Gabriel Tinghitella es el responsable del área de Innovación dentro del Movimiento CREA. Llegó hasta ese lugar convencido de que hay soluciones tecnológicas para los problemas históricos de la agricultura.
Ingeniero agrónomo egresado de la UBA, Tinghitella cuenta a Bichos de Campo que desde siempre tuvo interés por las cuestiones tecnológicas. “Ya trabajando en CREA, desde 2014 empezamos a recibir a los primeros emprendedores que venían con soluciones tecnológicas para los problemas del agro y así fue como se empezó a formalizar, profesionalizar y definir un rol nuevo dentro de la organización. Hoy hay una oferta enorme y muy variada de todo esto”, manifiesta.
Hoy el agro enfrenta una presión social muy grande, visible. Recae sobre éste la figura demoníaca por el uso y abuso de agroquímicos. Frente a esta situación, hay como dos vertientes: la agroecología promueve eliminar de cuajo el uso de ciertos insumos; mientras que la agricultura convencional promueve su reducción mediante la incorporación de distintas tecnologías.
Tinghitella explica que, frente a este dilema en su rol de productor, él prefiere explorar ambas variantes y sus soluciones concretas.
“En cuanto a la reducción en el uso de insumos, desde CREA hacemos cosas concretas a tal fin: tenemos sensores para aplicación selectiva de herbicidas, tenemos centrales meteorológicas que se integran a la pulverizadora y que nos permiten controlar las condiciones de aplicación, pero también vamos mirando de reojo los nuevos desarrollos que van apareciendo, que en algunos casos te proponen hacer control eléctrico de malezas para reemplazar el uso de químicos. También hay tecnologías que hacen control mecánico de malezas de forma selectiva y sin remover el suelo”, enumera.
Mirá la entrevista completa a Gabriel Tinghitella:
– Las aplicaciones selectivas de herbicidas parecen ser un camino concreto, ¿Es así?
-Sí. En Argentina tenés disponibles dos marcas comerciales de sensores para aplicaciones selectivas que están hace varios años, y ya hay montones de máquinas equipadas con esas tecnologías. Estas te permiten hacer aplicación selectiva, sobre todo en el barbecho, cuando no tenés cultivos en los lotes. Esos sensores van montados sobre el botalón de la pulverizadora y van emitiendo luz o bien van relevando lo que hay en el suelo y en el barbecho, y cuando aparece una maleza cambia la forma en que se refleja, y una vez detectada por el sensor, se manda una señal a una electroválvula que abre el pico para que se aplique el herbicida sólo en la zona donde se detectó la maleza, lo que genera un ahorro muy significativo en el uso de herbicidas. Todo depende del nivel de enmalezamiento que tengas en el lote, pero podés ahorrar del 50% al 90% en el uso de insumos.
– ¿Y qué grado de adopción tenemos de esa tecnología?
-Hace poco tuve la oportunidad de ver un relevamiento cualitativo de equipos que se habían vendido, y podría decirte que hay de 450 a 500 máquinas equipadas con esa tecnología. Si mirás ese número a nivel país, es un número relativamente bajo en función de la cantidad de pulverizadoras que hay dando vuelta, pero hay algunos lugares de Argentina donde la tasa de adopción de esas tecnologías es altísima. De esos 450 a 500 equipos que hay, más de la mitad están ubicados en la región del Chaco santiagueño.
-¿Por qué?
-Ahí en el norte se combinó todo para que se adoptara tanto esta tecnología. Son lotes grandes, donde mayormente se hacen cultivos en verano y donde tenés muchos pulsos de emergencia de malezas. Antes, cada vez que entrabas al lote tenías que fumigar todo, pero ahora tenés a disposición una tecnología que te permite entrar dos o tres veces, y en cada aplicación quizás pasás a usar el 15% o 20% de lo que usabas antes. Ahí se dio la tormenta perfecta en nivel de adopción tecnológica. Y luego de ver el beneficio en esa zona ves como empieza a diseminarse hacia otras regiones.
-El beneficio no es solo ambiental, sino también de costos. ¿Reducís mucho los costos de agroquímicos en los márgenes?
-Totalmente. Por lo menos en aplicaciones de barbechos estás haciendo un ahorro del 80% en el uso de agroquímicos. El riesgo de deriva también se reduce 80% y hasta tenés 80% de ahorro en el uso de agua en el pulverizador. A su vez, tenés muchos menos viajes de bidones con agroquímicos por las rutas, de modo que yo veo que los beneficios son para el sistema en general.
– ¿Crees que esto se generalizará dentro de un par de años?
-Yo creo que sí, porque implica correr la carrera de la eficiencia. Vos calculá que en algunos lugares y en algunas condiciones particulares, ese ahorro en el uso de insumos que te permite esa tecnología quizás explica tu margen como productor.
-Con la aparición de las malezas resistentes me imagino que el peso económico de los agroquímicos en la ecuación de los productores es mucho más grande que antes…
-Si, y en el último tiempo se ve mucha aparición de malezas tolerantes y resistentes. Otro beneficio que te dan estas tecnologías, por ejemplo, es que podés elegir un herbicida más específico que generalmente es un poco más caro, pero como lo usarás en dosis menores podés permitirte su uso.
-¿Entonces finalmente la tecnología terminará resolviendo este dilema del abuso de agroquímicos? ¿O será en combinación con la agroecología? De hecho, estamos incorporando algunos principios de ésta, por ejemplo con la incorporación de los cultivos de servicio y más rotaciones.
-No son excluyentes para nada. Tranquilamente podés hacer un control de malezas en barbecho por competencia sembrando un cultivo de servicio, pero también hay casos donde hay utilización combinada de las dos herramientas. Y hay lugares donde tenés que recurrir a estas tecnologías porque quizás en el invierno, que es cuando normalmente sembrás los cultivos de servicio, no tengas agua para implantar el cultivo. Entonces en ese caso recurrís a una solución más tecnológica, pero de ningún modo creo que sean caminos excluyentes. Si disponés de una tecnología que te permite reducir el 80% o 90% del uso de un químico estás haciendo agroecología en cierta forma.
– ¿Qué haría falta en Argentina para que esta adopción sea todavía más rápida y se pueda resolver de modo amigable la presión social en materia de uso de agroquímicos?
-Una de las cosas que sucede con las tecnologías digitales es que te permiten dejar registro de todo lo que hacés, y eso ayuda mucho porque objetiviza los hechos, permite documentarlos. Por ejemplo, estas centrales meteorológicas que se integran a la pulverizadora te permiten monitorear temperatura media a la que se está aplicando, así como también la velocidad y dirección del viento, además de poder monitorear cómo está trabajando el equipo. Combinando todo eso podés obtener otros datos interesantes. Por ejemplo, cuál es el riesgo de deriva o de inversión térmica cuando aplicás, y entonces podes fijar umbrales o alertas. Con esto dejás de hablar en el aire porque ya generás datos.
-Digamos que hasta ahora muchas prácticas se hacían casi por ‘conocimiento vulgar’, pero hoy podés obtener parámetros objetivos que te van a decir si lo estás haciendo bien o mal las cosas.
-Sí. Al menos podés tener la referencia de lo que te indica la ciencia y vas a poder tomar decisiones en función de esos umbrales. Lo que te garantizan estas tecnologías es poder tomar decisiones de acuerdo a lo que la biblioteca te marca como correcto.
– ¿Le ves salida por ese lado respecto de la presión social que sienten los productores?
-Creo que ayuda mucho, y luego veo que más allá de estas herramientas a disposición para ser más eficientes en el uso de los agroquímicos, empiezan a aparecer soluciones nuevas que proponen correr a los insumos de la ecuación y ofrecen alternativas nuevas. Por ejemplo, lo que te mencionaba de empresas que trabajan en control eléctrico de malezas.
-¿Ya están aquí?
-Hay una empresa en Argentina que trabaja en eso, pero varias en el mundo ya lo hacen. Hay otros que proponen control de malezas con láser; otros que están desarrollando soluciones para que con el sensor puedas detectar la maleza y hacer control mecánico dirigido solo en la zona donde la detectaste. Hay como un almácigo de soluciones nuevas que está sucediendo ahora. Esto no es nada ajeno para nosotros. El año pasado tuve la oportunidad de viajar a Agritechnica en Alemania, y ahí conté más de 30 empresas que están ofreciendo soluciones con foco en malezas para otro tipo de campo, para extensiones más pequeñas como se da en la Unión Europea. Son productos que están casi disponibles, solo falta liberar alguna cuestión de regulaciones para permitir su comercialización.
-¿Y en Argentina cómo estamos?
-Acá en Argentina quizás venimos un poco más atrasados pero ya empiezan a aparecer equipos. En la última edición de Expoagro una firma presentó una plataforma autónoma para control de malezas en cultivos. No era mecánica, era química, pero digo que la robótica llega para cualquier tipo de escala y sistema de producción.
-Hablamos mucho de malezas. ¿Se podrá también pensar en algún tipo de tecnología para reducir los insecticidas, fungicidas u otro tipo de insumos químicos?
-Eso está un poco más atrás de lo que conozco, pero sí sé que hay algunos desarrollos. Para control puntual de enfermedades se están explorando algunas soluciones con luz ultravioleta. Es decir, en lugar de hacer aplicación de agroquímicos están haciendo pasadas de máquina para iluminar cultivos con pulsos de luz ultravioleta. En insectos hay un caso interesante de combinación de principios de agroecología con tecnología. Por ejemplo, para controlar orugas en soja se busca distribuir unas avispas que son parásitos que oviponen en las orugas. Pero el problema que tiene el control biológico para hacerlo a gran escala es la distribución del predador natural. Entonces se está desarrollando tecnología para que una pulverizadora o un dron recorra un campo, distribuya unas pelotitas de plástico perforadas que por dentro van impregnadas con los huevos de esas avispas parásitos que están a punto de eclosionar, y entonces distribuís todo eso en el campo. Cuando se suman los grados que le faltan a los huevos que están precriados, eclosionan, salen por los agujeros de esas bolitas de plástico y hacen su tarea estando distribuidas en todo el lote. Ese es un caso interesante. Hay una experiencia en Uruguay que tuve la posibilidad de conocer, y aunque esté aún en proceso de desarrollo, hay gente que ya lo está explorando.