Quien piensa en la producción de quínoa suele remitirse mentalmente a las provincias del noroeste argentino, como Salta y Jujuy, que son las que concentran la mayoría de las plantaciones de este cultivo. Pero el INTA descubrió que en la cordillera neuquina, más precisamente en la localidad de Varvarco, la quínoa ha proliferado gracias al trabajo ancestral de poblaciones mapuches y criollas.
Frente a eso, investigadores del INTA comenzaron a trabajar en conjunto con esas comunidades para resguardar el material genético presente en la zona, estudiar la forma en que circula y aportar conocimientos para desarrollar su producción.
Dicha articulación demostró que las semillas de quínoa fueron obtenidas por intercambios comerciales o trueques de productores locales y, gracias al trabajo de los agricultores familiares, se logró una adaptación al clima local que permitió cultivarla para el autoconsumo.
“La introducción de esas semillas contribuyó a la seguridad alimentaria de las familias productoras en los períodos de escasez y la alimentación en base a ese cultivo es parte de la herencia cultural que logró asentarse en el territorio”, explicó Miryam Barrionuevo, técnica del IPAF Patagonia del INTA.
La especialista señaló que los materiales vegetales que se cultivan en esta zona tienen características fenotípicas y etapas fenológicas similares a las quínoas del centro de Chile y aseguró que las ferias “son un espacio social y cultural en donde se realiza el intercambio de materiales y conocimientos”.
Según el registro de la feria de intercambio de semillas de Zapala, en el año 2012 una de las participantes de Varvarco llevó semillas para intercambiar y de esa forma se estableció el primer contacto con las familias productoras de quínoa. Los agricultores manifestaron, en este sentido, que compartieron semillas por fuera del círculo familiar y local, ampliando el área de distribución de la quínoa hacia otros pueblos y parajes.
Si bien la quínoa se caracteriza por tener una gran adaptabilidad al medio, tolerancia a la escasez de agua y resistencia a distintas plagas, aportando un alto contenido en proteínas, calcio, fósforo, hierro y magnesio, las pequeñas familias productoras encontraron limitaciones para desarrollarlo durante los intensos períodos de sequía.
Para Alejandro Mogni, técnico del INTA Chos Malal en Neuquén, la baja producción actual de quínoa permite abastecer la demanda de las familias pero no generar excedentes para ofrecer en el mercado local. “Algunos productores reconocen que para mantener y aumentar la escala de producción de quinoa es necesario contar con maquinaria para la trilla y el escarificado de los granos”, indicó.
Frente a ese panorama, el trabajo del INTA viene siendo clave a la hora de analizar estrategias productivas que tengan en cuenta los aspectos culturales del cultivo en la región, de manera tal de contribuir a mejorar aspectos tales como densidades de siembra, el manejo del suelo y la sanidad.