Los tiempos del campo le exigen andar de acá para allá y mantener esta entrevista desde adentro de la camioneta. Recorre grandes extensiones y se pierde en las horas.
De niño, el neuquino Juan Ricardo Dorcazberro acompañaba de cerca a su papá agrónomo y le gustó lo que veía de la tarea. Cuando le tocó elegir su profesión miró al sector pero se acercó más a los animales, así que eligió veterinaria, una carrera que no estaba en la zona y que le permitió hacer experiencia lejos de casa, pero manteniéndose cerca de lo que forjó luego como su pasión.
Una vez recibido, Dorcazberro no se quedó en la puerta de la Patagonia sino que formó pareja con una chica de Trelew y siguió bajando en el mapa, con la suerte de asistir en simultáneo a una búsqueda laboral de la firma Fuhrmann, que necesitaba un profesional agropecuario para administrar sus campos.

Se trata de una importante exportadora de lana en Argentina, que ha consolidado su liderazgo internacional en el segmento de lana orgánica.
“Hoy tenemos casi 120.000 lanares de esquila, distribuidos entre Chubut y Santa Cruz, es una movida importante”, confía Juan Ricardo. Son 14 campos los que nuclea la firma en la que comenzó a experimentar con el mundo de la lana y también con las certificaciones.
“Primero surgió el tema de la certificación orgánica, hace 10 o 12 años aproximadamente, y después surgieron otras certificaciones como la internacional Responsible Wool Standard (RWS)”, detalla el veterinario.
Además, en 2019 Fuhrmann se convirtió en la primera empresa argentina en exportar un lote de “lana ética única”, que consistía en tops de lana orgánica certificada que además fueron considerados neutrales en carbono.

“Hay muchos productores que son clientes de la empresa. O sea, es una lanera, compra lana y procesa. Ha llegado a procesar 8 millones de kilos de lana sucia, en el año, que lava, peina y exporta”, detalla Juan.
Recuerda que con el correr de los años ellos propusieron “certificar RWS” a sus productores ligados y armar un grupo. “Hoy son casi 43 productores con los que certificamos en esta modalidad que nos permite hacerlo de manera grupal. Les facilitamos todo y presentamos todos los papeles”, agrega el veterinario.
“Hacemos las auditorías internas y a nosotros nos audita la Organización Internacional Agropecuaria (OIA)”, amplía.
Cumplir con esas exigencias obliga a llevar registros y un orden que no todos están acostumbrados a seguir. “Son prácticas que quizás hasta el momento de certificar muchos productores no tenían sobre la trazabilidad de su producto”, remarca.
“Eso requiere que (el productor) sea más ordenado, más amigo de los registros y los papeles. Por ahí por una cuestión de tiempos, no es fácil, y esa suele ser una contra o una barrera de entrada para muchos productores. A muchos los aleja o los termina cansando, porque sienten que es más importante completar un papelito que lo que realmente está pasando en el campo. Pero es la forma que tienen la certificadoras de garantizarse que el producto que vos estás ofreciendo cumple los requisitos”, asegura Juan Ricardo.
En ese proceso de certificación, “nosotros no tenemos una limitante grande con respecto a, por ejemplo, los productos veterinarios que usamos, porque es muy poco lo que se usa realmente en una ganadería ovina hiper extensiva como esta. Es muy poco invasivo lo que hacemos y lo que usamos está permitido dentro de la de la normativa tanto de orgánico como de bienestar animal”.
“Es un manejo en el que interferimos muy poco para con la vida del animal, solo en momentos puntuales, pero en general están libres comiendo y tomando agua. Para tener 120 mil lanares de esquila, dejamos casi 900 mil hectáreas”, resalta.

Juan asegura que la tarea va de la mano con una política para la regeneración de los campos patagónicos todo el tiempo, porque se trata de preservar los recursos.
“Los campos que están bajo nuestro manejo y los de los productores que certificamos tienen el mismo tipo de manejo. Uno lo que no quiere hacer -y no le conviene hacer.- es degradar el recurso que va a seguir necesitando más adelante. Son sistemas muy frágiles, donde te pasaste un poquito, y te pasan factura. Por ahí no enseguida, pero con el tiempo sí y de una manera muy fuerte. Son campos de muy difícil recuperación cuando hubo un mal manejo”.
Dorcazberro sugiere: “hay que estar siempre por debajo de su capacidad máxima del momento, porque si lo llevas a tope todo el tiempo a la carga animal (cantidad de ovejas por hectárea) en algún momento vas a quedar desfasado y te lo va a cobrar el campo”, señala.
En este manejo, asegura, “por ahí uno resigna el tener menos cantidad de animales en los campos y ganar en producción individual. O sea, cada animal que haya va a producir mejor, va a estar en mejores condiciones, a tener mejor condición corporal. Entonces, si es oveja tendrás mayor porcentaje de señalada y mejor crecimiento de la lana también, preservando el recurso forrajero y el agua que muchas veces es limitante”.
La lana de las estancias que administra Dorcazberro sale principalmente al mercado europeo. “Es un nicho en el que no cualquiera va a salir a comprar. Apunta no solo a la fibra sino también a la grasa, la lana que se usa para cosmética…, Eso también es todo europeo, sobre todo Alemania”, señala.
Su desarrollo profesional crece a medida que va cosechando logros y asegura que lo que él hace “es muy parecido a lo que siempre quise hacer”.
“Es una experiencia muy grande porque realmente te encontrás con todas las posibles dificultades que hay en la actividad. Obviamente atrás de los animales hay gente. Entonces es ocuparse de la cantidad de animales que tenemos en esquila, de la cantidad de hectáreas, pero también de los 80 empleados que tenemos en los campos. Eso hay que saber llevarlo y generar un vínculo”, expresa.

Sobre esto último, asegura que “es una doble adaptación: nosotros a cada uno de ellos y ellos a la forma de trabajo que necesitamos nosotros por las certificaciones y por el resto de las cosas también. En el caso de las máquinas de esquila, por ejemplo, también tienen que trabajar bajo los protocolos que nosotros les exigimos para poder acceder a las certificaciones”.
Juan Ricardo reconoce un potencial también en la carne ovina, pero asegura que aún no existe un diferencial de precios originado en la certificación de ese producto.
En cuanto a su experiencia en el trabajo, asegura que “la proyección es tratar de ser más eficientes en lo que hacemos, que el producto sea más cada vez más confiable”.
“Tenemos clientes que casi que nos compran con los ojos cerrados, por la garantía de trazabilidad que tenemos, entre otras cosas. La semana pasada vinieron unos japoneses, y así cada tanto vienen clientes a visitarnos, y los traemos a los campos para que vean de donde proviene la lana que compran. Se quedan impactados”, asegura.




