Los proyectos y expectativas de la cooperativa ovina El Vellón de Oro, ubicada en la localidad bonaerense de Las Flores, han crecido a pasos agigantados en el último tiempo. Lo que inició hace varios años como un proyecto de Cambio Rural para producir ovinos, rápidamente se convirtió en una organización de productores y trabajadores rurales, dueños de pequeñas majadas, con interés por revalorizar la carne de esa zona y darle valor agregado a los subproductos como la lana, incluyendo en ese proceso una mirada agroecológica.
“Nosotros tenemos un lote de ovejas texel, que nos gusta porque su carne no tiene tanta grasa. Estar en la cooperativa nos ha dado una ventaja para comercializar esta carne, que ya hemos vendido al vacío en Buenos Aires y La Plata. Todas se alimentan con pasturas como el raigrás. Y ahora también tenemos el grupo de los hilados”, dijo a Bichos de Campo Alejandra Bulaitis, integrante de El Vellón de Oro.
Este último proyecto dentro de la cooperativa, encarado principalmente por las mujeres que la integran, busca resolver el problema vinculado al destino de la lana obtenida durante la esquila –que es más gruesa y menos demandada que la lograda en otras regiones del país- y lograr darle un valor agregado.
“La lana era casi una molestia. Se vende pero con lo que te pagan no te alcanza casi ni para pagarle al esquilador. En nuestro caso, por ejemplo, nosotros nos encargamos de nuestras propias ovejas”, señaló Bulaitis.
En esto coincidió la productora Olga Acosta, otra integrante de la cooperativa y coordinadora del grupo de tejedoras.
“Lo normal es obtener entre cuatro y cinco kilos de lana por oveja. Con un kilo te sale un pulóver, así que te rinde. Acá la lana en las barracas te la venden a 50 pesos el kilo, mientras que si vos la querés comprar hilada te la venden a 11.000. Ahí te das cuenta de la diferencia que hay”, comentó Acosta en una charla con Bichos de Campo.
Esa escalada de precios fue lo que terminó por impulsar al grupo a procesar su propia lana y a intentar introducir en el mercado prendas listas con el sello de la cooperativa.
“Una pensó en hilar, otra en conseguir una rueca y así se fueron sumando. Queremos lograr hacer un emprendimiento de ropa. Nos juntamos una vez por mes y recibimos ayuda. Ya vino una chica de Rawson por la Ley Ovina, que nos enseñó a teñir. Nuestra lana es bastante rústica así que tenemos que intentar lograr más colores además del blanco y negro. También vino otra chica de Saladillo a ayudarnos. Estamos todas enchufadas, es un grupo hermoso”, celebró la coordinadora.
El proceso, que aún se encuentran perfeccionando, consiste en hilar la lana –ya sea con rueca eléctrica o a pedal-, lavarla ya que se hila en sucio, teñirla y luego tejerla, tanto a dos agujas como en telar o a crochet.
“Queremos aprender a teñir con tintes naturales para abaratar gastos. Las tinturas compradas son carísimas y nosotros queremos producir lo nuestro nada más. Si la podemos hacer comercial, mejor, pero vamos a empezar desde lo chico y después iremos sumando. La lana se puede teñir con cebolla, yerba, remolacha y me han dicho que hasta con nueces. Aún lo estamos viendo”, indicó Acosta.
-¿Sentís que se revaloriza tejer de esta manera?- le preguntamos.
-A mí me parece que te da más valor saber que lo estás haciendo para tus nietos, para tus hijos. Es ver un chaleco y decir mirá, lo hice yo. En esta época es todo máquina y estoy muy contenta de que haya muchas chicas siguiendo esto. Estamos muy contentas.