Siempre decimos quiénes hacemos Bichos de Campo, con sana ironía por supuesto, que va a suceder un día que un “progre” de Palermo, mientras denuncia a gritos la mega-contaminación que provoca el glifosato, se va a morir intoxicados con una hoja de rúcula producida en el cordón verde de La Plata con tóxicos mucho más potentes que el popular herbicida.
A esta altura, resulta más que cierto que en la producción de frutas y verduras los riesgos para los consumidores son mucho más elevados que los que surgen de la agricultura extensiva, tan demonizada por el discurso ambientalista que ve en Monsanto un demonio capaz de eliminar la especie humana, como si eso fuera un buen negocio.
Hay tres razones muy claras que sostienen la afirmación previa. Una es que el glifosato es un agroquímico ubicado en la banda verde, que es la menos tóxica de las tres bandas en que se dividen estos insumos (como en un semáforo). En la frutihorticultura, en cambio, muchas veces los productores deben recurrir a fitosanitarios de mayor potencia y residualidad.
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La segunda razón es que las huertas e invernaderos producen casi siempre para consumo humano directo, mientras que la agricultura extensiva lo hace para una industria, que procesa los granos y los destina más a la alimentación animal que a la de las personas.
La tercera razón es que, aunque vulgarmente parezca todo lo contrario, los niveles de informalidad son mucho más elevados en la agricultura periurbana que en las grandes planicies pampeanas. Y hablamos de informalidad impositiva, laboral y sobre todo sanitaria.
Quizás este mayor riesgo para las personas desde el sector productor de frutas y verduras comience a reducirse a partir de lo que acaba de suceder. La Comisión Nacional de Alimentos, a partir de la Resolución Conjunta 5/2018 de las Secretarías de Agroindustria y la de Salud, incorporó al Código Alimentario Argentino las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) en la producción frutihortícola. Es decir, las convirtió en regla para ese segmento de productores porque el Código es como la Biblia para quienes ofrecen alimentos al consumidor. Su letra apunta a que sean sanos y seguros.
¿Y qué son estas BPA? Un comunicado oficial explicó que “se trata de diversos procedimientos orientados hacia la sostenibilidad ambiental, económica y social de los establecimientos de frutas y hortalizas para la calidad e inocuidad de los alimentos que se producen”. La medida se incorporó al Capítulo III de Código Alimentario, llamado de “Normas Generales Alimentos”, bajo el Artículo 154 tris.
“El establecimiento de la obligatoriedad de las BPA en nuestro Código Alimentario tiene por objetivo procurar la seguridad alimentaria, cumpliendo ciertos principios básicos por parte de los productores que permitan dar mayores certezas al consumidor respecto del origen y calidad de los productos que adquieren”, señaló el secretario de Alimentos y Bioeconomía, Andrés Murchison.
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“Es una herramienta que permitirá mejorar la gestión, fomentar la formalidad sanitaria y comercial y, en consecuencia, la competitividad del sector. Además estaremos acompañando a los productores, en particular, los más pequeños y a las producciones familiares con asistencia técnica y capacitación permanente”, amplió la directora nacional de Alimentos y Bebidas, Mercedes Nimo.
El comunicado de Agroindustria indicó que esta norma alcanza a casi 400.000 productores frutihortícolas (Nota del editor: la cifra parece exagerada, porque ni en el Censo Agropecuario 2002 la Argentina llegaba a tener ese número de productores, sumando ganaderos y granarios), que explotan una superficie aproximada de 1 millón de hectáreas y producen entre 16 y 18 millones de toneladas anuales y cerca de 2.800 millones de dólares en concepto de exportaciones”, cifra que no incluye ni a la papa ni a las legumbres.
Según las autoridades, a partir de esta modificación en el Código, se abre un plazo de transición para la aplicación de las BPA, que será de 2 años para el sector frutícola y 3 años para la actividad hortícola. En esta transformación es que el Estado promete mucho apoyo. Seguramente de aquí en adelante se requerirá también de varias reglamentaciones adicionales.
“Los organismos nacionales ya iniciaron un trabajo para generar capacitadores a través de una plataforma virtual para profesionales y técnicos, quienes trabajarán con productores frutihortícolas en todo el país”, se avisó. “Se espera que los establecimientos frutihortícolas comiencen a implementar las BPA para llegar en el periodo establecido en la norma con el universo de productores alcanzados y con los puntos centrales ya implementados”, añadió Agroindustria.
Quizás lleguemos a tiempo para evitar que algún progre se muera comiendo una ensalada mientras habla pestes del glifosato.
El opuesto de “progre” es “retrógrado” o “conservacho”?