Este año se observa una nueva y preocupante caída en las ventas al mercado interno de productos lácteos, que no es otra cosa que una baja en el consumo de los argentinos como consecuencia de la crisis económica y de su impacto en la capacidad de compra de cuestiones tan básicas como los alimentos.
Se trata de algo impensado pocos años atrás en la Argentina -que supo tener niveles de pobreza más bien bajos para el promedio de la región y que ahora tiene a casi la mitad de su población en esa lamentable situación. Lo cierto es que la caída en el consumo de lácteos es otro síntoma. Quizás de los más severos.
Según los datos que publicó el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), entre enero y agosto el mercado interno absorbió casi 7% menos de productos lácteos. Eso en el promedio, porque en el caso de la leche fluida el desplome de las ventas llegó a 15% respecto del mismo tramo de 2020.
Así, las ventas de productos lácteos se encuentran en los niveles más bajos de los últimos 4 años. Esto no solo afecta a la gente. También complica a toda la cadena productiva, tanto a la industria como a los productores, pues no logran una rentabilidad adecuada que les permita cubrir los costos, muchos de ellos dolarizados.
Estos son los porcentajes de caída de un año respecto del otro. Son muchas los productos cuyas ventas caen y pocos que las incrementan. Entre estos destaca el llamativo salto del 67% en la venta de leches chocolatadas y saborizadas, que podría estar escondiendo una estrategia de las empresas para tratar de evitar los controles de precios “sugeridos” por parte del gobierno. De todos modos, es ínfimo su consumo frente a los volúmenes de leche fluida. Y además, en rigor, recuperó terreno frente a una caída histórica registrada en ese rubro en 2020.
El informe del OCLA destacó que en materia de consumo de lácteos “en los últimos años hay una tendencia a la baja en general y una primarización del mismo (productos más básicos: leches fluidas no refrigeradas, quesos de pasta blanda y yogures bebibles de litro), en detrimento de aquellos productos de mayor valor agregado y por ende económico, lo que obviamente afectan el mix de ventas de la cadena de valor láctea”.
La causa está clara: la elevada inflación que genera más pobreza y menor acceso de la población a los alimentos está afectando a la cadena lechera.
“Esta situación sin duda se da por un fuerte deterioro de los niveles de ingresos reales, fundamentalmente de los segmentos medios de la pirámide de ingresos, lo cual -al margen de reducir el volumen de consumo-, afecta el valor del mix de ventas haciendo que se facture un menor valor en las ventas internas”, explicó el análisis del Observatorio.
A esto se agrega el problema del congelamiento de precios que impuso el gobierno y que, según el OCLA, “va a agudizar el proceso de menor recaudación de la cadena, lo que seguramente desemboque, debido al menor incentivo, a una caída de la producción para el año próximo si antes no se revierten herramientas como estas, que nunca surtieron el efecto buscado”.
Por ahora, sin embargo, la producción está creciendo levemente respecto del año pasado. Entonces cabe preguntar dónde está yendo el excedente de leche que se está siendo consumida localmente. Pues por fortuna la exportación está absorbiendo esos sobrantes.
Otro informe del OCLA muestra que entre enero y agosto, el mismo lapso en que las ventas caían 7% en promedio, las exportaciones crecían un 11% hasta totalizar unas 245 mil toneladas de diversos productos (en especial leche en polvo y quesos), valuados en 807 millones de dólares. Era un comportamiento muy positivo, que por fortuna permitía canalizar fuera del país la leche no utilizada aquí, evitando un desplome de los precios que recibe la cadena.