Por Nicolás Razzetti.-
Las estadísticas oficiales sobre la producción de carne vacuna derrumban el mito “progre” de que si se exporta el consumo interno se resiente.
Guillermo Moreno sostuvo durante años esa creencia y, con el argumento de cuidar “la mesa de los argentinos”, impidió a los frigoríficos el acceso a los mercados internacionales a la vez que buscó controlar los precios internos de la hacienda y de la carne.
El resultado fue el achique del rodeo, el cierre de frigoríficos (a muchos de los que quedaron les falta inversión) y que nuestro país se perdiera de vender carne en los años de mayor crecimiento de la demanda mundial.
De “progre” el relato k no tuvo nada. Por el contrario, su efecto fue destructivo para una industria tan argentina como la de la carne vacuna.
Ver: “Esta vez los precios de la carne no tienen la culpa de la inflación”
Los datos que acaba de publicar el Ministerio de Agroindustria indican que este año la faena y la producción de carne crecieron en torno a 8% respecto del año anterior. Una parte de ese incremento terminó en la exportación, ya que los embarques entre enero y octubre aumentaron 32%. Pero la mayor parte de esa mayor oferta de carne fue al consumo interno, que en octubre promedia 63,3 kilos anuales por habitante, el valor más alto desde 2013.
En síntesis, haber estimulado a la producción con la quita de las retenciones, la mejora cambiaria (actualización del dólar y reintegros fiscales a la exportación) y la reducción de la burocracia (por vía de eliminación de los ROE) incentivó la retención de vacas y el incremento del stock vacuno. Con más vacunos luego vino una mayor producción de carne, lo que elevó la oferta para la exportación y el consumo interno.
Hay que destacar la buena respuesta del mercado doméstico a la mayor oferta, ya que los precios de la hacienda no se derrumbaron mientras esto sucedía. En octubre la faena aumentó 15% y el valor promedio del ganado se sostuvo o registró solo leves bajas. En la comparación interanual, los precios de la hacienda y de la carne crecieron 15%, lo que significa que se transformó en un ancla inflacionaria. No se le puede echar ahora a la carne las culpas por el incremento del costo de vida, como argumentaron durante años los kirchneristas.
En el cierre de este año y teniendo en cuenta que faltan computar noviembre y diciembre, los meses de más oferta de “gordo”, es probable que 2017 termine con un aumento en la producción del 10%. Eso significa que se pasaría de las 2,65 millones de toneladas producidas a las 2,9 o 3 millones de toneladas.
De ese incremento, una tercera parte se iría a la exportación, o sea unas 70/80 mil toneladas. El resto terminará en el mercado interno, agrandando la torta de la oferta total de carnes. Esta, además de más de 60 kilos de carne bovina, se compone de otros 40 kilos de carne de pollo y de 15 a 17 kilos anuales de carne de cerdos por habitantes. Juntas acumulan un total cercano a casi 120 kilos de carne por habitante/año, uno de los niveles más elevados del mundo.