“Yo no nací ni me crié en el campo, pero adquirí una pasión por el lugar, El Totoral, que no podría explicarte de dónde viene… o sí, porque ahí jugábamos con mi hermano al fútbol con dos pulóveres haciendo las veces de arco y relatábamos partidos imaginarios”, recuerda Gustavo Almassio, productor del sur bonaerense, protagonista del último capítulo de El Podcast de tu vida.
Y reflexiona: “Durante muchos años fui un adicto al trabajo, incluso no tuve hijos, pero me hubiera gustado, hoy me levanto cada mañana y trato de disfrutar lo que tengo, buscando el equilibrio entre la pasión y la necedad, porque cuando uno lleva más tiempo vivido del que le queda por vivir trata de que todo vaya más despacio y valora más las cosas”.
Almassio nació en Necochea, estudió agronomía en Balcarce, y es productor de ovinos, bovinos y granos en su querido “El Totoral”, el campo familiar, su “lugar en el mundo”.
Cree y pregona que la vida “es multicolor”. También que en la vida hay éxitos y fracasos, y que los fracasos los tienen los que intentan. Y él está en ese grupo.
Así fue que se animó hace diez años a inseminar sus vaquillonas angus con el foco puesto en la grasa intramuscular, después inseminó con animales de la raza japonesa Wagyu, y hace unos meses llegó a las góndolas de Buenos aires con esa carne con súper marmóreo.
Trabajó de albañil y apuntador en el puerto “no tenía necesidad porque mis viejos me pagaban los estudios, pero era plata para gastar en lo mío, tal es así que me pagué el viaje en moto casi hasta Bolivia”. “Si pudiera subirme al Delorean y viajar en el tiempo volvería a estar un rato con mi madre”, dice, emocionado. Pasen y lean esta entrañable historia.
-¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde te criaste? ¿Qué cosas te gustaban hacer de pibito?
-Nací en Necochea en una clínica que ya no está más, a unos 500 metros del mar. Soy el mayor de tres hermanos, tengo un hermano un año y pico menor que yo y una hermana 7 años menor. Toda la infancia, primaria y secundaria la hice en Necochea. El campo es un campo familiar a unos 80 kilómetros de Necochea. Papá se crió ahí. Después se fue a trabajar de empleado del Banco Provincia. Mamá docente. Bien de clase media. Y cuando el tío soltero de papá falleció él sabía que se iba a hacer cargo del campo. Íbamos los fines de semana, pero no me crié en el campo. Por eso a veces me llama la atención esa pasión que tengo, que no tienen mis hermanos, por el campo, por el lugar. No es una cuestión económica, ni siquiera por la profesión. Es una pasión por la historia, el lugar.
-Viste que cuando uno es pibito le quedan las cosas grabadas a fuego. ¿Qué te acordás de esa época? ¿Qué guardás en el alma?
-Me acuerdo de andar a caballo con mi hermano. De jugar al fútbol y relatar partidos imaginarios. Poníamos dos pulóveres que hacían las veces de poste. Uno atajaba y otro pateaba y nos pasábamos mil horas. Y cuando íbamos a la casa, que no se nos ocurra estar sentados, había que estar haciendo algo. Estaban mi abuela, mi tía abuela. Me hiciste acordar al olor de las empanadas caseras de acelga. Que las hacían con la cocina que todavía tengo, una Istilart Número 3, que se hacía en Tres Arroyos, tiene más de cien años.
-Pasó el tiempo y te fuiste a estudiar, elegiste agronomía. ¿Por qué la elegiste? ¿Tenías un plan B? ¿Fue lo que imaginaste la carrera?
-Nunca tuve dudas que iba a ser cuando sea grande, iba a ser ingeniero agrónomo. Siempre lo pensé. No había un plan b. Yo nací en el 66, y cuando el tío que estaba en el campo era ya mayor, le dije que cuando sea grande iba a ser ingeniero agrónomo, y que el campo no iba a ser una tapera, y que iba a salir en los diarios, eso le dije. El falleció en el 83 y en el 84 yo estaba haciendo el curso de ingreso en la facultad de agronomía en Balcarce. Nunca tuve dudas de qué iba a hacer. Después hice tantas cosas dentro de la agronomía. Trabajé en compañías, en agricultura, en ganadería, cosas tan diversas que hoy, cuando hablo con chicos, estudiantes, les digo que es una carrera extraordinariamente diversa, mucho más amplia de lo que uno se imagina, con muchísimas posibilidades.
-¿Trabajaste de otras cosas mientras estudiabas?
-Siempre tuve claro el privilegio que era poder estudiar sin trabajar, porque mis padres podían bancarlo, pero yo trabajaba para tener mis cosas, porque quería. También fue un privilegio poder estudiar en el marco del INTA Balcarce, con profesores de lujo, en un marco rural. No me arrepiento para nada. Y sí, trabajé en otras cosas. Uno de los trabajos que hice fue de peón de albañil en una obra en construcción, me gustaba todo lo que era esfuerzo, iba al gimnasio. Y otro trabajo que tuve fue apuntador en el puerto de Quequén. Iba a la mañana temprano al puerto, si faltaba gente me llamaban, porque estaba de suplente, y tenía que anotar cuantas lingadas de tronco iban, la patente del camión, etc. Me sorprendía lo bien que se ganaba, por seis horas de trabajo, y te pagaban de contado. Y tan bien ganaba que tenía una moto, y pude pagarme en un momento un viaje en moto al norte, tenía una Honda 400 y me fui hasta cerca de Bolivia. Cosas de aquela época, sin GPS, ni celular, ni Google maps, pero con la ilusión de la libertad y el orgullo de habérmelo podido pagar yo mismo.
-¿Qué legado recibiste de tus viejos?
-Mamá murió hace dos años, papá tiene 90. Y lo que me han dejado es la cultura del trabajo. Me crié viendo a mi mamá con una vocación docente trabajando y mi papá que hacía horas extras para hacerse la casa. El llegaba a las 10 de la noche del Banco y terminó haciéndose su casa. con mi hermano a los 8 años nos ganábamos un mando lijando autos en un taller mecánico. No era explotación infantil, nosotros estábamos felices. Mi viejo estaba a 50 metros. Eso fue lo principal. En estos tiempos de tantas discusiones bipolares, de izquierdas y derechas, blancos y negros, en ese mundo yo nunca me sentí incluido en eso, para mí la vida es multicolor y tiene matices. A veces se piensa mal de los que trabajan en el estado. Yo siento, que suerte que tuve viejos que trabajaron en el estado, porque ellos honraron el trabajo. Hoy me doy cuenta de que tengo que hay que dejar los dogmatismos de lado, uno puede trabajar en el estado y hacerlo honradamente, como ellos. Y trabajar en lo privado y hacerlo mal.
-¿Qué te gusta de lo que hacés? ¿Qué disfrutas?
-Hoy disfruto el hecho de levantarme a la mañana, tener una ducha de agua caliente, cosa que no tenía cuando recién me había ido al campo. Disfruto de tener conectividad. Mezclar cosas viejas con nuevas en la casa. Cuando uno lleva más vivido de lo que le queda por vivir, empieza a vivir más despacito y valora más las cosas. Casualmente esta semana anduve con varios problemas en el campo, antes me lo tomaba con enojo, y ahora lo trato de resolver minuto a minuto, sintiendo que tengo la suerte, el privilegio de hacer lo que me gusta, que en la Argentina de hoy es muy importante. A veces los productores somos muy quejosos, a veces con razón, obvio, pero yo siento que tengo más para agradecer que para reclamar, por eso me levanto pensando que voy a tener un buen día, como dice Serrat.
-¿Qué cosas has logrado en este camino que no te imaginabas?
-Yo me he hecho bastante adicto a la frase que cita Galeano sobre lo que es la utopía. “Es esa línea que está en el horizonte que cuando te acercás 10 metros ella se aleja 10 metros y si te acercás 5 se aleja 5. ¿Entonces uno le pregunta, para qué sirve si nunca la va a alcanzar? “Para caminar”, dice. Yo, la verdad, soy un coleccionista de fracasos. Ojo, no hago apología del fracaso, pero en el mundo donde se cuentan todas las ganadas, son todos casos de éxito, yo puedo decir que soy exitoso cuando tengo gente que me aprecia, seguramente hice menos cosas de lo que imaginaba, y he viajado y hecho cosas, pero siempre quiero volver al campo. Yo pensé lo que vi en otros países, producir y tratar de vender con marca propia, pero no como una megaempresa, sino como algo gourmet, pensando en los últimos años de mi vida. Así empecé hace 10 años con los wagyu. Fui haciendo varios pasos, me faltan otros, no es tan sencillo salir a vender. Lo bueno es que ya me falta muy poco.
-Vivís en el campo, cada vez quedan menos…
-Yo siento que el éxodo rural es inexorable, acá y en el mundo. Entonces, yo lo veo como una oportunidad, porque los que vivimos en el campo cada vez somos menos, somos lo raro, entonces si sabemos contar lo que hacemos y donde vivimos, pero con alegría, con colores, con situaciones del día a día, con problemas y soluciones, pero no con la queja, que ojo, es parte, pero para la gente que no es de campo, le contás qué hacés y vendés un producto, “la vida de campo”, hay gente que ya lo hace, y poder vender un producto genuino, de calidad. Y en esto, más allá de que tiene que ser rentable, porque si no me fundo, hay una rentabilidad del alma, la satisfacción de hacer lo que hacemos, esa rentabilidad que cuando te vas a acostar sentís que por ahí no ganaste plata pero te hace bien. Como en la película de Rocky, el tema no es cuántas veces te golpean sino cuántas te levantás. Hay que encontrar el límite entre la garra, el corazón, la pasión y la necedad.
-Arranquemos con el pin-pong de El Podcast de tu Vida, ¿Tenés algo por fuera del trabajo que te resetee, que te divierta, te saque de la cotidianeidad?
-Ahora hace siete años estoy en pareja con Karina. Pero nunca me casé ni tuve chicos, con lo que me hubiera gustado, y quizás por lo adicto que he sido a la profesión durante mucho tiempo. No me llamaba la atención otra cosa. Hoy trato de que me quede tiempo para hacer cosas que me gustan como viajar, la fotografía, estoy en una edad que tengo muchas reuniones con amigos. Hablo cosas que no son de campo, cosa que antes era difícil que se diera.
-¿Algún lugar, país o ciudad que hayas conocido y te haya gustado?
-Conocí Israel, España, apasionante. Estados Unidos nos fuimos en motor home con amigos y recorrimos bastante, Canadá.
-¿Algún país, lugar, ciudad que te gustaría conocer?
-No conozco Italia, por ejemplo. Yo soy Almassio, ascendencia italiana, y ahora me vinieron las ganas, por mi hermana que está haciendo la ciudadanía, me enteré de que mi bisabuelo vino de un pueblito cerca de Milán. Cosa que nunca jamás me había interesado hasta hace muy poco.
-¿Qué desayunás?
-Ahora estoy tratando de mejorar. Fui a un nutricionista porque no fumo, tomo poco, pero la comida… bueno… tenía kilos bastante demás… y Karina me tiene cortito en el buen sentido, y me ayuda para tratar de estar mejor y disfrutar lo de vida que me quede por delante. Antes tomaba el mate y salía. Ahora trato de comer algunos frutos secos, huevo, dejé las harinas, cosa bastante complicada. Me ordené un poco.
-¿Libros, series, películas? ¿Por dónde vas?
-Me hice fanático, de hecho, tengo extractos como para hacer un taller, es con la serie “Yellowstone”, de Kevin Costner, y las precuelas, 1883 y 1923. Son impresionantes, super recomendables, sobre todo para quienes tengan que ver con el campo. Y después lo que me gusta seguir son cosas de viajes. Hace años sigo a Pablo Imhoff que anda en moto de Argentina a Alaska, y todos domingos tiene su capítulo. Y después gente que viaja, esa gente que un día decidió dejar todo y empezar a viajar.
-¿Si pudieses tener un super poder cuál te gustaría tener?
-Me gustaría ver la Argentina de otra manera. Apretar un botón y que nos pareciésemos, aunque sea a Uruguay. A mí no me va mal. Pero es difícil vivir en un país así.
-Si pudieses viajar en el tiempo, te tomás el Delorean, el auto de “Volver al Futuro”, ¿A dónde vas?
-Me gustaría volver a estar con mi mamá un ratito… (se emociona). Viste, yo hago una analogía con las vacas. Cuando uno hace un destete precoz de los terneritos el ternero se acostumbra rápido. Cuando es tardío, le cuesta un montón, 5-6 días a los gritos están. Y cuando uno tiene la suerte de tener mi edad y tener a los padres hasta tan grande, se acostumbra tanto, y mamá se fue hace dos años, es muy muy difícil. Por eso, volvería un ratito a disfrutarla.
-Bueno, cerremos con un tema musical. ¿Qué elegís?
-Ufff… tengo una diversidad tan grande en mi playlist. Desde José Larralde, que lo admiro, y lo he ido a ver, y fue lo más grande, hasta Coldplay, pasando por música country norteamericana. Si tuviera que elegir una, te digo, para escuchar en la ruta, “Someone you loved”, de Lewis Capaldi. La música es muy linda, la letra es un poco triste. Pero me gusta.
-Gracias.
-A vos. Hace de cuenta que fui al psicólogo (se ríe). La pasé bien y espero que los que hayan llegado hasta acá la hayan pasado bien también, escuchando la vida de un tipo común que hace lo que le gusta.