En otro momento de la historia argentina, el escenario visto ayer en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) hubiera sido utópico. Pero es tal la crisis presupuestaria que atraviesan las universidades que ya no es descabellado ver cómo una decana hace una exposición con filminas, gráficos e información dura para explicar al resto de la comunidad educativa dónde está el problema y qué se hace al respecto.
Por la estructura que tiene, es probable que esa sea una de las facultades más golpeadas por los recortes a la educación superior. Y no es una afirmación al aire, sino un dato certero: Si sólo dependiera del presupuesto nacional, la FAUBA tendría que haber cerrado sus puertas en el mes de abril.
Esa fue una de las tantas definiciones que dejó ayer la decana Adriana Rodríguez en la charla abierta que dio en la sede de Paternal. Mientras tanto, se alimenta la expectativa de que el Senado sancione en las próximas semanas la Ley de Financiamiento Universitario, a la que probablemente, como ya lo hizo el año pasado, el presidente vete.
En realidad, no es la primera vez que, en ese mismo lugar, docentes, no docentes y el resto de la comunidad educativa escuchan a su máxima autoridad explicar por qué están como están. La decana ya había dirigido 2 encuentros similares el año pasado, cuando tomó fuerza el reclamo universitario, y lo que hizo durante el mediodía de ayer fue mostrar cómo ha evolucionado desde entonces.
Si algo ha cambiado desde el 2023 hasta ahora es que las universidades tuvieron que “ajustarse los pantalones” y reducir al mínimo muchos de sus gastos, aún a riesgo de obstaculizar algunas actividades educativas o proyectos en marcha.
En el caso de la Facultad de Agronomía de la UBA, los gráficos mostrados por Rodríguez dan cuenta de que, aún en la búsqueda de hacer más eficiente y razonable el uso de los recursos, y con todo el esfuerzo del mundo puesto en eso, en absoluto podrán subsistir muchos meses más de este modo.
Porque no recortaron sólo en eventos, brindis y otros gastos prescindibles, sino incluso en los más básico, como el mantenimiento edilicio y la provisión de bienes inventariables, como equipos, computadoras y hasta vehículos. “Somos conscientes que esos recortes no son sostenibles en el tiempo. De mantenerse la situación, evidentemente se va a afectar muy seriamente el funcionamiento de la facultad”, lamentó Rodríguez.
Tal vez lo más destacable, en ese recorte generalizado, es que la decisión de la FAUBA fue no dejar que la motosierra pase por sus aristas troncales, como los viajes de estudio, las investigaciones y el personal. De hecho, han incrementado la autoprovisión de recursos propios para complementar lo que les llega del Estado, porque bien saben que, con ese dinero, no llegan a ningún lado.
“En el primer semestre del 2025 estamos mitad y mitad, y esto es algo que nunca ocurrió”, explicó Rodríguez cuando, mediante gráficos de barra, mostró que, en lo que va del 2025, los ingresos propios -mediante convenios, cursos, servicios prestados y explotación de los campos- alcanzaron a lo recibido por el presupuesto nacional. Y agradecen que así sea, porque ya en el cuarto mes del año se había gastado el equivalente a esa cifra enviada por el gobierno.
El haber incrementado los ingresos por sus propias iniciativas es una buena noticia de por sí, aunque lo que no han logrado aún es superar el derrumbe que asistieron entre 2023 y 2024, cuando muchos de los convenios que mantenían con ministerios y organismos públicos se eliminaron porque esas mismas carteras dejaron de existir.
“Todos -docentes, no docentes y estudiantes- hacemos esfuerzos para tratar de que la facultad siga funcionando como queremos y deseamos. Ahora, esos esfuerzos que hacemos, de ninguna manera van a poder reemplazar los ingresos que deben provenir del Estado, porque así se ha establecido en la Constitución Nacional y así se ha establecido en la Ley de Educación Superior”, expresó de forma contundente la decana.
Un ejemplo de los esfuerzos impulsados desde abajo es la colecta de donaciones lanzada hace algunos meses por la institución para aportar fondos para los viajes de estudio, una de las actividades fundamentales de las carreras de la FAUBA.
Pero si Rodríguez pidió a todos los asistentes seguir difundiendo, con mayor empeño aún, esa iniciativa, es porque no ha sido efectiva hasta el momento. En el primer semestre, sólo se recaudaron 2.900.000 pesos, que representa sólo el 2,6% de lo que se destinó a viajes de estudio, unos 110 millones.
Así como no era cierto que las universidades “no quieren” ser auditadas, porque incluso la justicia les dio la razón y aseguró que eso es materia exclusiva de la Auditoría General de la Nación, tampoco es cierto que allí todos quieren mantener “privilegios” y no recortar gastos.
“No se puede gastar lo que no se tiene”, expresó Rodríguez, al mostrar con gráficos muy detallados todos aquellos rubros en los que han reducido el presupuesto. El único en el que no lo hicieron fue en seguridad, ante una ola de hechos delictivos que vivieron los últimos meses.
Como el de los servicios contratados es uno de los sectores que más impacta en el gasto, y como la facultad en absoluto evaluaba la posibilidad de desvincular personal, lo que hicieron fue armar un plan para, de forma paulatina, pasar contratados a planta permanente -a medida que se jubilaban los demás- y no sumar nuevos contratos. Además, la reorganización de áreas, tareas y procesos, permitió bajar la cantidad de horas extra.
Por el lado de los viajes de estudio, otros de los rubros críticos en términos de gastos, se priorizaron los destinos de cercanía y el uso de vehículos propios, y buscaron, siempre que se pudo, unificar distintas materias.
Debacle: En las últimas dos décadas la UBA perdió la mitad de los estudiantes de agronomía
Entre los asistentes, hubo cara de preocupación durante toda la exposición. Y es que también la decana mostró cuánto ha cambiado la situación de los docentes, que han perdido un 28,6% de poder adquisitivo en los últimos 20 meses. No sólo no ganaron más, sino que involucionaron.
“Es como si no nos hubieran pagado 5 salarios”, graficó Rodríguez. Y no sorprende que se así, si en el último año y medio sólo 3 incrementos salariales estuvieron por encima de la inflación. Los 3 fueron durante 2024 y ante momentos críticos para el gobierno: “En mayo, justo después de la primera marcha federal, en junio, con el riesgo de no empezar el segundo cuatrimestre, y en octubre, después de la segunda marcha federal”, observó la decana.
Hacia adelante, la situación tampoco es promisoria, y todo indica que ese poder adquisitivo seguirá en descenso. Durante el 1° semestre de 2025, el ministerio de Capital Humano ofreció un incremento del 7,5% a pagar en 3 meses, entre septiembre y noviembre, empezando con 3,95% en agosto, que corresponde a mayo, junio y julio. En absoluto eso alcanza la inflación acumulada, que ya supera los 17 puntos.
El broche de oro a esta crisis lo pone el cercenamiento silencioso a la investigación. De manera paulatina, con partidas presupuestarias que no llegan, un ministerio de Ciencia y Técnica que se convierte en agencia, con menores cupos para las becas Conicet, deja de haber recursos para construir conocimiento valioso.
Valioso y aplicado, porque no hay que olvidarse que los aportes de la FAUBA, por sólo mencionar un ejemplo, impactan luego en el arco productivo, que no es casualmente el que más divisas aporta a la economía argentina.
Un mecanismo para paliar esos recortes fue brindar dedicaciones exclusivas o semi exclusivas en la facultad, como un modo de retener a los jóvenes investigadores. “Tenemos pocas alternativas pero todo lo que podamos hacer lo vamos a hacer”, expresó Rodríguez.
Trazado ese -complejo- diagnóstico, y sin indicios de que el gobierno vaya a girar más fondos de forma unilateral a las universidades, lo que le queda a la comunidad educativa es luchar para visibilizar la crisis y para que el Senado apoye la Ley de Financiamiento Universitario.
Prevista para ser tratada las próximas semanas en el recinto, la norma que ya fue aprobada en Diputados ya ingresó a comisión. Entre sus principales puntos, prevé la creación de un fondo especial de 10.000 millones de pesos, actualizado anualmente por inflación, la recomposición salarial de docentes y no docentes, el incremento de las becas estudiantiles, y el aumento escalonado del presupuesto universitario.
Hasta que eso suceda, las casas de estudio se ponen en modo ahorro de energía y luchan por subsistir sin perder su leitmotiv, que es transmitir conocimientos.