En los últimos días hemos se han publicado los primeros balances sobre la producción y el consumo de carne vacuna, carne aviar y carne porcina en la Argentina correspondiente a 2021.
Bichos de Campo se hizo eco de algunos de estos informes: Por ejemplo, uno de la Cámara de la Industria de la Carne (CICCRA) afirmaba que con una fae4na de 12,07 millones de bovinos el año pasado, la producción de carne vacuna había sido de menos de 3 millones de toneladas. O más exactamente de 2,977 millones, un 6,1% más chica que la de 2020.
También dimos cuenta de un informe del consultor especializado en cerdos Juan Luis Ucceli, quien estimó que la producción de carne porcina había crecido 7,4% en el mismo periodo, ya que como fruto de la faena de 9 millones de capones se lograron colocar en el mercado casi 850 mil toneladas de ese tipo de carne.
Es decir que el sector porcino produjo 1 kilo por cada 4 kilos de carne vacuna. Y mientras una caída, la otra mantenía un crecimiento constante desde principios del milenio.
Con estos guarismos, va quedando claro que la carne porcina es cada vez más importante para los argentinos y que, de a poco, va acercando posiciones con la carne vacuna. Lo mismo y todavía más sucede con el pollo. Su producción se ubicaría en 2021 en 2,2 millones de toneladas.
Los consumos de las tres carnes también se están acercando. El año pasado cerró con un consumo cercano a 48 kilos per cápita por año para la carne vacuna, de más de 45 kilos por habitante para la carne de pollo, y de 16 kilos por argentino para la carne de cerdo. Queda claro que los argentinos hace rato que comemos más pollo y cerdo que carne bovina, históricamente la preferida y más difundida.
El consumo de cerdo ha crecido sin prisa y sin pausa. El pechito de cerdo o la bondiola ya resultan opciones aceptadas para meter sobre la parrilla en los tradicionales asados. Hasta la milanesa de cerdo, hecha a partir de otros cortes del capón se ha aceptado culturalmente y comenzó a ser ofrecida por cientos de carnicerías de barrio.
Y sin embargo, y aquí viene el sentido de esta nota, la carne porcina no se incluye todavía a la hora de medir la inflación minorista. Es decir, el INDEC no la toma en cuenta a la hora de construir el Índice de Precios. La ignora. Quizás siga pensando que aquí el consumo es minúsculo y poco significativo.
En cambio, la carne de vacuno es un elemento central en la canasta alimentaria que toma en cuenta la medición oficial, y por eso impacta tanto en la confección del IPC cada mes. Por eso también los gobiernos saltan como leche hervida a toquetear los mercados ganaderos y a limitar exportaciones cuando se elevan los precios del bovino en las carnicerías.
Dicho de otro modo: cada argentino ya consume 1 kilo de carne de cerdo por cada 3 kilos de carne vacuna que engulle. Pero el INDEC ignora al porcino de la medición de precios mientras que sobreestima a la carne vacuna. Con el pollo pasa algo parecido, pero al menos aparece el precio del pollo entero eviscerado en la factura de la inflación. Al menos no se lo excluye como al cerdo.
Nos enteramos de este evidente contradicción leyendo la última editorial escrita por Daniel Urcía, que es el presidente de FIFRA, otra cámara de la industria frigorífica tradicional, la bovina.
Hablando de la faena de cerdos, Urcía confirma “la tendencia de crecimiento” de los últimos años, y reflexiona: “El aumento de la faena de la especie porcina tiene su correlato en la aceptación e inclusión en la preferencia de consumo doméstico” de ese tipo de carne.
“Por eso insistimos en que con una participación de la carne porcina de casi el 20% sobre el consumo total de carnes, debe ser incluído por el INDEC este dato para el relevamiento de precios que conforman el Índice de Precios al Consumidor”.
Y sí, se cae de maduro.