La agrónoma Magalí Débora Valenta es investigadora y docente de la cátedra de Ovinotecnia en la Facultad de Agronomía (FAUBA). Actualmente dirige un Proyecto de Desarrollo Estratégico financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UBA sobre los usos alternativos de las lanas ovinas gruesas. Mucha gente no lo entiende, pero para los productores de ovinos que no son de las razas más laneras, la esquila es un verdadero problema porque no existen muchos mercados para las fibras más gruesas.
Por eso la investigación, que busca otros usos de la lana gruesa en la producción de vegetales. De hecho su título es: “La lana de los ovinos como sustrato alternativo para plantines (de especies hortícolas, florales y nativas) en producciones agroecológicas”. Bichos de Campo la invitó que nos contara sobre su actual trabajo de investigación.
-¿Podés hacernos una introducción al mundo ovino y sus lanas en nuestro país?
-En Argentina hay 12.609.460 cabezas ovinas y un total de 91.828 establecimientos ovinos. Las provincias con mayor cantidad son Chubut, Santa Cruz y Buenos Aires, en ese orden. Fuera de la Patagonia hay unas 5.773.918 cabezas. La mayor cantidad de ovinos se halla en nuestra región patagónica, sobre todo de raza Merino, una raza que produce lana de fina a súper fina, y Corriedale, una raza de doble propósito, lanero y carnicero, que produce lana medio fina. Actualmente se vienen incorporando otras razas, sobre todo en los valles patagónicos, porque en ellos hay más y mejor recurso forrajero.
– ¿Y cómo son las lanas de las ovejas ubicadas fuera de Patagonia?
-Fuera de Patagonia abundan razas criollas, también de doble propósito, carniceras y, en menor medida, lecheras, con lanas más rústicas, más bien gruesas. También se están incorporando nuevas razas, como las que tienen pelo en vez de lana, que son similarmente rústicas y se adaptan a diferentes condiciones, como climas calurosos y forrajes de baja calidad. En el Noreste hay 1.429.481 de cabezas, en el Noroeste unas 830.336, y en Cuyo, 224.157. Nosotros hemos querido abordar la problemática del uso o destino de las lanas gruesas.
-Antes contanos algo de tu historia. ¿Cómo, siendo de La Matanza y de familia sin campo, te dio por la agronomía y las ovejas?
-Con orgullo puedo decir que soy la primera universitaria de mi familia y le debo mucho a la educación pública. Mi destino estaba marcado como operaria textil en un taller de mi familia, pero decidí apostar a una profesión y dedicarme más a la teoría. Tardé muchos años en recibirme, porque no tenía un peso y debía seguir trabajando en el taller. Por eso, después del 2001, se me ocurrió pedir una beca universitaria, a mitad de la carrera, para poder terminarla. Me recibí de ingeniera en 2008 y soñaba con irme a trabajar al Interior, pero por vueltas de la vida me quedé en Buenos Aires, como docente, en la Fauba. Venía trabajando la tesis con el impacto del pastoreo ovino en estepas patagónicas e ingresé en la cátedra de ovinos. Después, por mi pasado textil, me interesé en el mundo de las lanas y su problemática.
-¿Cuál sería la problemática de las lanas?
-La producción de lana ha disminuido en las últimas décadas por la competencia con otras fibras, principalmente fibras sintéticas, y por el escaso precio que se les asigna, en especial a las lanas gruesas. Los productores ovinos de las regiones extra-patagónicas tienen complicaciones en la venta de su lana porque no reciben un precio justo que al menos pague los gastos de esquila. La oveja necesita ser esquilada cada año y a veces, al venderla, no cubren ni el costo de la esquila. Esto se traduce en un problema para los productores ovinos que, al no encontrar un destino comercial para sus lanas, en muchos de los casos las terminan quemando.
-¿Qué alternativas de solución a este problema se conocen actualmente?
-La lana en sí misma e independientemente de su finura es un producto natural, renovable y biodegradable, cuyo valor intrínseco no está siendo aprovechado. Aunque el principal destino de las lanas, especialmente el de las lanas finas, es la industria textil, hay otros rubros donde las lanas gruesas podrían ser utilizadas. La lana gruesa pincha la piel y es molesta como prenda de vestir. Por eso se usa para confeccionar tejidos burdos, como alfombras, tapices, acolchados. Pero de estudios a nivel internacional y nacional se desprende que hay bastante experiencia empírica de muchos otros posibles usos de las lanas. Por ejemplo, como aislante térmico y acústico en la construcción de viviendas, como fertilizante y como sustrato. Varios países de Europa están trabajando mucho en esto.
-¿Podés darnos más detalles?
-En estos últimos dos años se ha producido un boom a nivel internacional por aprovechar los usos alternativos de la lana. Porque hay una tendencia a trabajar con bioinsumos, como es el caso de la bioconstrucción. Además, en extraer el nitrógeno que posee la lana e incorporarlo como nutriente en alimentos balanceados para los animales, o como fertilizante, como cobertura o mulching y demás. También es muy importante el tema del lavado de la lana, de buscar otros tipos de lavados, además del industrial.
-¿Y por qué ustedes se pusieron a investigar?
– Porque hay poca información científica y académica de cómo es el comportamiento de la lana en esas distintas alternativas de uso. En el mundo de la producción vegetal hay una problemática sobre la obtención de sustratos y en bajar el costo de los mismos, la cantidad que se requiere en las plantineras. Por eso combinamos ambas problemáticas para intentar hallar una conclusión. Llegar a resultados concretos, que es lo que faltaba. Llegar a caracterizar a nuestras lanas con todos los diversos usos posibles, sin crear falsas expectativas.
-¿En concreto, qué experimentos hacen?
-Por ejemplo plantas de lechuga a partir de plantines obtenidos, utilizando 100% lana y combinación de sustrato comercial y lana, en el área de Horticultura de Fauba. También plantines de especie nativa a partir de combinación sustrato comercial y lana, o creciendo en tres tratamientos distintos (sustrato comercial, combinación sustrato comercial y lana sucia, combinación sustrato comercial y lana prelavada) en invernáculo de Fertilidad y Fertilizantes de Fauba. Por otro lado hacemos mediciones en experimento de especie floral (Salvia Mojave Red Coral) en invernáculo de Escuela Hall… Buscamos saber si es posible que la lana, como sustrato o como fertilizante, se podría comercializar y competir con los otros productos del mercado.
-¿Y en qué grado de avance está el proyecto?
-Llevamos dos años y medio investigando. Comenzamos a reunirnos con el objeto de hallar alternativas productivas que agregaran valor a las lanas gruesas, a mediados de mayo de 2022. Nos presentamos a la convocatoria con nuestro proyecto en julio de 2022. Durante aquel año comenzamos a hacer algunas pruebas con la lana. En diciembre de 2023 nos aprobaron el proyecto y en enero de 2024 comenzamos a ejecutarlo. El grupo inicial estuvo integrado por los docentes Verónica Logegaray, Haydé Steinbach, Andrea Seoane, Esteban Gandolfo, Damián Pérez, Gloria Salatto, junto a algunos estudiantes. Además, nos vinculamos con dos fundaciones: “Puente Verde”, por la parte de especies aromáticas, florales y hortícolas, y “Chicos Naturalistas”, que trabajan con los plantines de especies nativas.
-¿Tienen dónde investigar a campo, dentro de la Universidad?
-Sí, estamos haciendo experimentos en invernáculos, a campo, y tenemos la idea de hacerlos con productores hortícolas o florales, en busca de que la lana gruesa pueda alcanzar un precio que les sirva. Además, la Facultad tiene en la localidad de San Pedro, provincia de Buenos Aires, el establecimiento Los Patricios, dentro del cual funciona un tambo ovino. Allí pudimos palpar bien de cerca la problemática de la lana y la pata productiva del proyecto. Después nos fuimos relacionando con otros productores y otros posibles demandantes, porque no queremos que esto quede dentro de la Universidad, sino al servicio de los productores y de las distintas organizaciones.
-¿Y cómo sigue?
-Comenzamos el proyecto de investigar la lana como sustrato para la obtención de plantines, pero a esta altura ya estamos con muchas otras ideas para ampliar el proyecto, en una segunda etapa. Es como una bola de nieve que no cesa de crecer. Sería bueno que el programa fuera abordado en las distintas carreras de Agronomía. El proyecto era por 18 meses, pero se extendió, debido a que en estos dos años y medio se generó mucho interés.
-¿Qué desafíos quedan por delante?
– En principio estamos abocadas a los pequeños productores y después veríamos de investigar a otras escalas. Nuestro desafío está en cómo poder comunicarle al productor ovino de todo el país las conclusiones de nuestro trabajo. Tenemos más ideas para ampliar el proyecto. Es una esperanza, al menos, hacer visible la problemática a toda la sociedad y que se conozcan los posibles agregados de valor a la lana. En fin, hemos logrado una conjunción entre distintos actores para que podamos llegar desde la investigación a la extensión, y en un futuro, al mercado.
-¿Cuentan con el presupuesto necesario?
– En estos últimos meses nos hemos venido financiando con plata de nuestros bolsillos. Nos quedamos cortos con el presupuesto, ya que al monto que recibimos se lo comió la inflación. Necesitamos financiación porque el proyecto finaliza este mes.
El equipo de investigación, encabezado por Magalí Valenta, eligió una canción de Hugo Giménez Agüero “Juan Oveja”, compuesta en ritmo de chorrillera.