Cuando Carlos Lisanti y su pareja decidieron fundar Del Agua Venimos en 2016 -un emprendimiento hidropónico ubicado en la localidad de Pablo Nogués, que Bichos de Campo visitó años atrás- se transformaron casi sin querer en exponentes de un negocio que todavía tiene todo por crecer en el país.
Su invernadero de mil metros cuadrados, con capacidad para producir unas 20 mil plantas, parece chico a comparación de las superficies que trabajan los quinteros tradicionales. Sin embargo, la intensificación que logran les permite alcanzar una producción mayor, lo que a la larga los vuelve más rentables. Y si a eso se le suma que cultivan hortalizas libres de agroquímicos de distintas variedades, muchas de ellas muy demandadas por la gastronomía, la ganancia es aún mayor.
“Nosotros iniciamos con la producción con la que empieza el 99% de los hidroponistas, que es con rúcula y distintas lechugas. Después de varios años nos dimos cuenta que teníamos que cambiar. Estamos en un país complicado para lo que es inversiones y es mucho insumo importado. Entonces pensamos en crecer físicamente o en optimizar esos mil metros cuadrados para que rindan de forma más importante”, contó Lisanti a este medio, durante la última edición del Congreso de Hidroponia.
Como el trazado urbano impedía el crecimiento en superficie, los emprendedores comenzaron en 2020 a apostar por el negocio de las micro (apenas mayores a un brote) y baby (a medio camino) plantas, con las que ganaban en calidad y sabor.
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“Pueden ser de las mismas variedades que las individuales grandes, pero las cosechamos antes y tienen mucho más intensidad en el sabor, son mucho más turgentes en el momento de comerlas, y visualmente al plato quedan mejor”, señaló el productor, que hoy encontró en el sector gastronómico un nicho comercialmente relevante.
“Uno tiene que buscarle la vuelta al negocio y salir de lo rutinario o de lo que hace la gran mayoría. Lo mío es un tema comercial, no es filantrópico. Yo tengo que buscar en la empresa”, justificó a continuación.
A eso le sumaron luego la producción de otras hortalizas como berro y kale, y de coles chinas como mizuna, pak choi y hakusai.
Si bien eso aumentó el costo de las semillas, por año logran mayor rotación, más cosechas y, por lo tanto, más dinero para invertir, en un rubro que tiene demanda pero que todavía se encuentra atomizado en el país.
“Hay mercado. La hidroponía en general todavía no tiene techo en Argentina. Somos muy pocos productores y hay una demanda insatisfecha”, afirmó Lisanti, que sueña con tener más colegas.
“A todo el mundo que se va a iniciar en esto le digo: ‘si vos hicieses mil o cinco mil metros al lado mío, pegado a mi invernadero, yo sería el hombre más feliz del mundo’. Bienvenido sea porque hay mercado absolutamente para todo. Desde la verdulería barrial hasta las grandes cadenas de supermercados, los restaurantes, catering. Es infinito”, concluyó.