“La situación en Carlos Casares, uno de los municipios más afectados por las intensas lluvias, es más de lo mismo, pero mucho más crítica”, dijo Andrea Passerini, productora de leche en esa localidad que se ha cansado de denunciar la falta de acompañamiento de las autoridades -de todo tipo y partido- a los productores afectados por el avance de las aguas desde hace varios meses.
“Desde marzo, estamos inundados y la situación nos fue dejando sin caminos. Actualmente, el único acceso viable para salir al exterior y abastecernos es haciendo un recorrido extenso, dando toda la vuelta por varias localidades como Ordoqui, Hortensia, Herrera Vega, ruta 226, Girondo y Nueva Plata, pasar por Pehuajó hasta llegar a la ruta 5 y, finalmente, a Casares, una locura”, describió Andrea, que es propietaria de un tambo y ha sido coordinadora de Lechería de Carbap.

En resumen, para llegar de su tambo a la ciudad de Carlos Casares “tenemos que hacer 175 kilómetros por tierra y ruta”. Ese es el periplo que debe recorrer para entrar al campo y poder realizar las tareas cotidianas como ordeñar y cuidar de sus vacas.
Passerini está convencida de algo: “El problema no es la lluvia, que fue excesiva, sino la falta de trabajos de sostenimiento de la infraestrutura. El municipio no mantuvo los caminos rurales y el gobierno nacional por dos años, desde 2023, paralizó las obras (del Plan Maestro del Río Salado) a pesar de contar con el dinero, y la Provincia brilló por su ausencia”, dijo indignada.
El gobierno nacional reconoció que el dinero que tenía recaudado para la obra del Salado la tenía puesto en la timba financiera.

Explicó la productora que, frente a este abandono, “ayer tuve que viajar con un empleado mío y las esposas de otros dos empleados, porque la gente que tiene motos no tiene forma de llegar a ninguna parte”.
“Aquí la situación ya no es sólo de logística, sino también de salud y bienestar mental. Mi tambrero está internado, son muchos meses de estrés y la constante lucha por mantener en pie la actividad afectan”, indicó.
Para paliar la situación, contó Passerini, “compré 200 toneladas de piedra, y luego otras 300 toneladas más, porque la situación en los caminos era insostenible. Hablé con el intendente para que enviaran los camiones municipales a traer las piedras desde Olavarría, ya que el flete era mucho más caro si compraba solo la piedra y la trasladaba yo”.
“De esas 500 toneladas, 370 se enterraron en un tramo que estaba completamente bajo agua, con el fin de que podamos transitar y evitar el aislamiento total, que haría inviable nuestra tareas y pondría en riesgo la continuidad del tambo”, detalló.
Los días pasan, sigue lloviendo y la política de Estado es esperar a que mejore el clima, algún día, y el sol del verano evapore el agua.
“La diferencia de tiempos entre las prioridades de la Municipalidad, la Provincia y la Nación, y la realidad de quienes estamos directamente afectados, es abismal. Esto empezó con 300 milímetros de lluvia a fines de febrero, y en marzo quedó más que claro que la inundación sería grave. Nos dejaron en el olvido, aislados y rotos, como los caminos”, denuncia la productora.

Como si con todo lo que pasara no fuera suficiente, Andrea considera que además les siguen tomando el pelo: “Desde el Banco Provincia nos dicen que no va a haber nada para nosotros. Preguntamos ingenuamente si iba a haber tasas normales y la realidad es que seguimos aguardando respuestas, mientras el agua y la desidia siguen ganando terreno”.




