A poco más de un año de su detección en Latinoamérica, más precisamente en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, el jopo –Orobanche cumana- ha encendido las alarmas de investigadores y productores locales. Y no, no se trata del peinado ochentoso sino de una maleza parásita que ataca directamente a las raíces del girasol, al punto de debilitar a las plantas y reducir sus rendimientos a cero.
Tal es la preocupación que en noviembre del año pasado, el ex presidente de Senasa, Pablo Cortese, declaró el Alerta Fitosanitaria en todo el territorio hasta el 31 de mayo de 2027, “en función de lo cual se deben adoptar y/o fortalecer acciones de prevención, detección, contención y erradicación”.
En este marco, especialistas de INTA vuelven a recordar la importancia del monitoreo en los lotes como herramienta preventiva clave.
“Lo que estamos viendo en Santa Cruz es similar a los peores escenarios de Europa y Asia, donde el jopo ya provocó graves pérdidas. Por eso es fundamental estar un paso adelante y evitar que ingrese a nuestro país”, alertó Miguel Cantamutto, asesor internacional en tema JOPO e investigador argentino con trayectoria en el INTA y la Universidad Nacional del Sur -Bahía Blanca, Buenos Aires-.
El principal temor radica en que la semilla de esta maleza, que es minúscula y puede vivir hasta 20 años en el suelo, es fácilmente transportable de la mano de otros granos, maquinarias, agua, animales o incluso el calzado. Y una vez que ingresa en un lote, es capaz de condicionar las rotaciones agrícolas por más de una década.
Por eso, el principal desafío es detectar a tiempo los primeros focos, antes de que el jopo llegue a florecer y liberar su altísima cantidad de semillas.
“Hay que estar atentos a cambios en el color, tamaño o salud de las plantas de girasol. También a brotes emergentes en la base del tallo o deformaciones en las raíces. Ante cualquier sospecha, es clave reportar al INTA o a Senasa”, sostuvo Cantamutto
Andrés Corró Molas, jefe de la agencia de extensión del INTA Coronel Pico, La Pampa, subrayó por su parte que la vigilancia activa es esencial.
“Monitorear a conciencia cada lote no es un detalle menor. En infestaciones tempranas, el girasol se ve débil desde estados iniciales como V4. Es una planta parásita sin clorofila, con un turión, que es un tallo que emerge del suelo similar a un espárrago. Con un mínimo entrenamiento se lo puede diferenciar fácilmente de otras malezas”, dijo el especialista.
Según se dio cuenta desde INTA, el protocolo de monitoreo actual indica prestar especial atención a plantas con menos vigorosas o marchitas y examinar sus raíces.
En caso de detectar la presencia de nódulos radiculares o, en estados más avanzados, la presencia de turiones, se debe informar de inmediato a una agencia de INTA o completar el formulario oficial de Senasa.