La localidad de Coronel Suárez, ubicada en el costado oeste del sur bonaerense, es conocida por ser la “meca” de los cultivos de invierno y, dentro de ellos, de la cebada. Con la mayoría de sus campos bajo riego, y un mejor perfil climático, se sabe que los productores obtienen allí mejores rendimientos que el resto de las zonas aledañas.
Eso explica por qué las líneas comerciales con mayor potencial, pero a la vez más exigencias ambientales, se destinan a esas latitudes. Es el caso del último lanzamiento de la Cervecería y Maltería Quilmes, la variedad Florence, que promete rendimientos de hasta 12.000 kilos por hectárea, entre 3000 y 4000 más que su predecesora, Montoya.
“El productor es muy tecnificado, fertiliza mucho y apunta a rendimientos cada vez más altos, sobre todo con estas variedades nuevas que prometen romper el techo”, evaluó el productor y agrónomo Juan Luis Pedelaborde, que dialogó con Bichos de Campo sobre el presente de la actividad en su zona.
En realidad, la búsqueda de mayores rendimientos no responde sólo a una cuestión estructural. Si bien es cierto que Coronel Suárez suele contar con ventaja respecto a otras localidades, el productor asegura que no son ajenos a los flagelos económicos que sufe el sector a nivel nacional, por lo que “el margen bruto queda muy fino y hay que tratar de producir volumen”.
Para ese cometido, asegurarse el suministro cada campaña resulta clave. Hace al menos una década que desde una sucursal de la agrícola Tomás Hnos, que dirige en Pigüé, Juan es el artífice de los acuerdos comerciales que mantienen con la reconocida marca de cerveza.
“Lo que hacemos es agrupar productores y hacer los convenios con la maltería, nosotros somos intermediarios y juntamos entre 10 y 15 mil hectáreas de cebada en la zona”, explicó Pedelaborde, que ingresó a la empresa en 2011 tras recibirse de ingeniero agrónomo y hace ya 11 años que está al frente de la oficina de la zona.
En ese sentido, mantiene un doble rol: por un lado, es un productor particular que hace entre 400 y 500 hectáreas de cebada por año y, por el otro, es quien sella los acuerdos comerciales entre Tomás Hnos. y Quilmes, una firma que se abastece de unos 1200 productores bonaerenses a cambio de estos utilicen sus variedades.
“Tenemos una relación de varios años”, observó el agrónomo, que hace ya 3 campañas que logra reunir entre 50.000 y 70.000 toneladas para remitir a las plantas de malteo en Tres Arroyos y Puan o, directamente, a la exportación, que sale por Bahía Blanca.

Desde ya que la contracara de esos acuerdos comerciales es lo que sucede cuando los años no son tan buenos. “En 2025, por ejemplo, se achicó en un 20% el convenio total y eso nos repercute porque se compra menos”, explicó Pedelaborde. La baja respondió a la caída del consumo de cerveza registrado los últimos meses.
Sin embargo, en esos casos tan particulares los productores saben que aquello que no remiten a la maltería pueden enviarlo a exportación o venderlo como cebada forrajera, aunque no es lo deseable, ya que el margen de ganancia es mucho menor.
“Hoy una forrajera se paga 180 dólares y lo que va a maltería 205, porque el acuerdo es que se le suman 25 dólares al valor de la forrajera”, se explayó el agrónomo, que asegura que por eso, aún en años de menor consumo, les conviene sostener los acuerdos comerciales con la firma cervecera.
A la espera de que comience la cosecha en esa región, los productores prevén que este será un muy buen año para la campaña fina. Tanto, estima Pedelaborde, que gracias al buen perfil hídrico -por las lluvias sostenidas desde el otoño- prácticamente no hubo que echar mano a la estructura de riego.
Sin perjuicio de ello. el sector sufre las mismas limitaciones que tiene hoy el agro en líneas generales, donde los márgenes de ganancia son siempre limitados y cualquier factor externo deja los números en rojo. Los números de diciembre, luego de que pase la cosechadora, tendrán la respuesta definitiva, pero todo indica que la estrategia de buscar volumen este año tendrá buenos resultados.





