Esta semana, según datos oficiales al 15 de octubre, las agroexportadoras acumularon declaraciones de ventas al exterior (DJVE) por más de 9 millones de toneladas de trigo de la campaña 2021/22, es decir de un cultivo que recién ahora se está comenzando a cosechar en las provincias del norte. Esto implica que las cerealeras ya anotaron a cuenta embarques por la mayor parte del “saldo exportable” de trigo nuevo (la mayoría sin cosechar) que va a estar disponible. Se abren las apuestas… Después de haber puesto límites a los negocios con maíz, ¿Cuánto tiempo tardará el gobierno en ponerles un cepo nuevo a las exportaciones de trigo?
El problema ahora no es el trigo “viejo”, que se cosechó el verano pasado y también se vendió como pan caliente. En ese caso, desde hace rato hay un “pacto no firmado” entre los funcionarios de Agricultura, los exportadores y la industria molinera para no declarar más exportaciones de las que se pueden realizar sin comprometer el abastecimiento en el mercado interno. En agosto incluso se hizo una revisión y se aceptó estirar un puchito más las DJVE disponibles, que fueron cerca de 10,5 millones de toneladas. Esto permitió llegar al “acople” con la nueva cosecha más o menos sin sobresaltos.
Pero las cerealeras, para no aburrirse, comenzaron a anotar en los últimos meses una gran cantidad de negocios con trigo nuevo, que es el que se cosechará a partir de ahora y hasta bien entrado el verano. La analista Paulina Lescano tomó el dato oficial de que ya llevan declarados 9 millones de toneladas del cereal 2021/22 y lo comparó con los registros del año pasado, que eran de la mitad, 4,5 millones de toneladas. Es decir que si el año pasado las grandes exportadoras manejaban a 100 km/hora, ahora lo están haciendo a 200 km/hora.
Solo en diciembre hay comprometidas DJVE por 2,5 millones de toneladas. Y para enero de 2022, en plena cosecha, se deberán exportar casi 3 millones.
Si sucediera que un temporal infernal destruyera todo el trigo que está creciendo en los campos de la Argentina o que Cristina enviara una carta ordenando a La Cámpora quemar todos los cultivos (las dos cosas suenan improbables, pero en este país nunca se sabe), la Argentina no tendría el grano disponible para cumplir sus compromisos. Sería una tragedia: las cerealeras deberían salir a importarlo de otros países para cumplir sus contratos.
No sucederá, se supone. Y la Argentina tendrá una oferta más que interesante del cereal para cumplir con estas 9 millones de toneladas ya comprometidas y todavía exportar un poco más. El gran interrogante es cuánto más.
Para trazar algún escenario posible, Paulina resto las 9 millones de toneladas de trigo ya declaradas para exportación contra el saldo exportable que calculó el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), en torno a 13,5 millones de toneladas. De allí surge entonces que ya se exportó el 66% del trigo sin cosechar, y que solo quedaría un 33% para hacer nuevos negocios.
En las últimas horas, un pronóstico de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) dio crédito a esta posibilidad al calcular que la Argentina podría cosechar un total de 20,7 millones de toneladas de trigo este verano. Como usualmente se estima el consumo doméstico entre 6,5 y 7 millones de toneladas, y 500 mil toneladas se reservan para semilla, este escenario permite pensar en un saldo exportable cercano al planteado por el USDA, de 13,5 millones de toneladas. La estimación de la BCR se basa en que las últimas lluvias fueron muy oportunas y permitirán redondear un rinde promedio de 31,5 quintales por hectárea.
Pero hay otros analistas mucho más cautelosos que recortan estos pronósticos de producción y por ahora creen que el saldo exportable se ubicaría más cerca de las 12 millones de toneladas. Esto es, entonces ya se habría consumido cerca del 75% del cereal que estará disponible.
El Ministerio de Agricultura local es mucho más cauteloso (cobarde, dirían algunos) que su par estadounidense y no ha lanzado todavía un pronóstico sobre la cosecha 2021/22, a pesar de que esta tarea ya se inició. Pero en su estimación mensual de un mes atrás estimó la demanda interna en cerca de las mencionadas 7,5 millones de toneladas.
Como sea, quedó planteado un escenario casi insólito, en el que la Argentina ya agotó prácticamente todo el saldo de trigo que tendría para exportar en 2022, pero que todavía ni cosechó. Las grandes cerealeras, una vez más, se anticiparon a marcarle la cancha al resto de los operadores. Parece inevitable que en algún momento -más pronto que tarde- será necesario volver a cerrar el Registro de DJVE, como ya sucedió la semana pasada con el maíz, donde se alcanzó el saldo exportable teórico de 38,5 millones de toneladas y se cerró la puerta cuando faltan todavía 5 meses para la nueva cosecha.
En toco caso, con el final cantado, las apuestas van atinarle al momento justo en que se producirá esta intervención (¿será en noviembre, en diciembre, o en enero?). También se ponen fichas sobre la manera en que se producirá. Es decir, si será disimulada y amable como fue durante el último ciclo agrícola. O por las malas, como ahora le gusta ejercer al gobierno kirchnerista, despojado casi por completo de albertismo.
Preguntas incómodas ¿Por qué para el maíz sí pero para el trigo no?