de enfermedades endémicas como el síndrome de Aujeszky.
Mirá el tercer tramo de la entrevista:
El compromiso de Porcap con la eficiencia y el cuidado ambiental alcanza su máxima expresión en el sistema de biodigestión recientemente implementado. En un rincón del campo, los enormes bolsones que sobresalen del suelo no son depósitos convencionales ni silobolsas raros, sino biodigestores que convierten los efluentes de los animales en energía limpia y fertilizante. “Esto es como un gran estómago. Ahí adentro se produce una digestión que genera metano por un lado y un fertilizante líquido -el biol- por el otro”, explicó Santiago Negri durante la recorrida.
Todo comienza en las instalaciones de la granja, donde los purines -una mezcla de sólidos y líquidos- se colectan junto al agua utilizada en el lavado. Esa mezcla se homogeneiza en una pileta intermedia y luego se bombea de forma diaria a los biodigestores. “Cada día medimos cómo están funcionando, y según eso decidimos cuánto los alimentamos. No es algo estático, es dinámico y requiere seguimiento constante”, detalló.
Del proceso anaeróbico surgen dos productos clave. El primero, el biol, es un fertilizante natural, rico en nitrógeno, fósforo y otros nutrientes esenciales. Ya se ha utilizado con éxito en las parcelas de maíz y soja que rodean la granja. “Nuestro objetivo es producir 12.000 kilos de maíz por hectárea sin usar fertilizantes externos. Con el biol venimos bien, aunque todavía complementamos con fósforo. Vamos avanzando año a año”, destacó Negri.
El segundo subproducto es el metano, que tras ser desulfurado, alimenta un motor a gas conectado a un generador eléctrico. Esta energía servirá para abastecer la granja misma, específicamente toda la parte tecnológica que permite automatizar el manejo de los animales: desde los ventiladores hasta los sistemas de dosificación de agua y alimento. “Cada sala tiene su computadora. La idea es que toda esa operación funcione con energía generada acá, con lo que antes era residuo”, resumió. Por ahora ese metano se quema, mientras se terminan de instalar los motores que ya están ubicados en el campo.
Esa lógica, de cerrar ciclos, de transformar pasivos en recursos, se refleja en cada rincón del proyecto. Los tubos que llevan los purines desde los corrales al biodigestor son los mismos que, de forma simbólica, devuelven energía para que funcione todo el sistema. “Lo más importante de meterse en esto fue el cambio de mentalidad: entender que nada es basura, que todo puede recircularse. Desde los pallets hasta las bolsas, todo puede tener una segunda vuelta. Pero lo más extremo es lograr que la bosta de los animales termine generando luz y fertilidad”, reflexionó el productor.
Mirá el cuarto tramo de la recorrida: