En Pellegrini, provincia de Buenos Aires, dos familias se asociaron y están incursionando en el rubro avícola con la idea de transformar los granos que producen en proteína animal. Así fue como comenzaron con la idea de gallinas felices, pero con un sistema levemente diferente a los que ya se están conociendo.
“Somos una empresa que produce maíz, soja, girasol, girasol confitero, cebada y trigo en 4.000 hectáreas alquiladas”, detalla Pedro Radio Brandoni, ingeniero agrónomo”. El fuerte es el girasol que se distribuye entre confitero y aceitero. El nombre de la empresa es Elguero Sa, que significa tierra cultivable en vasco.
Con ganas de desarrollar una nueva unidad de negocios, que llamaron Güenos Huevos, observan que existe un mercado donde se valora la producción de huevos de gallinas que están en libertad, y viendo que en muchos campos donde producen los granos hay infraestructura ociosa y personal con tiempo disponible, deciden encarar algo novedoso. Y a la vez con un fin social también, que es darle un ingreso extra a la familia que vive en el campo, promoviendo el arraigo rural.
A partir de esto implementaron un esquema donde las gallinas que integran los planteles son de genética alemana, raza Lohmann Brown. Hoy tienen 2.500 gallinas repartidas en 3 módulos ubicados en 2 establecimientos de Pellegrini y 1 de Trenque Lauquen. Estos módulos son instalaciones en desuso que suele haber en los campos y es una forma de aprovecharlas y reconvertirlas.
Ahí está la diferencia con otros planteos: no se trata de gallineros móviles sino de, por ejemplo, galpones que han quedado sin utilidad, donde se ponen funcionales mediante protocolos que desarrollaron cumpliendo las exigencias de espacio requeridos por gallina, metros lineales de agua y cantidad de comederos, como así también los metros exteriores para que los animales anden libremente..
“Cada módulo está a cargo de una familia, por eso decimos que capitalizamos gallinas, y nos integramos con las familias: nosotros damos el alimento, los nidales, el conocimiento de manejo , la iluminación, los maples y las gallinas, y la familia pone la infraestructura, la mano de obra, la luz y el agua”, resume Pedro.
Las gallinas ponen un huevo por día y el alimento lo fabrica la misma empresa con maíz, expeller de soja y de girasol y lo hacen por canje: entregan un equipo de girasol para elaborar aceite y se les devuelve el expeller, sumado a una fuente de calcio y núcleo de calidad. Todo está perfectamente calculado. Compraron las gallinas a las 16 semanas de edad, realizaron la adaptación y a las 20 semanas ya empiezan a poner huevos. Vienen vacunadas y con un plan sanitario específico para la raza.
“Nos interesa el bienestar animal, ya que las gallinas pueden pastorear, y fomentar el arraigo de las personas en el campo, que no migren a las ciudades, que las gallinas sean un complemento de la economía familiar de quien las tenga. Queremos seguir sumando módulos en distintos lugares del país y obtener un huevo de calidad para poder llegar a otros mercados que lo valoren”.
Pedro cuenta que la idea surgió porque vio que hay una tendencia muy fuerte en Europa a prohibir las jaulas en pos del bienestar animal y que esto también iba a llegar a la Argentina y que era una buena idea. También influyó, quizás, el hecho de que haya trabajado 6 meses en Costa de Marfil y Sierra Leona, una experiencia que fue determinante y le cambió la forma de ver el mundo.
“África me cambió la vida… ves esa realidad y te das cuenta de un montón de cosas, es muy fuerte, aprendes a valorar muchas cosas. Agradezco haber tenido la experiencia porque me abrió la mente. África es hermosa, hay que ir y estar ahí para vivirla”.
“En este planteo las gallinas andan libres, donde son atendidas por las personas que viven en el campo (modulo), manejadas bajo un protocolo donde tratamos de que la gallina pueda desarrollar su potencial y cuidando su bienestar. La idea es llevar una vez por semana los huevos a Ciudad de Buenos Aires, apuntando a venderlos a un precio superior al del huevo convencional. Son 9 gallinas por metro cuadrado para cumplir con el estándar de gallina sin jaula y en el exterior una gallina por cada 4 metros cuadrados”.
“Trabajamos con un veterinario, Bernardo Kojic, que nos dio una mano grande en el armado de los protocolos e hicimos charlas de capacitación con los responsables de los módulos”, explica Pedro. “Nos dan ganas de realizar estos proyectos para que la gente pueda desarrollarse y crecer económica y personalmente”.
Jorge Vives es uno de estos productores de gallinas que se asoció al proyecto. “Vi un video en Facebook que hizo Pedro y al tiempo alguien me habló de esta posibilidad, así que me puse en contacto y en seguida arrancamos”, describe.
“Hasta ahora la experiencia es muy buena, al vivir toda la vida en el campo siempre tuvimos gallinas aunque nunca en gran escala como ahora, que son 1200. Si el negocio va bien como parece, a futuro queremos construir otro galpón e incrementar la cantidad de gallinas pero lo iremos viendo paso a paso porque vivimos en un país que cambia de un día para el otro, así que a largo plazo mejor no proyectar”.