Frente a la crisis económica actual, producto del déficit fiscal y la falta de reservas, numerosas alarmas se encendieron en los últimos días en torno a un listado de productos que podrían llegar a faltar en el mercado, al provenir del exterior o ser fabricados parcial o totalmente con insumos importados. Así, una oleada de noticias alarmistas inundó los principales portales de medios y la exageración se puso a la orden del día.
Uno de los datos más replicados fue que el vino podría registrar faltantes en las góndolas a mediados de agosto, y por distintos canales bodegueros y empresarios vitivinícolas comenzaron a llorar la carta. Pero cuidado, que no cunda el pánico.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), Argentina ocupa el séptimo lugar en superficie cultivada y producción de vinos, el noveno en consumo y el octavo en volumen exportado. Si bien es cierto que en lo que va del año la uva tuvo un incremento de entre el 80% y el 90% en comparación al 2021, lo que impulsó un aumento en los precios, no hay evidencia que indique que la materia prima podría faltar, principalmente porque la misma no se importa.
https://twitter.com/INVArgentina/status/1548758314544254977
Ahora bien, la producción de vino supone más que el procesamiento de la uva y se vale de una serie de insumos que en muchos casos no son de producción nacional. Analicemos esto con detenimiento.
Un elemento clave son las botellas de vidrio. Mucho se dijo el año pasado respecto a los faltantes de stock y, tal y como Bichos de Campo informó en reiteradas oportunidades, esa situación se debió a múltiples causas. En primer lugar se registró un aumento considerable del consumo a nivel mundial producto de la pandemia. A eso se le sumó un faltante de contenedores para la exportación que provocó una demora importante en el abastecimiento de los distintos mercados, incluido el nuestro. Y como si eso fuera poco, un incendio en la planta mendocina de Verallia, una de las dos empresas fabricantes de vidrio del país, terminó por sacudir la oferta disponible.
¿Qué desencadenó esto? Un incremento de entre el 40% y el 60% del costo de este insumo a comienzos de 2022. Muchas bodegas se vieron obligadas a importar pero ante los hechos ya mencionados, la misma se demoró y los costos fueron absorbidos por el mercado interno.
Otro insumo importante es el corcho. Dado que el mismo proviene de un árbol que no se cultiva en nuestro país, el alcornoque, el mismo es importado en su totalidad. Sin embargo hay que aclarar que existen otra clase de tapones en el mercado que sí son de producción nacional como los sintéticos o las tapas a rosca que se observan en algunas clases de vino.
La lista de necesidades se completa con barricas, cajas, etiquetas, capuchones y capsulas, que tienen uno o más elementos de origen externo.
Desde la Asociación Civil Bodegas de Argentina sostuvieron que sin estos insumos la continuidad de la producción de vino podría verse perjudicada y que se avizoraba “un final de año complejo”.
“El tema de los pagos al exterior puede llegar a estresar mucho el abastecimiento de insumos en lo que resta del año”, dijo al diario Los Andres Milton Kuret, director ejecutivo de esa Asociación.
¿Pero es esto realmente así? Lo cierto es que no. De acuerdo con las últimas medidas implementadas por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) lo que quedó en claro es que las importaciones a dólar oficial, aquel que ronda los $130, serán habilitadas para aquellos insumos que sean considerados de máxima necesidad. Un ejemplo de ello son los fertilizantes.
Aquellos insumos que no entren dentro de esa categoría pueden ingresar al país pero a precios más elevados, es decir al dólar comercial.
¿Qué significa esto? Que las bodegas pueden seguir importando aquello que necesiten pero no al dólar subsidiado al que estaban acostumbradas. Esto bajo ningún punto de vista se traduce en un faltante directo de vino, sino a un aumento de costos –que será absorbido por el mercado interno como suele ocurrir- y por consiguiente de precios
Lo que queda de manifiesto entonces es una batalla discursiva entre los sectores primarios y los industriales, respecto a un problema que no tiene la magnitud que aparenta.