Vamos a recopilar en este nota una serie de datos objetivos sobre el negocio de la yerba mate, como para no comerse el verso del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, sobre los supuestos beneficios de la desregulación.
Miente el ministro cuando dice: “El Decreto 812/25 con firma de Milei, Adorni y Caputo, que reglamenta la Ley 26.564, le pone un fin a las regulaciones de precios y cantidades de la producción de yerba mate”.

La verdad es que este Decreto 812/25 viola el espíritu de aquella Ley 25.564 (ese es el número correcto), que creó el INYM justamente para definir precios de referencia en defensa del productor.

Miente el ministro cuando dice que la desregulación del sector yerbatero comenzó ahora y se debe a este decreto o al famoso DNU 70/2023. Nada que ver. En realidad el INYM dejó de regular precios de referencia desde el gobierno anterior. La última vez fue en octubre de 2023.
Lo que no cuenta Sturzenegger es que este gobierno evitó que lo hiciera con una jugada sucia y premeditada: no designar al presidente del INV, que es un atributo de la Nación. Sin presidente, el directorio no fue convocado a sesionar y así los precios dejaron de existir a propósito a partir de marzo de 2024.
Fue curioso lo que sucedió al principio de la gestión Milei: Fernando Vilella, el primer secretario de Agricultura, el 3 de febrero de 2024 designó a Daniel Notta como presidente del INYM e incluso lo anunció Presidencia en un comunicado. Pero la designación jamás se publicó en el Boletín Oficial. Y entonces el Instituto que debía fijar precios quedó “acéfalo”.

Falta a la verdad el ministro Sturzenegger cuando dice que “la desregulación del sector, propiciada por el DNU 70/23, ha dado sus frutos. La producción total creció 29% en 2024 alcanzando un récord histórico”.
La estadística del INYM muestra que, si por “producción” entendemos la cosecha de hoja verde, hubo una fuerte recuperación del ingreso de materia prima a los secaderos, entre 2023 y 2024, pero que fue fruto del final de la sequía y las lluvias favorables de esa campaña, más que mérito de cualquier desregulación en el sector.
En 2025, de hecho, cuando se nota la desregulación en serio, la oferta baja nuevamente. Y eso tiene que ver con que muchos productores no cosechan porque pierden plata. De la baja actual el ministro no dice nada.

Ahora, si por “producción” entendemos cuánta yerba mate (el producto final) sale al mercado de los molinos, vemos con claridad que la oferta sigue la curva post sequía: cae fuerte de 2023 a 2024 y volvería a subir en 2025, porque los molinos están volcando en el mercado la oferta mayor de hoja verde que recibieron el año pasado.
Aún así, la oferta será menor a la de 2021, cuando el INYM fijaba precios de referencia. Es decir que esta evolución no tiene casi nada que ver con las desregulaciones de Sturzenegger y compañía, sino que responde a cómo reacciona la famosa illex paraguaniensis a los factores agroclimáticos de cada ciclo.

Porque en realidad miente Sturzenegger y trata de confundir a la población cuando afirma que la desregulación del INYM favorece directamente al consumidor.
Esto debe quedar muy claro. Los precios de referencia que se fijaban son los de los primeros eslabones de la cadena yerbatera y no los que se ven en las góndolas de los supermercados, que están influidos por muchos factores.
El INYM debía fijar precios para la “hoja verde”, que es la recién cosechada que ingresa al secadero, y para la yerba canchada, que es la yerba luego del secado.
De ahí al consumidor hay un largo camino que engrosa los valores: La yerba se debe fraccionar en un molino, estacionar de seis a doce meses (costo financiero), empaquetar, distribuir, pagar la publicidad, ser distribuida, y hasta ofrecer un generoso margen a la cadena comercial. También están los yuyos que algunas marcas le agregan. Y los impuestos, que llegan a representar 40% de cada paquete y de los que Sturzenegger no habla. El precio del INYM (la materia prima) es apenas una parte del costo.
Sturzenegger, de todos modos, redobla sus mentiras y llega a afirmar que gracias a esta medida “el precio local para millones de familias argentinas cayó sustancialmente (un 44% en términos reales)”.
Quizás se pueda llegar a ese supuesto descenso en comparación con la inflación, pero es falso que la yerba no se haya movido de precio a lo largo de este gobierno y mucho menos que sea más barata que antes.
Datos del INDEC, como para que nadie mienta. En noviembre de 2023 (pre Milei y devaluación), el paquete de yerba de 500 gramos valía en promedio al consumidor 1.069 pesos. Un mes después, al cabo de diciembre de ese año, había subido 30% a 1.397 pesos o 2.794 pesos por kilo.
Pero como a Milei le gusta empezar a contar a partir de enero 2024, como si la devaluación no fuera también su responsabilidad, tomaremos ese dato: 1.833,75 pesos. Eso equivalía a 3,667 pesos por kilo.
La última medición de la canasta básica del INDEC, correspondiente a octubre pasado, ubica el valor del medio kilo a 2.420 pesos (4.840 pesos el kilo). La suba desde diciembre de 2023 ha sido de casi 75%. Desde enero de 2024, el precio ha subido 32%. En términos relativos quizás la yerba se haya abaratado frente a otros productos y la inflación general. Pero es falaz que haya bajado de precio.
Lo que el INYM debía hacer, según la vieja Ley que ahora contradice el nuevo decreto, era fijar un precio mínimo para evitar que unos pocos molinos yerbateros (hay dos que dominan la mitad del mercado) bajen los precios al productor en tiempos de sobreoferta, como justamente ocurre desde 2024, post sequía.
Por el contrario, ahora el gobierno desmanteló la fijación de precios, dejando unos 13.000 productores (la mayor parte de ellos minifundistas de Misiones) librados a su suerte y perdiendo en esta disputa.
Vamos a ver ahora qué sucedió con los precios pagados al productor desde que Sturzenegger y Caputo decidieron esta desregulación casi religiosa del mercado yerbatero.
En octubre de 2023, último precio fijado, se definieron 176 pesos por kilo de hoja verde, que debían subir gradualmente hasta 250 pesos en marzo de 2024. Tomando el mayor precio de esa serie, los 250, y como se precisan tres kilos de hoja verde para hacer 1 kilo de yerba, el productor primario se llevaba a lo sumo 750 pesos.
Eso equivalía al 20% de participación sobre el precio final del paquete de 1 kilo en ese primer trimestre de 2024, que era cercano a 3.700 pesos.
¿Qué sucedió con los productores a partir de que el Estado nacional incumplió con la fijación de los precios de la materia prima? Estos dos años no hubo un solo precio, pero depende la zona y la calidad los precios variaron entre 180 y 305 pesos por kilo de hoja verde.
Un buen promedio entonces es tomar los 250 pesos, que se prolongaron en el tiempo y no subieron más, a pesar de que se dispararon los costos de producción (empezando por el gasoil).
El propio INYM calculó el 31 de octubre pasado, en función de una planilla que se repite desde hace años, que “el costo de producción del kilogramo de hoja de yerba mate puesta en secadero asciende a 423,99 pesos”. A Sturzenegger, que haya 13.000 productores trabajando bajo sus costos desde hace meses es evidente algo que no le importa. Ni siquiera cuando la mayoría de ellos sean familias rurales en zonas de frontera. Casi psicopático, les recomienda reconvertir y cambiar de cultivo.

Hoy los productores de yerba mate siguen cobrando (con suerte, porque además los secaderos comenzaron a estirar los plazos de pago) los benditos 250 pesos por kilo de hoja verde. Su incidencia para el costo final de la yerba sigue siendo entonces de 750 pesos.
La yerba, según el INDEC, ahora llega al consumidos a 4.840 pesos por kilo. Esto quiere decir que la incidencia de la materia prima descendió del 20% en enero de 2024, a 15,4% en octubre de este año. Esto quiere decir, además, con toda claridad, que los molinos bajaron algunos de sus costos y no los trasladaron al consumidor.

Mentiríamos nosotros, y no Sturzenegger, si decimos que este escenario es el “ideal” para los molinos, o que están de fiesta. No es así: cualquiera puede preguntar en las grandes empresas y les dirán que también la están pasando mal en un contexto de caída del consumo y sobreoferta de yerba.
Porque Sturzenegger seguro que afirma que el consumo de yerba mate ha crecido respecto de 2024, pero no te dirá que ese año (post devaluación) fue terrible la caída de los despachos al mercado interno, que absorbe más de 90% de la producción de yerba. Todavía en 2025, a pesar de la recuperación, estamos por debajo de los niveles de consumo de años anteriores. La subida de las exportaciones, que es saludable y festejada, no llega a compensar para nada este bajón.

La mentirá más grande del ministro desregulador, de todos modos, la que más bronca nos da a nosotros al menos, es la que afirma que la destrucción de las funciones básicas del INYM permitirá un mejor funcionamiento del mercado.
“Por años se usó un ente público (el INYM) para cartelizar un mercado competitivo perjudicando al consumidor”, dice el ministro sin ruborizarse.
Este diagrama de un documento oficial permite ver que hay a lo sumo 100 molinos yerbateros, contra una población de 13.000 pequeños productores (la inmensa mayoría pequeños) a los que apenas se les defendía el valor de su materia prima.

¿De qué cartelización habla Sturzenegger? Ahora, con la desregulación y la falta de reglas, está la mesa tendida para que la demanda molinera acuerde estrategias y potencialmente pueda cartelizarse. Ojalá que no suceda porque sería una catástrofe social y productiva para Misiones.





