Bioheuris, un empresa que utiliza biología sintética y edición génica para combatir malezas, y Gensus, el semillero chaqueño que produce semilla fiscalizada de algodón, anunciaron una asociación destinada a desarrollar en este cultivo variedades resistentes a herbicidas. No se apuntará a lograr transgénicos convencionales como alguno que ya existe en el mercado sino a variedades mejoradas mediante edición génica.
“Se trata del primer desarrollo de investigación con edición génica en algodón llevado adelante por dos pymes nacionales que unen sus esfuerzos para ofrecer nuevas tecnologías adaptadas al mercado local”, informaron los nuevos socios en un comunicado.
A diferencia de los eventos GM (que son genéticamente modificados incorporando un rasgo de otro cultivo o especie), la edición génica o CRISPR selecciona genes del ADN propio del cultivo. Suele utilizarse para “editar” un rasgo no deseado, anulando esa característica.
“Para introducir la nueva resistencia usaremos edición genómica, que en nuestro laboratorio nos permite cambiar en forma precisa y dirigida unas pocas bases del genoma de las plantas sin introducir ADN foráneo”, confirmó Lucas Lieber, el gerente general de Bioheuris. Esta empresa está radicada en Rosario, y se presenta como “un startup de biotecnología que desarrolla sistemas de manejo de malezas post GMO en maíz, soja, algodón, arroz, sorgo y alfalfa”. Sus investigaciones están avanzadas y de hecho a fines de abril hizo la presentación de una patente provisional en la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (USPTO).
El investigador recalcó que “estos cultivos no son transgénicos”, por lo que su aprobación regulatoria debería ser “más simple y rápida porque los cambios que estamos introduciendo pueden ocurrir en la naturaleza, aunque en baja frecuencia y ocultos a los ojos de nuestros científicos”.
Tratando de despejar temores sobre esta manipulación del ADN, el comunicado recuerda que la Argentina es “el primer país en contar con una normativa específica para productos obtenidos a través de estas tecnologías, un marco regulatorio modelo que ha sido replicado por los principales países del mundo”.
Gensus es una empresa local que maneja el ex semillero Genética Mandiyú, a la sazón la empresa que utilizó la ex Monsanto para introducir en el país la primera variedad de algodón Bt, allá por 1998. En la actualidad es la única firma del país que “ofrece semillas de algodón certificada, servicios de deslintado, tratamiento profesional de semillas y asesoramiento técnico a productores”.
“Esta alianza con Bioheuris se alinea con nuestro propósito como empresa de acercar la mejor genética y tecnologías a los productores de algodón y que se suma al convenio con INTA para la introducción de nuevas variedades”, indicó Pablo Vaquero, presidente de Gensus.
Tres semillas transgénicas para llevar más oxígeno al reavivado algodón
El mercado local de semillas de algodón, según los nuevos socios, “experimenta un fuerte atraso tecnológico en semillas, con sólo dos tecnologías OGM en variedades comerciales de algodón, ambas aprobadas en el país hace más de 20 años. Además, dijeron que de los cuatro eventos de resistencia a herbicidas en algodón disponibles en el mundo, los productores argentinos sólo pueden aprovechar uno, de resistencia al glifosato.
Eso sin contra con una variedad difundida por el territorio algodonero, que nunca fue aprobada por los organismos regulatorios.
“Este es uno de los factores que explican que los rendimientos en algodón estén muy lejos de los obtenidos por los principales productores como Estados Unidos, Brasil y Australia”, explicaron.
¿Y por qué sería bueno contar con nuevas variedades resistentes a los herbicidas? Lógicamente para enfrentar las malezas sin dañar el cultivo del algodón. Al inicio del ciclo, el algodón es un cultivo de desarrollo lento que demora en cerrar el entresurco. Por lo tanto, es muy sensible a la competencia de malezas y presenta un extenso período crítico (ventana de tiempo durante la cual no debería haber malezas para que no se reduzca el rendimiento) que puede llegar a 10 semanas.
“Hay más de 20 especies de malezas de difícil control que pueden producir pérdidas de rendimiento mayores a 50% en este cultivo además de contaminar la fibra desvalorizando fuertemente la misma”, apuntaron los expertos.
El uso de agroquímicos en algodón está restringido a momentos muy específicos de su ciclo de cultivo. Por ejemplo, varios herbicidas que pueden aplicarse antes de la siembra matarían al cultivo si fueran aplicados después de ese momento. “Las tecnologías de resistencia a herbicidas justamente permiten aplicar estos herbicidas sin dañar el cultivo”, se explicó.
La “edición genética”, una nueva técnica que alborota a la industria semillera
Según Lieber, “con edición génica CRISPR es posible optimizar varios genes de resistencia en la misma variedad en forma rápida y económica. En comparación con otras alternativas comerciales, la tecnología que estamos desarrollando con Gensus aporta resistencia a herbicidas que se usan en baja dosis y que son más seguros para el ambiente y las personas”.
En concreto, la combinación de varias fuentes de resistencia permitiría a los productores utilizar mezclas químicas que retrasen la aparición de malezas resistentes, uno de los principales desafíos de la agricultura actual. En rigor, hay cerca de 40 biotipos de yuyos resistentes en la agricultura local, en especial al herbicida glifosato peor también a otros principios activos.