“Hoy estamos vendiendo por debajo de los costos de producción. Competimos con un monstruo como China; nosotros tenemos 16.000 hectáreas cultivadas, cuando ellos tienen 600.000, lo que los hace primeros productores y exportadores líderes a nivel mundial”. Quien nos ubica en un planisferio tan desigual es Guillermo San Martín, Gerente de la Cámara de Productores de Ajo de Mendoza.
El productor relata que los chinos producen ajo “para su propio consumo” y que no habría problema si, como sucede ahora, les sobra producción. “El problema se genera los años que tienen alguna producción extraordinaria, porque esos excedentes son volcados al mercado externo, descalabrando nuestro mercado”, expresó San Martín en Bichos de Campo.
Del total de ajo producido en la Argenitna, el 85% se destina a exportación y el 15% restante se dirige al mercado interno. “Hoy estamos exportando a más de 20 mercados, aunque altamente concentrados en Brasil, que recibe el 75% de nuestras exportaciones”, dice el directivo de los ajeros mendocinos. De todos modos, aclara: “En los últimos años esto se fue deteriorando, y estamos lejos de lo que se daba en 2009, cuando llegábamos a 50 mercados”.
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El grueso de producción argentina se sigue concentrando en el Valle de Uco, Mendoza, pero la historia del cultivo comenzó en Médanos, en el sur de Buenos Aires, donde hasta el día de hoy se celebra la fiesta nacional del ajo.
“El cultivo fue buscando zonas más frías o desérticas en donde pudiera encontrar un diferencial de calidad. De modo que el INTA lo trajo como un producto apto para todas las zonas andinas, desde el norte de Argentina hasta Neuquén, y encontró un ámbito muy propicio en la provincia de Mendoza, lo que la hace la principal productora de ajo del país, con el 85% de superficie cultivada”, explicó el Gerente de la Cámara de Productores de Ajo.
El bulbo también se produce en San Juan y La Rioja, que “si bien tienen menos superficie cultivada, obtienen una producción más diferenciada, ya que al ser zonas más cálidas, producen otras variedades que van a otros mercados. Tienen un alto mérito en diferenciación y en obtener producciones más tempranas”, cuenta el dirigente.
Respecto de la actual campaña, el Instituto de Desarrollo Rural (IDR) de Mendoza estimó una suba de la superficie implantada con ajo de un 16%, respecto del año anterior. San Martín dijo que “pese a que es cierta esa suba proyectada, ese factor tiene mucho que ver con la demanda de exportación, y con la de Brasil más que nada”.
Pero una mayor siembra no es la clave del éxito. “El productor planta porque la temporada anterior le fue bien pero no sabe cómo vendrá la temporada venidera, porque aún no hay información certera. Este año se plantó en febrero, y recién a mediados de junio nos enteramos que había un sobre-stock de ajo a nivel mundial porque China tuvo un 15% más de rendimiento”.
Como resultado de todos estos factores, San Martin analizó que “hoy nos encontramos con la mayor superficie sembrada a nivel nacional, y con un precio muy bajo pagado al productor en el mercado interno. A los costos de producción que tiene, no puede absorber gastos. Fue el mercado brasilero el que nos mantuvo estos últimos años, y el hecho de que China venía acompañando con un alza de precios en el mercado internacional. Hasta que este año ese país decidió eliminar su sobre-stock, y así cometieron dumping bajando el producto en un 50%”.
¿Y qué chances hay de conservar la producción o de agregarle valor? La industrialización sería, para San Martín, “un proceso que evitaría depresión de precios para el ajo. Lamentablemente los vaivenes económicos hicieron que cerraran muchas industrias deshidratadoras de ajo. El problema es que, el ajo en polvo que proviene de China ingresa de modo irrestricto y no paga impuestos”.
San Martín lamentó la falta de políticas estables. Y relató que el ajo es la economía regional “que más mano de obra demanda por hectárea”. Según sus datos, para preparar una carga de exportación de una hectárea de ajo se precisan alrededor de 230 jornales por hectárea/año, lo que es muchísimo comparado con los 0,35 jornales que se requieren trabajar una hectárea de soja.
“Creemos que esta actividad debería tener una contemplación especial desde lo económico si pensamos la cantidad de gente que emplea y que la misma proviene de los segmentos más necesitados de la población”, remarcó el productor mendocino.