En lo que ha sido un año atípico en materia de retenciones, con precios dispares, mejoras parciales de la rentabilidad, altos costos y falta de acceso al crédito, la inversión en maquinaria no muestra señales de recuperación. En línea con lo que se vio tanto en 2023 como 2024, los fabricantes ya saben que este cerrará como otro año magro, y ni siquiera pueden hacer grandes proyecciones para el próximo.
“Si esto no reputa, seguiremos planeando”, expresó uno de los representantes de las firmas multinacionales que operan en el país, en el marco de un encuentro organizado por la cámara que los nuclea, la Asociación de Fábricas Argentinas de Tractores (AFAT).
¿Y qué puede esperarse? Es difuso, porque nadie se atreve a hablar de pronósticos hasta que no pasen las elecciones de octubre. Eso habla mucho de la falta de previsibilidad que sufre el sector hace bastante tiempo, y que complica particularmente a las multinacionales que operan en el país y deben rendir cuentas fronteras afuera.
De todos modos, en el balance, su lectura es la misma que la de las firmas argentinas: si no hay acceso al crédito, no se vende. Este segundo semestre, más que por las importaciones -de nuevos y usados- los fabricantes se agarran la cabeza con las altas tasas y el inexistente financiamiento en pesos.
AFAT agrupa a las empresas multinacionales que producen maquinaria en el país, como AGCO, Agrale, Claas, CNH, FPT, John Deere, Jacto y Stara. “Nos miran de afuera y no lo pueden creer. Esto no es Disney, es un fueye”, comentó uno de los representantes de esas firmas, en referencia a los vaivenes que muestra el mercado local.
Como si se tratase de un electrocardiograma, en cuestión de meses las ventas pueden repuntar y derrumbarse varias veces. Tras un primer trimestre para el olvido -que incluso estimaban peor que el saldo del 2024- los fabricantes pudieron cerrar de forma más aceptable la primera mitad del año. Planeando, como ilustraba uno de ellos.
En eso tuvieron mucho que ver las exposiciones, como Expoagro y Agroactiva, en la que se abrió una ventana de financiamiento a buenas tasas -15% en el primer caso y 24% en el segundo-, pero que quedaron muy alejadas de lo que hoy ofrece el mercado, no menos de 60% de interés para endeudarse en pesos.
El mejor de los pronósticos, estiman, será cerrar 2025 con niveles similares al 2023, un poco mejor que el año pasado pero sin señales claras de recuperación alguna.
Eso, sin embargo, atañe sobre todo al grueso del mercado, que son los tractores, cosechadoras y pulverizadoras. Para los implementos más específicos, como los empleados en economías regionales, el pronóstico es aún más preocupante.
Consultado por Bichos de Campo, Carlos Palmieri, gerente general de Jacto, aseguró que “ahí es donde más se nota la merma del mercado” y estimó que este año cerrará “un 50% por debajo del 2024”.
En eso tiene mucho que ver la difícil situación que atraviesan esas economías, que están más supeditadas a vaivenes estacionales, suelen ser más intensivas en mano de obra y a duras penas pueden paliar los altos costos. A diferencia de un productor de granos, que tiene un respaldo en dólares, este sector opera mayoritariamente en pesos y, por lo tanto, no puede afrontar el financiamiento en moneda dura.
Las tasas de créditos en dólares para adquirir maquinaria, subsidiadas por un banco o la misma fábrica, rondan entre el 6 y el 9% anual.
“La demanda está, la necesidad de renovación está y la oferta está, pero lo que nos excede a nosotros no”, señaló durante el encuentro el director ejecutivo de AFAT, Leandro Brito Peret. Lo que los excede es justamente el financiamiento que, además de estabilidad macro, exige que los bancos trabajen de bancos.
En ese sentido, las multinacionales coinciden en que no es útil que haya bajas tasas únicamente para eventos muy específicos durante el año -como lo es Expoagro o Agroactiva- porque de hecho de todos los acuerdos que se cierran en las muestras no se concretan más de la mitad.
“Necesitamos que el Banco Nación sea punta de lanza, pero no queremos que sea el único sino que sea uno más, para que el resto de los privados vayan atrás de eso”, señaló Brito Peret.
De acuerdo a las proyecciones que hacen las multinacionales, se espera que este año termine con unas 600 cosechadoras, el mismo número de pulverizadoras y alrededor de 6000 tractores vendidos.
Esas cifras están muy alejadas de un buen año, más aún de los niveles ideales (que en el caso de las cosechadoras y pulverizadoras, por ejemplo, es el doble) y a kilómetros de distancia de la capacidad instalada, que hoy es de 12.000 tractores y 4000 cosechadoras. “Podríamos abastecer a Latinoamérica”, afirmó uno de los representantes,
Está fuera de discusión que, como señala Palmieri, “la necesidad de maquinaria para seguir creciendo y para seguir optimizando esas producciones está”, pero lo que falta es la espalda para hacerlo. Hoy, aseguran desde AFAT, un 80% de las cosechadoras tienen más de 10 años de antigüedad, y el 80% de los tractores, más de 15 años. Esa brecha tecnológica, estiman, es la responsable de que se pierda entre un 20 y 25% de productividad. Es parte del famoso “costo argentino” que le pone el pie en la cabeza al agro.
La cuestión de los costos preocupa también al interior de las firmas, desde donde piden “no sólo bajar la carga fiscal, sino también organizarla” y por eso miran muy de cerca las elecciones de octubre, que dejarán una nueva configuración del Congreso, en donde se esperan una reforma tributaria y una laboral.
Es que, así como está planteada hoy la estructura fiscal, una máquina tiene 30% de impuestos antes de salir de la fábrica, que llega a superar el 50% con IVA, Ingresos Brutos y los tributos provinciales o municipales que se sumen.
Eso, en definitiva, termina jugando a favor de los importados. Un tractor chino nuevo, por ejemplo, tributa IVA al 10,5% mientras las fábricas, para ingresar materia prima y algunas partes para fabricar dentro del país, deben afrontar el 21%.
Lo cierto es que todas las firmas tienen la mirada más puesta en lo que sucede puertas adentro que con el ingreso de maquinaria. De donde no sacan un ojo, de todos modos, es de la llegada de equipos chinos, que suelen ser más chicos y con menor potencia, por lo que tienen un precio que en algunos casos es hasta más bajo que un usado nacional.
“Es una problemática mundial a la que no somos ajenos”, señaló Brito Peret.
Respecto a los importados usados, cuyo ingreso se ha flexibilizado mediante la eliminación del Certificado de Importación de Bienes Usados (CIBU) a principio de año, aún no hubo tiempo de ver cómo afectará a la producción local porque está más bien vinculado con la llegada de cosechadoras, vendidas sobre todo durante el primer trimestre.
“Todavía no detectamos un impacto significativo, pero eso no quiere decir que esa sea la foto final”, observó Valeria Lieste, directiva de AGCO. “Estamos todos acá y vamos a seguir estando. Si se agregan más jugadores, habrá aún más competencia pero también optimización de los recursos”, agregó, por su parte, el gerente general de Jacto.