Viviana Bertero es una mendocina valiente, pero no por ser esposa, ni madre de tres hijos, tampoco por haber estudiado ingeniería industrial, sino por haber emprendido en algo propio junto a su familia. Luego de mantener por once años un trabajo en relación de dependencia en Bodegas de Argentina, Bertero se abocó a darle forma a su sueño de reconvertir vides a olivos en su finca de 10 hectáreas.
Almaoliva es el nombre de su sueño hecho realidad. Ubicada en Coquimbito, en el departamento mendocino de Maipú, la finca de Bertero producía vides, pero de baja calidad enológica, con lo cual, viendo que el mercado ya hablaba de la revolución vitivinícola, asumió el riesgo de reconvertir el viñedo. Su padre quería sacar los viejos parrales e implantar nuevas variedades de vid, pero Viviana, junto a su esposo Sergio, quien ya trabajaba en el sector del aceite de oliva, sintió que era la oportunidad perfecta para pasar de un proyecto familiar vitivinícola a uno olivícola.
“Tenemos una finca donde antes teníamos vides y ahora tenemos olivos y una fábrica de aceite de oliva. Y ya con el nombre de este proyecto familiar queremos indicar que esto es algo que hacemos con el alma. Cuando embotellamos un aceite cuidamos todos los detalles del proceso productivo para que, desde el seno de nuestra familia, llegue directo a las familias de consumidores”, relató Bertero a Bichos de Campo.
Mirá la entrevista completa a Viviana Bertero:
La productora relató que consiguieron su primera cosecha en 2006, y que se trató de la primera plantación de variedad coratina de la región. Para obtener un litro de aceite de calidad premium, Bertero expresó que se requieren entre 6 y 7 kilos de aceitunas.
Sus tres hijos están entrando en el negocio. Mariano ya es ingeniero industrial, y Carolina y Delfina aún se encuentran estudiando, una diseño de producto y la otra administración, pero según Bertero, “de a poco se están metiendo en el negocio, no sólo para dar una mano sino también para formarse”.
Acerca de si hay analogías entre el vino de calidad y el aceite de oliva, Bertero declaró que si. “Hay puntos de contacto y ambos fueron desarrollando sus industrias de modo parecido. Claramente el vino lleva un poco más de delantera al haberse posicionado en el mundo, pero el aceite de oliva le sigue sus pasos”, manifestó.
Según Bertero, particularmente el aceite de oliva mendocino “es muy valorado a nivel mundial. De hecho nosotros, con Almaoliva obtuvimos en 2010 un premio País, en un concurso en Jerusalén con la variedad coratina que es la insignia de nuestra marca y ese mismo año la comuna de Corato, en la región italiana de la Puglia, nos mandó un reconocimiento por haber ganado un premio con esta variedad fuera de Italia”.
Bertero estudió ingeniería industrial y mencionó que la carrera le permitió obtener una visión más amplia: “Podés estar metida de lleno en la parte técnica de producción, o bien en el área de planificación y comercialización. Es bastante amplia, y de hecho ahora la estudian muchas más mujeres que cuando yo la hice, y me gusta porque me permitió desarrollarme en lo profesional”.
Ante la pregunta indiscutida sobre si le costó desarrollarse en el medio rural como mujer, Bertero dijo que no y trajo a su relato los recuerdos y vivencias de su familia. “El posicionamiento de la mujer en diferentes ámbitos, no solo en el rural, dependen mucho de una misma. Si pienso en mi padre, su vida se desarrolló alrededor de su mamá, de sus tías y de sus abuelas que vivían en un campo del sur de Santa Fe donde cocinaban para 50 a 70 personas por día, para la familia y para la peonada”.
El recuerdo de su madre también lo tiene marcado a fuego como casi testigo de que ser mujer no es impedimento para el desarrollo en el agro. “Mi mamá quedó sin padres desde muy pequeña, fue criada por unas tías, estudió, se recibió a los 17 años de maestra y se fue a trabajar como docente rural al norte de Santa Fe. Ella desarrolló muchas cosas porque además de ser maestra, era mamá y enfermera de sus alumnos. Y aunque yo me haya acercado al agro desde lo profesional, no hay que dejar de lado la mujer rural que acompaña en las actividades del campo rústico”, resaltó.
No obstante, Bertero aclaró que le gustaría que haya políticas orientadas a contemplar actividades familiares y a desarrollar mejor conectividad en las zonas rurales. “Hay mucha actividad de la mujer rural que no está cuantificada; quizás tienen un emprendimiento rural familiar, de dulces caseros o conservas, y estaría bueno permitir que puedan encontrar una salida laboral para obtener sus propios ingresos. Pero también me gustaría que haya más oportunidades para estudiar y desarrollarse, porque independientemente de ser mujer u hombre, encuentro muchas barreras en la falta de conectividad en las zonas rurales”, remarcó.
Los reclamos o inquietudes de Viviana Bertero son los mismos que los de cualquier productor del medio agropecuario, pero más allá de cualquier vicisitud que pueda darle la vida en el interior productivo, esta mujer con alma de oliva sigue apostando a su aceite de oliva, luego de arriesgar y dar el salto hacia lo que otros todavía temen: la reconversión.