La primera sucursal que inauguró McDonald´s en Argentina fue el de Avenida Cabildo 2254, en el barrio porteño de Belgrano. Desde ese 24 de noviembre de 1986, la firma, que es franquiciada por Arcos Dorados en Latinoamérica y el Caribe, no ha hecho más que expandirse en el país, y el día de hoy ya cuenta con más de 200 locales en todo el territorio.
Aunque se trata de una empresa global que se caracteriza, justamente, por intentar que todos sus combos y menús tengan el mismo sabor en cualquier parte del mundo, la estrategia que ha optado en la mayoría de los países fue abastecerse de insumos locales, un aspecto que además ayuda a reducir costos.
En el caso argentino, señalan desde la empresa, el 95% de los ingredientes que usa la “M” amarilla los obtiene de proveedores de nuestro suelo, lo que, tras cuatro décadas de operar aquí, demuestra que el sector productivo local puede también abastecer a la comida rápida más conocida del mundo.
Las papas fritas, ensaladas, la clásica hamburguesa, o incluso el postre, en cualquiera de los locales, echan mano de al menos uno de las materias primas que se obtiene del sector agropecuario. Es lo que muestra “Del origen a la mesa”, la última iniciativa de marketing lanzada por la filial local de la empresa, que apunta a develar esos circuitos.
Los paladares más experimentados en el “fast food” pueden detectar las sutiles diferencias de sabor entre la hamburguesa de cada cadena. Probablemente eso responda al tratamiento industrial que estas tengan, pues en el caso de McDonald´s cuenta con un proveedor que reserva ciertos lotes específicos para producir sus medallones. Se trata de Marfrig, un gigante de la cadena alimenticia global que reserva una línea de abastecimiento y elaboración exclusivamente para esa firma.
La razón detrás es la política de sustentabilidad que hace años lleva adelante McDonald´s -para adecuarse a estándares y exigencias internacionales- y que exige que ninguno de sus productos provenga de zonas deforestadas. Es una propuesta similar a la reciente normativa esgrimida en la Unión Europea.
En ese sentido, tal como consignan en su sitio delorigenalamesa.com, “todos los años, se utilizan miles de toneladas de la mejor carne argentina cuyo origen es monitoreado por satélite para asegurar que provenga de zonas libres de deforestación” y que se cumpla con los parámetros de bienestar animal.
En ese sentido, el productor Martín Reitu, de la zona de Devoto, Córdoba, asegura que, para la cría y engorde “no pasan por el proceso de encierre ni de feedlot, y se alimentan con pasturas”, ya que considera que “para obtener un producto premium, la alimentación debe ser premium”. Al igual que el, muchos otros productores de Córdoba, Santa Fe, Corrientes, La Pampa y Entre Ríos abastecen de ganado a esa larga cadena.
Una vez que los animales se envían desde la región pampeana a faena, en la planta elaboradora de Marfrig en el Parque Industrial Pilar se fabrican los medallones en los varios tamaños que se utilizan y se distribuyen congelados a todas las sucursales, donde luego con parrillas y planchas automáticas se les da la cocción en el tiempo que el servicio requiere, pero que además exigen los protocolos de seguridad e higiene.

Pero no hay combo sin las clásicas papas fritas, que tienen también su origen en el suelo argentino. En ese caso, antes de llegar a las clásicas freidoras y llenar las cajitas rojas, todo empieza en Balcarce, la localidad del sudeste bonaerense que funciona de epicentro de la producción de ese tubérculo a nivel nacional.
Y no es cualquier papa, sino que la “M” dorada sólo se abastece de la variedad Innovator, que se siembra en suelos previamente fertilizados y luego de cosecharse son enviadas a las plantas de procesamiento de McCain. Allí, primero se limpian con agua a presión y luego se pelan y cortan en un tamaño uniforme, que es lo que asegura que el primer fritado y la finalización en la sucursal no tengan margen de error.
“Es una satisfacción ver nuestro esfuerzo reflejado ahí, en un plato de papas fritas”, aseguró la productora Silvia Larroquet. Pertenecer a circuitos de abastecimiento como esos es lo que, en el sector, permite tener una mayor espalda ante la crisis generalizada de esa economía regional. De hecho, en esas latitudes se habían ilusionado con la puesta en funcionamiento de la procesadora Lamb Weston, una firma global que acaba de instalarse en Mar del Plata.

Una vez que son prefritas y congeladas, la firma asegura que “en menos de cuatro días” llegan a las sucursales donde su cocción también está estandarizada: se utiliza aceite 100% vegetal a una temperatura constante de 168 grados, que asegura que en no mucho más de 120 segundos esas papas estén listas para incluirse en el combo.
En el mismo tiempo que demoran en viajar las papas desde la planta de McCain a las sucursales también se envían los vegetales cosechados en chacras de diferentes puntos del país, para evitar que se echen a perder antes de ser puestos dentro de la hamburguesa o de componer la ensalada.
Más allá de contar con el volumen necesario para atender a las más de 200 sucursales, el desafío es que haya provisión de tomates, cebollas, pepinos y lechugas frescas durante todo el año. Para lograrlo, la firma trabaja con productores de Tucumán, Santiago del Estero, Mendoza, Buenos Aires, Corrientes, Salta y Jujuy, una diversidad que asegura que la cadena no se interrumpa.
Sea la cebolla de Florencio Varela o los pepinos de Fray Luis Beltrán, toda la verdura recibida se somete a controles de calidad y luego es lavada y empaquetada para que luego se utilice en cada local. Todo lo que es descartado en ese proceso, es luego usado como abono en las chacras.
Pero, previo a ello, es muy necesario el trabajo de los productores, que, una vez más, son los que aseguran que la provisión de las verduras no falle. “Uno se emociona al ver hasta dónde llega su producto, porque para mí ver la planta desde el plantín hasta que se cosecha es felicidad”, asegura Ezequiel Disipio, que es cuarta generación de productores en el conurbano bonaerense

Los helados “candy”, que son obtenidos a partir de un concentrado que una máquina enfría y larga en forma de “chorro” sobre el cono o el pote, tambien se originan con materia prima argentina. Precisamente, con leche obtenida en tambos de la localidad de Carlos Casares, un importante centro de producción láctea en el centro bonaerense.
“Acá hacemos la mejor leche del país. Somos muy detallistas con la calidad del trabajo y nos enfocamos mucho en la trazabilidad”, explicó Héctor Biolcati, que es tercera generación de tamberos y, a diario, remite su producción a Arcos Dorados, para que termine el proceso y la convierta en helado.
Esa leche viaja luego a una planta procesadora en La Plata, donde se la mezcla con crema y azúcar y luego se envasa en grandes sachets que son enviados a cada una de las sucursales. Allí, se carga a diario, y varias veces al día, las máquinas con la que se rellenan los clásicos y económicos conos, los “sundaes” o los “Mcflurry´s”.




