Alejandro Brown está convencido de que producir y conservar no son caminos opuestos. Presidente y fundador de la Fundación ProYungas, lleva más de 25 años trabajando para demostrar que la producción agropecuaria puede, y debe, ser una aliada de la naturaleza.
Desde ese rol, que él mismo define como el de un “articulador”, impulsa un modelo que busca integrar lo ambiental, lo social y lo productivo en los territorios donde se juega buena parte del futuro argentino: el Norte Grande.
“Vengo del área técnica académica del CONICET y de la universidad, y hace 25 años que formamos ProYungas con la idea de incidir, con recursos humanos y con información, sobre políticas públicas y decisiones privadas, en esto de vincular lo productivo con lo ambiental”, resume Brown.
No se siente cómodo en los extremos. “A mí me encanta la transversalidad. Donde estoy a gusto es cuando distintas miradas, experiencias y puntos de vista pueden confluir. Si tuviera que definirme, me definiría como un articulador”, dice, y lo demuestra con hechos. Bajo su liderazgo, ProYungas consolidó el Programa Paisaje Productivo Protegido (PPP), una iniciativa pionera en Sudamérica que hoy agrupa a más de 50 empresas de Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay, y alcanza unas 2,8 millones de hectáreas, de las cuales más del 40% son áreas naturales bajo protección privada.
Durante el Encuentro Anual de la Red PPP, realizado en Gobernador Virasoro, Corrientes, más de 70 referentes del sector productivo, ambiental, académico y público se reunieron para analizar el avance de ese modelo. “La naturaleza necesita más y mejor producción”, afirmó Brown allí. “Para conservar la naturaleza necesitamos un país organizado, con alto nivel técnico, con recursos económicos y con infraestructura. Esa sustentabilidad política la da la producción. Por eso para nosotros es fundamental ver a la producción como un aliado”.
Esa idea desafía una dicotomía instalada: la del ambientalismo versus la producción. “Se ha inculcado ese concepto. Claro que hay ejemplos donde eso es real, pero no en la mayoría de los casos. Prefiero ver el vaso medio lleno. En la Argentina, el sector productivo mantiene en muy buen estado más naturaleza que todo el sistema formal de áreas protegidas. Hay más superficie conservada en manos privadas que en el sector público, y eso no es menor”, explica.
El programa PPP, cofinanciado por la Unión Europea a través del proyecto Impacto Verde, busca precisamente fortalecer ese vínculo. A través de acuerdos con empresas agrícolas, forestales, ganaderas y mineras, promueve un manejo territorial que combine rentabilidad y conservación. “En muchos casos la naturaleza se conserva en el sector privado porque a los dueños de los espacios productivos les encanta coexistir con la naturaleza”, señala Brown. “Y eso es algo que la sociedad urbana muchas veces no sabe que existe”.
El Norte Grande ocupa un lugar central en su mirada. “A veces comparo al Norte con un semáforo. En rojo están los temas sociales: necesidades básicas, agua potable, empleo en blanco. En verde está la naturaleza: el 80% de la biodiversidad, el 80% de los bosques nativos, más de la mitad de los humedales y ríos del país. Y el amarillo está dominado por el sector productivo, que utiliza parte de esos recursos naturales verdes para tratar de bajar la intensidad del rojo”, explica.
Para Brown, la clave está en transformar ese semáforo en uno de tres luces verdes. “El Norte Grande puede ser una gran oportunidad para la Argentina o un cinturón de plomo. Eso va a depender de cómo el país trate los temas ambientales y sociales. El 90% de la expansión agropecuaria ocurre en el Norte Grande. Gran parte de los minerales estratégicos para la transición energética global están ahí. Es una región que será cada vez más importante en términos relativos”.
En su diagnóstico, una de las deudas más grandes está en la comunicación. “El campo y la ciudad hoy son dos mundos separados. Mucha gente ignora de dónde viene lo que consume. Atrás de un paquete de yerba, leche o pollo hay mucho trabajo, tecnología y conocimiento. Pero el sector productivo es bastante malo comunicando, o lo hace bastante horrible. Y si no llegamos a las ciudades con un mensaje correcto, llegan otros con mensajes distorsionados o tendenciosos”, advierte.
Mirá la entrevista completa con Alejandro Brown:
Durante el encuentro en Corrientes, Brown insistió en que la conservación no puede sostenerse sin producción. “A mí el desmonte no me gusta, pero entiendo que para conservar espacios en buen estado tenés que invertir recursos, tener gente, infraestructura, una actividad rentable. Si no producís, el campo se abandona, te roban la madera, entra el ganado, prenden fuego, cazan, y finalmente el lugar se degrada. Para conservar la naturaleza tenés que producir, producir en forma rentable, y que parte de esa rentabilidad ayude a conservar los espacios remanentes”.
En la lógica de ProYungas, conservar y producir son acciones inseparables. “Tampoco podemos pensar una actividad productiva sin bienes y servicios ambientales. No es una cosa o la otra, son las dos juntas. Y en cada contexto se verá cómo articularlo”, sostiene.
El programa PPP trabaja hoy con producciones muy diversas: forestales, caña de azúcar, cítricos, yerba mate, té, ganado, granos, vino y agua. “Las oportunidades no son privativas de una sola región. En todas las regiones podemos encontrar, si miramos con ganas, oportunidades importantes. Y todo eso que generamos, esa alianza entre el sector productivo y la conservación, también ayuda a ubicar los productos en el mundo. Porque el mundo hoy mira estas cuestiones”, agrega.
Esa mirada no sólo apunta a un cambio cultural, sino a una estrategia de desarrollo. “No es una cuestión de gustos, sino parte de una estrategia comercial que debería llevar adelante el país en su conjunto. Lamentablemente, hasta ahora, la Argentina no ha tenido una política clara de relacionamiento internacional donde ponga en valor estos atributos productivos”.
A 25 años de la creación de ProYungas, Brown mantiene intacta su convicción de que el desarrollo sustentable es posible si se construyen puentes en lugar de grietas. “No hay que elegir entre producción o naturaleza, dice. Son las dos cosas, juntas, las que pueden garantizar el futuro”.