Felipe Alonso es doctor en Biología y miembro de la Fundación Killifish, donde, junto a otros colegas, se dedica al estudio científico, la conservación y popularización de los peces killis.
El nombre killi proviene de los inmigrantes holandeses que llegaron a la costa este de EE.UU. y aplicaron esa palabra para nombrar a pequeños peces que habitaban en dicha región. Con el tiempo su uso se fue extendiendo a otras especies por medio del acuarismo y hoy es un nombre genérico aplicado a más de 1000 especies de peces del orden Cyprinodontiformes.
En Argentina los killis estacionales se encuentran distribuidos en la región chaco-pampeana por debajo de los 450 metros sobre el nivel del mar, desde el sur de la provincia de Buenos Aires hasta Misiones y el Chaco salteño. Y el productor agropecuario puede hacer mucho para conservarlos.
-Los killis son peces estacionales que crecen espontáneamente en charcos de agua dulce. ¿Es correcto?
-Hay más de mil especies de “killis” o “killifish” presentes en casi todos los continentes, a excepción de la Antártida y Oceanía. No todos viven en charcas estacionales, de hecho, la mayoría de las especies habita ambientes acuáticos permanentes. De todos los killis que hay, unas 300 especies aproximadamente viven en las planicies de África y Sudamérica.
-¿Qué características tienen?
-Las especies americanas están dentro de la familia Rivulidae y son pequeños peces que raramente superan los 10 centímetros de largo. Los machos suelen ser coloridos y vistosos, de ahí que sean muy codiciados por los acuaristas, en tanto que las hembras suelen ser de colores grises a marrones.
-¿Se relacionan de alguna forma con la producción agropecuaria?
-Muchas veces se encuentran en los denominados “tajamares” que realizan los productores agropecuarios para darle de beber a los animales que, si bien son ambientes artificiales, generalmente se hacen en zonas anegables donde suele haber killis estacionales. La interacción con la ganadería en densidades no muy altas es bien tolerada por estos peces, en cambio, la agricultura intensiva, como el cultivo de soja, suele tener impactos profundamente negativos, ya que muchos de estos ojos de agua desaparecen o si quedan muy cerca de los cultivos la fumigación termina eliminando esas poblaciones. La principal amenaza para su conservación es esa, por lo que creo que es fundamental el apoyo de los productores, ya que pueden hacer una gran diferencia a futuro en la supervivencia de estos peces.
-¿Cómo sobreviven los que viven en humedales temporarios que se llenan con las lluvias?
-Tienen adaptaciones. Por ejemplo, sus huevos son resistentes al desecamiento, quedan enterrados en la tierra durante la temporada seca y luego eclosionarán cuando el charco se llene nuevamente en la época húmeda. Por esta razón es común que la gente en el campo atribuya su aparición a que estos peces “caen con las lluvias”, explicación que notablemente se da tanto en diversos pueblos de América como de África. Además, estos huevos pueden entrar en estados de dormancia, algo único en vertebrados, denominado “diapausa”, donde el metabolismo baja muchísimo y lo mismo el consumo de oxígeno, por lo que los huevos pueden sobrevivir enterrados en estado más de un año.
–¿Cómo hace el productor agropecuario para identificarlos?
-Si observan charcos temporarios dentro de sus campos donde aparecen pequeños peces, seguramente se trate de estas especies. En tal caso puede contactarnos y nosotros podemos decirles qué especies tienen y pensar juntos formas de manejo compatibles con la producción agrícola.
-¿Son de crecimiento rápido?
-Muy rápido. Porque como generalmente esos charcos duran solo pocos meses, tienen otra adaptación notable que consiste en crecer muy rápidamente y alcanzar la madurez sexual, siendo de hecho un killi africano el vertebrado qué más rápido la alcanza en sólo dos semanas desde la eclosión. Los adultos no sobreviven a la desecación de sus ambientes, pero la supervivencia de sus poblaciones está garantizada por los huevos que entierran en el fondo del charco mientras esté con agua.
-¿Por qué usted se ha dedicado a estudiarlos?
-Me crie en el campo, en la zona de Yungas en Salta y desde chico me han apasionado los peces; pasaba horas observándolos en el arroyo y luego en mi casa. Con el tiempo empecé a tener acuarios y luego cuando empecé a estudiar biología. Me sorprendió que era muy poco lo que sabíamos sobre las especies de Argentina y que acá nadie estudiaba estos peces, a diferencia de lo que pasaba en Brasil o Uruguay, dónde hay una larga tradición de científicos abocados a este grupo. Así me contacté con un gran amigo, Pablo Calviño, un gran conocedor y estudioso autodidacta de este grupo de peces, y con él empezamos a trabajar juntos, y luego se nos sumaría Ignacio García, quien estudiaba Biología en La Plata. Juntos fuimos constituyendo un grupo de investigación sobre estos peces que fue creciendo e incorporando otros miembros y que actualmente estamos trabajando en una fundación.
-¿Por qué es importante conocer y proteger a los killis?
-Nos permiten poner en valor un tipo muy particular de ambientes que son los humedales temporarios donde, además de los killis, viven un montón de especies que son exclusivas de esos ambientes, como insectos o crustáceos. Estos humedales temporarios son particularmente vulnerables, ya que en general son charcas muy chicas, de poca profundidad y muy fácilmente modificados, ya sea rellenándolos o canalizándolos para transformarlos en tierras productivas. Esto ha llevado a la extinción a muchas especies de killis y ha hecho que sean uno de los grupos más amenazados de peces de agua dulce de Sudamérica. De hecho, Austrolebias wichi, una especie que describimos nosotros hace poco, endémica del chaco salteño, está en peligro crítico de extinción por esta causa, dónde los charcos que habita están modificados por canalizaciones y rodeados de plantaciones, principalmente de soja. Esto último también afecta indirectamente a los charcos aledaños, ya que las pulverizaciones que se realizan en esos cultivos eliminan la vegetación de estos charcos, lo que finalmente destruye ese ecosistema.
-¿El productor puede hacer cosas concretas para contribuir a su conservación?
-Desde ya. En el caso de la ganadería es cuestión de no cargar el ambiente demasiado, evitando un pisoteo excesivo del charco por parte de los animales; y en el caso de la agricultura tratar de evitar el rellenado o canalización de estos charcos y dejar un espacio de amortiguamiento entre el cultivo y el charco. A cualquiera que esté interesado en implementar este tipo de medidas pueden contactarnos para pensar juntos e incluso hacer un seguimiento y evaluar la efectividad de dichas medidas en el tiempo. Estoy convencido de que trabajando junto a los productores se pueden desarrollar formas de manejo que permitan la coexistencia de las actividades agrícolas con la vida de estas especies, sobre todo considerando que la mayor parte de la distribución geográfica de estas especies está en zonas con una incidencia muy alta de estas actividades, como la región chaco-pampeana.
Nota: Felipe es doctor en la UBA. Investigador Asistente de CONICET en el Instituto De Bio y Geociencias Del NOA (IBIGEO) CONICET-Universidad Nacional de Salta (UNSa). Realizó su licenciatura en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires.