Alberto Fernández pidió disculpas a la población porque, tras protagonizar un hecho que intentó ocultar pero no pudo, una fotografía confirmó que había participado de una reunión social en la quinta de Olivos para festejar el cumpleaños de su pareja, mientras su propio gobierno sometía al resto de la población a un confinamiento estricto en medio de la crisis del coronavirus. El presidente violó el propio decreto que había dictado para frenar la pandemia.
Disculpas, es el pedido que brotó de boca del presidente. Y no está mal reconocer un error y pedir perdón.
En el medio agropecuario se está acuñando una palabra parecida: hay que pedir “diskulfas”. Se la recomiendan usar al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, muchos integrantes de la cadena, que no pueden creer la impericia e improvisación que ha mostrado el gobierno para montar el cepo a las exportaciones de carne vacuna vigente desde el 20 de mayo pasado. Aunque la decisión de bloquear las exportaciones de bifes como en 2006 ha nacido de instancias superiores (el presidente Alberto Fernández y quizás también de su jefa, la vicepresidenta Cristina Kirchner), ha sido Kulfas el funcionario que siempre puso la cara.
De allí que ahora se le exigen “diskulfas”: hizo todo como el traste, no se sabe si porque no conocía del negocio o por cierta complicidad con ciertos sectores concentrados de la cadena.
Este miércoles al mediodía, diversos sectores de la cadena (productores, consignatarios, frigoríficos y hasta representantes de los trabajadores) se reunirán en la nueva sede de la Sociedad Rural Argentina (SRA) en Palermo para unir fuerzas contra ese cepo y reclamar al gobierno que no insista con la receta implementada por Kulfas: luego de un cierre casi total en mayo, el 20 de junio comenzó a regir un sistema de cupos al 50% que según el decreto debería vencer este próximo 31 de agosto. A la par el gobierno dictó una prohibición total para la exportación de siete cortes populares, con vigencia hasta fin de 2021.
Aunque el regreso a la normalidad no parece ser el escenario que busque el gobierno, hay muchos elementos acumulados como para que Kulfas pida “diskulfas” y al menos corrija algunas distorsiones muy evidentes de la medida aplicada hasta aquí. Estas son solo cinco razones que se nos ocurren ahora:
Uno. Kulfas debería pedir diskulfas por la falta de transparencia de todo este proceso, que resulta un agravio a la memoria de los argentinos, sobre todo porque Guillermo Moreno hacía lo mismo en el primer gobierno kirchnerista: con la complicidad de los grandes frigoríficos ocultaba ex profeso la identidad de las empresas que recibían los ROE Rojos o permisos de exportación de carne vacuna. En este caso, Kulfas propició a partir de abril el regreso de un documento semejante a aquel, las Declaraciones Juradas de Exportaciones de Carnes (DJEC) en el ámbito de la ex ONCCA. Pero dicho organismo, en manos de Luciano Zarich, no publica ningún dato sobre quiénes reciben autorización para exportar carne y a quiénes se le rechazan los pedidos.
Tan trucha resultó ser la decisión de Kulfas y su par de Agricultura, Luis Basterra, que la creación de los DJEC se anunció para todos los tipos de carnes, pero solo se aplicó para los operadores de la carne vacuna.
Dos. Kulfas debería pedir diskulfas por mentir descaradamente sobre la existencia de supuestos “operadores truchos” que justificaron esta avanzada oficial sobre el negocio de la carne. El ministro y otros funcionarios echaron a rodar sospechas sobre exportadores sin planta que subfacturaban sus exportaciones de carne a China, pero a la hora de realizar denuncias judiciales o identificar a quienes cometían esa falta, solo hubo silencio. La ex ONCCA solo identificó a unos tres o cuatro operadores, que habrían intentado exportar unas pocas toneladas. Y a la mayoría de los matarifes a los que bajó del RUCA debió volverlos a habilitar a las pocas horas. Lo de la Kulfas fue peor, porque siempre habló de estas irregularidades para justificar su intervención, pero nunca se le cayó ni el número de un expediente y mucho menos una sanción.
Pero lo más grave fue sin duda lo que sucedió con la Aduana, que en abril pudo identificar una clara maniobra lesiva al fisco (se declaraban las exportaciones de huesos con carne a China en una posición arancelaria que ni siquiera correspondía a la categoría del reino animal) y habló de 19 frigoríficos infractores que nunca identificó. Bichos de Campo sí lo hizo y la mayoría de ellos pertenecían al Consorcio ABC. Quizás por eso la Aduana resolvió el asunto con unas pocas multas que habrá que ver si se pagan, porque la mayoría de las plantas apeló diciendo que se había tratado de “un error” en la calificación de la mercadería.
Tres. Kulfas debería pedir diskulfas porque anticipó y concilió la fórmula elegida para regular las exportaciones de carne vacuna únicamente con una cámara del sector, la que agrupa a los grandes frigoríficos exportadores del Consorcio ABC. Fue frecuente, según diversas fuentes, la presencia en los despachos del Ministerio de Desarrollo Productivo de Mario Ravettino, el histórico presidente de esa entidad industrial que finalmente concentró cerca del 70% de los cupos de exportación.
Gracias a esa buena sintonía, estos cupos fueron definidos por el gobierno en base a un criterio claramente concentrador: la past performance o antecedentes de exportación se definió no en base a los datos de la Aduana (por el número de CUIT de cada empresa exportadora) sino en base de los datos del Senasa (por el número de habilitación sanitaria de cada planta frigorífica). Esta pequeña decisión dejó fuera de competencia a unos 40 exportadores (entre matarifes y grupos de productores) que no tenían planta propia y contrataban los servicios de un frigoríficos para obtener la carne que exportaban, algo totalmente lícito. Y dejó los nuevos cupos de exportación en manos de los frigoríficos. Y si, la parte del león quedó para los socios del Consorcio ABC.
Cuatro. Kulfas debería pedir diskulfas porque al formular estos cupos cometió el grave error de recortar especialmente las exportaciones de carne vacuna a China, que llevaba usualmente una vaca vieja (o manufactura) que aquí no encuentra mercado. Ese quizás fue el impacto más dañino de esta nueva intervención oficial sobre el mercado, pues esa vaca de descarte era la que los criadores bovinos separaban de su rodeo cada año porque ya no podía quedar preñada y era improductiva. Con su venta a China, ese productor lograba ingresos genuinos para reponer vaquillonas, que mejorarían al año siguiente los índices de parición y destete de terneros en cada establecimiento ganadero.
Ese estímulo era, según los que saben del negocio, el mejor plan ganadero que podía tener la Argentina en este momento. Y se interrumpió justamente en el momento del año en que los criadores deciden los niveles de reposición de sus rodeos. A los que no les quedó más remedio que vender sus vacas, los precios les bajaron hasta 20%. Del otro lado, los frigoríficos con cupo (en especial los del ABC) compraron vaca barata suficiente como para llenar sus cámaras por varios meses.
Cinco: Kulfas debería pedir diskulfas por haber incluido inicialmente a Israel (el segundo mayor destino de la carne argentina en 2020) dentro de los cupos al 50%, justo además en la época del año en que los rabinos habilitados por el Estado hebreo viajan al país para certificar que esa carne provenga de animales faenados bajo el rito kosher. ¿Y por qué se equivocó aquí el ministro? Porque a pesar de que no se trata de una cuota arancelaria como la Hilton o las 20 mil toneladas para Estados Unidos, hay una relación formal de la Argentina como principal proveedor de carne a Israel. No podía desafiarse pero se hizo, provocando un malestar diplomático que además era bastante innecesario porque Israel compra sobre todo cortes del pecho y el cuarto delantero de los bovinos, que localmente tampoco tienen gran acogida.
Este error fue parcialmente admitido esta semana por el gobierno, que forzado por la evidencia tuvo que habilitar un cupo adicional de 3.500 toneladas mensuales para exportar cortes kosher a dicho país. No se sabe todavía como será repartido (¡adivinen!), pero este cupo permitirá remediar la situación con dicho mercado, que se vio afectada por tres largos meses.
El detalle más insólito es que al habilitar esta cuota de 3.500 toneladas/mes, el ministro habilitó la posibilidad de hacer más negocios con Israel de los que se hacían antes del cepo, pues el volumen anual que podría exportarse (de proseguir este sistema) sería de hasta 42 mil toneladas, cuando en 2020 la Argentina había vendido a Israel solo 27 mil toneladas. También por este tipo de boludeces kulfas debería pedir diskulfas.
-Pero Matías… ¿Por qué no decís también que el gobierno bloqueó las exportaciones de carne sin haber logrado que bajen los precios locales al consumidor?
-Cierto. Desde que volvió el cepo exportador los precios de la carne subieron cerca del 15% al publico y solo bajaron 1% en la última medición del INDEC, correspondiente a julio. Ese 1% de baja, que ahora Kulfas celebra como un éxito de sus decisiones, se logró a un costo enorme en materia de divisas, fuentes de trabajo, lucro cesante, caída de la faena, malas señales a los compradores, incertidumbre. Y además no se puede hablar de un éxito: contra el año pasado los precios de la carne acumulan una suba de más del 80%.
-¿Y no te parece que también Kulfas debería pedir diskulfas por eso?
-La verdad que no. No valdría la pena pedir diskulfas por eso. Desde el principio de esta historia se sabía que haber metido mano en las exportaciones de carne vacuna era una medida directamente imperdonable.