José María Cano vive en Tandil, es ingeniero agrónomo y lleva adelante un tambo donde también hacen turismo rural. Hace unos días mandó una carta a varias entidades del sector con un pedido que puede sonar curioso: dejar de usar el término “explotación agropecuaria” y cambiarlo por Unidad Productiva Agroalimentaria.
-¿Por qué le suena mal “explotación agropecuaria”?
-Mejor yo le pregunto a usted: ¿a qué le suena ´colaborar´? ¿Acaso a ´cooperadora´?
-Sí… colaborar, cooperar… va por ese lado.
-Y bueno, es que toda palabra tiene una imagen detrás de un sonido que te lleva a una idea asociada. Entonces, “explotación”, ¿a dónde nos lleva?
-Claro, es un tema de lo connotado y acá “explotación” no suena muy bien. ¿En qué momento le empezó a hacer ruido esta palabra?
-Arranqué a estudiar agronomía y al poco tiempo me crucé con una camioneta 0 km en Tandil que decía “Explotaciones Agropecuarias”. Recuerdo que estaban pintadas en las dos puertas con mucho orgullo y me quedé casi mudo, pensando: ¡Qué arriesgado!
-¿Siente que es una palabra que agranda la grieta?
-No, porque la usamos nosotros mismos en el sector sin darnos cuenta. Nos pasamos horas y horas hablando de la salud del suelo y el ambiente, de las posibilidades de prácticas regenerativas, del trabajo en equipo, de la agricultura familiar campesina, de simbiosis biológica dentro del suelo, de fotosíntesis y otros tantos temas que de verdad siento que están alejados de la palabra explotación.
-¿En lo cotidiano, lo habló con colegas? ¿Qué le dicen?
-Cuando les hago esta observación a los colegas me dicen que el término está aceptado por la FAO, y yo les digo: “¿Y, qué tiene que ver, no te suena mal?”.
-Y, es que cuando algo está legitimado por una organización de muchos años cuesta más cuestionarlo.
-Pero yo me pregunto, con tantos buenos comunicadores que hemos tenido dando charlas, ¿por qué nunca se planteó este tema? Hoy más que nunca creo que Latinoamérica juega un rol fundamental en prácticas de conservación de suelos, donde Argentina es líder, y en esta nueva etapa donde empezamos a hablar en todas las instituciones de regeneración podemos concluir fácilmente que no tiene nada que ver con explotación.
-¿Cómo fue el clic para pasar a la acción y proponer cambiar esta palabra por otra?
-En 2020 salió una propuesta de relevamiento a nivel de Ministerio de Desarrollo Agrario provincial sobre productores agroecológicos ponían a estas prácticas como bandera de trabajo. Allí se hablaba de explotaciones agropecuarias y eso me activó a pensar que el impulso de una buena acción como la agroecología no tenía nada que ver con explotación. Es un verdadero contrasentido, ya que uno busca regenerar el suelo, incrementar biodiversidad, y la otra es puramente extractiva, se refiere a abusar, sacar, aprovechar.
-Ese fue el empujoncito final, entonces…
-Sí, porque fue entonces cuando decidí enviar al Ministerio una nota sugiriendo el cambio de ese término por Unidades Productivas Agroalimentarias. Pero seguramente fue un pedido aislado porque no obtuve respuestas; eso me llevo a compartir la idea con distintos actores de nuestro sector.
-¿A quién le está haciendo hoy la propuesta con la carta que escribió?
-A instituciones públicas y privadas del agro con un asunto que dice “Sugerencias de Lenguaje Amigable para nuestro sector”. El objetivo central es ponerlo en mesa de debate; por ahí somos varios los que pensamos igual y podemos llegar a impulsarlo con más fuerza.
-¿Recibió alguna respuesta hasta ahora?
-Sí: en varios casos están analizando el tema en sus comisiones directivas. El jueves pasado tuve la alegría que en una ordenanza municipal de mi ciudad, Tandil, se consideró elegir la palabra “producción” en vez de “explotación”; creo que son granitos de arena.
-¿Qué efectos considera que puede tener cambiar “explotación agropecuaria” por “Unidades Productivas Agroalimentarias”?
-Creo que nos pone en un lugar más justo porque somos productores primarios de la cadena agroalimentaria. Fíjese que durante la pandemia el sector agropecuario siguió trabajando, las vacas continuaron eructando y nos dimos cuenta, “aunque mi amigo Bill Gates no lo quiera”, que el problema de contaminación, cambio climático, etc. etc. tiene más que ver con nuestro modo de vida que con las vacas. También surgió el valor de los alimentos generados en cercanía y cobro muchísima más importancia el producir los alimentos sanos, con mayor información del camino que recorren desde su producción hasta la mesa. Debemos aprovechar este punto de encuentro.
-Usted que le da importancia al uso de las palabras, ¿de qué forma le parece que el lenguaje crea sentido?
-Hace un tiempo en una capacitación CREA pude realizar un intercambio con Emilio Duro, sociólogo español. Allí analizamos en reto a un niño donde no es lo mismo decirle: “Si hacés tal cosa papá no te quiere más” que “A papá no le gusta que hagas estas cosas”, donde no queda en duda el sentimiento de querer a un hijo. Si cerramos los ojos y yo le digo: “No piense en un elefante blanco”, usted pensará en eso inmediatamente. Volviendo a “mi amigo Bill”, él instaló el tema de las emisiones de la vaca, cuando cada vaca emite 2 a 4 toneladas de Carbono (CO2 eq), mientras que nosotros con nuestra vida cotidiana emitimos 13 a 18 tn CO2 eq. ¿A cuánto tiempo estamos entonces de que nos digan que además somos explotadores seriales y que los alimentos sintéticos son la solución?
-Viendo este panorama, ¿por qué cree que en el sector parece no dársele importancia a los temas de lenguaje?
-Creo que hace un tiempo el significado de las palabras no era tan importante como ahora donde cobran sentido, marcan tendencias y nuestros hijos nos corrigen a cada paso porque para los jóvenes este tema sí es importante. Muchas veces no tener tiempo para detenernos a pensar y la inmediatez de las acciones diarias para superar la línea de costos juega a favor de dejar las cosas como están.
-En esta línea, y separándolo del sesgo político, ¿qué opinión tiene sobre el lenguaje inclusivo?
-Está allí, es un movimiento que se va dando. Empezamos a tener amigos, hijos, alumnos y colegas que le encuentran sentido a hablar de una manera diferente y entonces, si puedo agradar con una adaptación de mi lenguaje, no me parece mal.
-¿Le parece que hablar de otra manera puede ser uno de los puentes entre la ruralidad y lo urbano?
-La palabra es “hablar”. Como sea y de todas las maneras que sean posibles: nos merecemos comunicarnos más y mejor. He propuesto en otras notas que tengamos la posibilidad de abrir nuestras tranqueras a la comunidad.
Excelente es tiempo de que cambiemos nuestras formas de expresarnos, felicitaciones