Wilmer Díaz es un ingeniero agrónomo nacido en Bolivia que en el año 2000 vino a la Argentina “con un brazo detrás y otro delante”, como él mismo define. Soñaba con fundar su propio proyecto hidropónico porque ya en su país había tenido una experiencia previa, produciendo frutillas. Pero no pudo hacerlo hasta muchos años después. Finalmente en 2017 logró comenzar a hacerlo en “El Campito”, en un predio de solo 3 hectáreas ubicado en Presidente Derqui, en el conurbano de Buenos Aire. Allí produce hasta 5 veces más de verduras de hoja de lo que se produciría en campo convencional. Y ahorrando el 90% del agua.
Díaz cuenta que arrancar con la hidroponia le llevó 7 años de preparación. En el emprendimiento utiliza la llamada tecnología NFT (del inglés (Nutrient Film Technique), una técnica que hace recircular el agua dentro de cañerías que van regando las plantas y conducen hasta ella los nutrientes necesarios para que crezcan sanas. Pero el caso de Wilmer es notable porque él mismo fue solucionando -con mucho conocimiento y sobre todo ingenio- los problemas que se le presentaban.
Un escollo, el principal, era la calidad del agua. Díaz aclaró que gracias a esa tecnología NFT se ahorra mucho recurso en el proceso de cultivo. “Mientras un productor utiliza 100 litros de agua en un sistema de producción convencional aquí usamos 10 litros, y asimismo la recirculamos, o sea que ahorramos el 90% de volumen de agua utilizada para la misma superficie”, resaltó a Bichos de Campo.
Mirá la entrevista completa realizada a Wilmer Díaz:
Pero ahorrar el agua no solucionaba las cosas: “Notamos que acá había muy mala agua y te doy un dato: la cantidad de sodio en el agua de pozo está en un punto máximo de donde te pueden declarar no apto para agricultura”, describió.
Dado que la calidad del agua de pozo era mala, Díaz comenzó a utilizar dos variantes para utilizarla: por un lado recolecta el agua de lluvia que cae sobre los invernaderos y la junta en una pileta. Cuando esta dotación se le acaba comienza a filtrar el agua de pozo mediante una planta de ósmosis inversa, para quitar todos los elementos contaminantes que puedan estar disueltos en ese agua.
Díaz tiene claro que si se quiere emprender en hidroponia, una de las claves es pensar en la calidad de un recurso clave para el sistema: el agua. “Es lo más importante”, aseguró. Hoy logra producir en 3200 metros cuadrados pero su proyecto inmediato es lograr una ampliación para llegar a los 5800 metros cuadrados. Ya está construyendo esos nuevos galpones.
Pese a tener los conocimientos, hay algo más que frena la posibilidad de emprender en hidroponia y de crecer: el costo inicial es muy alto. “Es muy costoso entrar en esto; el metro cuadrado de cultivo hidropónico cuesta 35 dólares”, dimensionó. Indicó además que no hay fuentes de financiamiento adecuadas. “Es muy triste que el Gobierno no apoye ninguna unidad de producción de este tipo, que además son alimentos”, precisó.
¿Es saludable el cultivo hidropónico? Para responder a esa pregunta, Díaz citó a quien él considera el padre de la Hidroponia moderna, Howard M. Resh: “Es el cultivo más puro y orgánico del mundo. Una planta necesita 16 elementos puros para crecer, y nosotros le damos esos elementos a través de sales altamente solubles, en otras palabras, le damos sólo lo que necesita”, declaró.
El agrónomo explicó que en el proceso hidropónico no utilizan agroquímicos ni hay riesgos de contaminación por presencia de metales pesados en el agua y eso garantiza la salubridad a los cultivos que produce. A la vez, afirmó que hay un público cada vez más ávido por estos tipos de alimentos. “El público busca alimentarse de modo saludable y nosotros vamos detrás de ese mercado”, remarcó. Pero no le resultó fácil.
En efecto, el Wilmer mostró su mejor madera cuando tuvo que salir a vender sus verduras hidropónicas: como los mayoristas le querían pagar lo mismo que a cualquier productor convencional, se tomó el trabajo de acordar con las verdulerías que abastecen al público ABC1 de Pilar. Hoy esas verdulerías ubicadas estratégicamente cerca de los countries son sus principales clientes.
En El Campito se produce lechuga mantecosa, lechuga francesa, lechuga morada, rúcula, radicheta, kale y hasta berro, un cultivo tradicional que estaba dejando de consumirse porque tradicionalmente crecía en acequias, las cuales suelen estar contaminadas en Buenos Aires, y por eso acarreaba riesgos en su consumo. “Pero al hacer al berro bajo sistema hidropónico nos salteamos el inconveniente de que pueda sufrir contaminación y tenemos todo un público selecto que lo requiere”, indicó.
-¿Y es sencillo producir bajo sistema hidropónico?
-Si vas a Youtube, verás que todos tienen la fórmula mágica y en un video te enseñan a ser un empresario en 100 metros cuadrados, pero la realidad es que en esto tenés que estar metido al 100% de tu tiempo.