“Corresponde extremar aquellas medidas destinadas a la preservación, fortalecimiento y sustentabilidad del mercado interno, particularmente en lo que hace a la producción de alimentos de primera necesidad”, argumenta la Resolución Conjunta 3/2021 de los ministerios de Desarrollo Productivo y de Agricultura, que obligará en pocos días más a todos los exportadores de carne del país a declarar anticipadamente sus embarques, para evitar así que las proteínas animales puedan llegar a escasear en el país y así subir de precio.
Esa medida había sido anticipada la semana pasada por el Gabinete Económico, pero solo acotada a la carne vacuna. Ese alimento ha subido fuerte de precio en los últimos meses y, desde la óptima oficial, esto tiene mucho que ver con la demanda de la exportación.
En 2020 -según los datos oficiales- la Argentina produjo 3.163.194 toneladas de carne vacuna y exportó 900.699 toneladas, cerca del 27% del total. El negocio está distribuido entre cerca de 80 frigoríficos exportadores y algunos grupos de productores.
Pero sorprendió en la redacción de la nueva normativa que creó un nuevo registro de exportación llamado DJEC, la inclusión de todo al arco de carnes producidas en el país.
Esto fue definido así en el anexo 1 de la Resolución, que textualmente dice: “Los productos cárnicos a exportar alcanzados por la DJEC son la carne fresca, refrigerada o congelada de las especies bovina, porcina, ovina, caprina, equina y gallus domesticus”.
No se escapa nadie parece… Para los legos, la especie gallus domesticus hace referencia a la carne aviar.
Esa, la de pollo, es la segunda carne exportada por la Argentina, con 228.872 toneladas en 2020. Esto es cerca de 10% de la producción, que en ese mismo periodo fue de 2,22 millones de toneladas. Es decir, el 90% de la producción queda aquí a pesar de que una docena de empresas avícolas integradas se empecinan en exportar y desabastecernos.
Las exportaciones de carne de cerdo también vienen creciendo peligrosamente y por eso debían ser controladas. Hasta 2018 prácticamente no existían, pero el año pasado ya llegaban a 41.271 toneladas, algo menos del 8% de las 654.716 toneladas que se produjeron. Los exportadores de carne porcina no llegan a veinte y entre ellos tallan varios consorcios de productores.
La carne de caballo también recibirá la severa mirada de las autoridades, para evitar la escasez. en el mercado local. Hay cuatro plantas de faena que el año pasado produjeron 19.700 toneladas, de las cuales se han exportado cerca de 15.000. Como se ve, aquí sí se exporta la mayor parte de la producción. Resulta peligroso, aunque aquí casi nadie se anime a comer ese tipo de carne.
Para los ministerios nacionales, los exquisitos corderos patagónicos y de otras latitudes también corren riesgo de desabastecimiento. Según los datos oficiales se vendieron al exterior 4.168 toneladas de carne ovina, que sobre una producción total de 14.258 toneladas implicaron una participación de casi el 30%. Hay muy pocos frigoríficos habilitados para exportar, especialmente en Río Gallegos.
Con la carne caprina también habrá que velar para que no falte de la mesa de los argentinos. En 2020 se produjeron 1.358 toneladas de carne de cabras en los circuitos formales, de las cuales se vendieron al extranjero 576 toneladas. Es nada menos que el 42%. Los argentinos no deberíamos quedarnos sin el clásico chivito. En general, los empresarios desalmados que realizan estas exportaciones son grupos de pequeños productores organizados en diferentes provincias norteñas.
En este escenario, hay que agradecer a las autoridades nacionales por el control total sobre nuestra oferta de carnes. No parece quedar margen para desabastecer el mercado nacional, que es la prioridad: las autoridades de la ex ONCCA y Comercio Interior verificarán diariamente que eso no suceda.
Pero cuidado, porque puede haber filtraciones. Por ejemplo, el Ministerio de Agricultura detectó que en 2017 se exportaron también 4 toneladas de carne de carpincho. O en 2019, cuando se enviaron afuera 57 toneladas de carne de ciervo colorado. Según la nueva resolución, esos embarques no deberían haber sido declarados.
Pero lo que realmente corre peligro es que a los argentinos nos falta la carne de liebre, una especie silvestre que es considerada plaga y que, por esa razón, es el objetivo de cazadores todos los inviernos. Luego, esos simpáticos animalitos se faenan en una docena de plantas habilitadas, que son netamente exportadoras, fundamentalmente hacia la Unión Europea.
Los últimos datos oficiales dan cuenta de la temporada 2019 (en 2020, pro la pandemia, la caza fue parcialmente interrumpida) donde se capturaron 690.417 ejemplares de liebre. Las exportaciones registradas llegaron a las 1.616 toneladas.
Ellos escaparon del nuevo cepo exportador. Los cazadores de liebres son los únicos que festejan.