Clarisa Montenegro es huerquén –autoridad tradicional del pueblo mapuche- de la comunidad Lof Wiritray y desde 2017 enfrenta las amenazas de quienes hoy encabezan el conflicto en Villa Mascardi. Aunque los testimonios de los afectados no paran de circular, los de la comunidad Wiritray no aparecen en el radar. ¿Quiénes son? Nada más y nada menos que los habitantes originales de esa localidad.
Para entender el conflicto hay que retroceder un siglo. En 1894 la comunidad Wiritray llegó a tierras que hoy se incluyen dentro del territorio del Parque Nacional Nahuel Huapi, y para 1902 ya contaban con documentación que las catalogaba como ancestrales. En el año 2000, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) los reconoció como comunidad y tramitaron la personería jurídica. Desde entonces trabajan para obtener el título comunitario de las tierras.
La Lof Wiritray está compuesta con 40 familias que se sustentan gracias a un emprendimiento de turismo rural comunitario. Si bien sus ancestros eran agricultores y ganaderos, las autoridades de parques nacionales prohibieron esas actividades para preservar el lugar. El relevamiento territorial dispuesto por la ley 26160 les permitió definir su extensión espacial, y en los casos en que chocaron con títulos de tierras de privados, respetaron esas propiedades.
Los incidentes comenzaron en 2017 cuando varias familias, de la Lof Lafken Winkul Mapu, ocuparon la veranada de los adultos de la comunidad Wiritray, y reclamaron esas tierras como suyas. “Nadie dice que una comunidad violó el derecho de otra comunidad que estaba organizada y tenia documentación. De buenas a primeras nos encontramos con que había un grupo ahí arriba“, dijo a Bichos de Campo Clarisa Montenegro. “No pidieron ni el consentimiento libre previo e informado, del que tanto hablan los pueblos originarios, ni vinieron a la consulta. “
El punto de inflexión llegó con la muerte de Rafael Nahuel y los habitantes de esa localidad observaron la radicalización del conflicto. “Nosotros separamos perfectamente lo que es la muerte de alguien joven, que estaba en el lugar y lo matan las fuerzas nacionales, del reclamo territorial que tenemos desde el espacio que nos corresponde”, afirmó Montenegro.
La comunidad Wiritray tiene muy presentes los preceptos del pueblo mapuche por los cuales uno puede afirmar que una tierra es suya. Se debe tener un Tuwun, o lugar de origen en donde se entabla una relación con el territorio, y un Kupalme, que es el conocimiento del espacio territorial. Para la vocera, la Winkul Mapu no lo tiene porque nunca vivieron ahí.
Si bien desde el gobierno se incita a entablar el diálogo, ni los habitantes de la zona ni la comunidad Wiritray piensan hacerlo. “Cómo vas a entablar diálogo con alguien que te amenaza, que te quema. A nosotros nos dijeron: vamos a matar uno a uno, los vamos a abrir y comer el corazón”, contó angustiada la vocera.
Diego Frutos, vecino de la zona y propietario de una de las casas quemadas por quienes dirigen la ocupación, adhiere a la posición de no diálogo luego de los actos vandálicos sufridos. “Ellos los amedrentan, les tiran piedras de noche, y como la Wiritray es una comunidad con bastante gente mayor deciden quedarse calmos”, explicó a Bichos de Campo y agregó que la Winkul Mapu argumenta la ocupación por la visión de una machi (chamán).
A pesar de tener el viento de frente, Clarisa sigue levantando la bandera del trabajo de la comunidad. De noviembre a abril realizan turismo rural comunitario y concientizan sobre su cultura, su lugar como mapuches y sus reclamos. Los conas -aquellos más jóvenes- se encargan de hacer guías a lugares como la Bahía Leones y el mirador de la Isla Corazón.
Hoy son parte de la Red de Turismo Comunitario a Nivel Nacional (RATUR) y en octubre del año pasado realizaron un encuentro para más de 200 comunidades de todo el país. “Recibimos gente de todo el mundo, no sólo nacional. Es un centro intercultural y pluricultural”, sostuvo.
Mientras tanto la comunidad aguarda el accionar de la justicia sobre un conflicto que pareciera que se agota en fundamentos.