Durante los primeros cuatro meses del año, la faena de novillos registró una nueva baja histórica. Con 322 mil cabezas de esa categoría enviadas a los frigoríficos, hay un nuevo descenso del 16% en comparación con igual lapso del año pasado, según marcó un informe del Rosgan que ubica al otrora símbolo de la ganadería argentina ahora casi como una nueva “especie en peligro de extinción”.
Dice el informe, escrito por la analista María Julia Aiassa, que “la escasez estructural que viene sufriendo esta categoría no es novedad. El stock de novillos ha ido retrayéndose año tras año, producto de fuertes secas que diezmaron la capacidad de los campos, pero fundamentalmente por una sucesión de políticas que lejos de estabilizar la actividad, resultaron sumamente adversas para cualquier producción de largo plazo, en especial para la ganadería de exportación”.
Ciertamente, cuando se escriba su historia, se podrá decir que la desaparición del novillo ha sido culpa de las malas políticas económicas de la Argentina, que desalientan la producción de animales más pesados, pero que llevan mucho más tiempo.
Los datos del último stock al 31 de diciembre de 2023 mostraron un total de 2,33 millones de novillos, la cifra más baja desde que se llevan registros y menos de la mitad de las existencias registradas a fines de 2007, previo a la primera gran liquidación de los últimos 30 años, esa que se produjo luego de que Néstor Kirchner y Guillermo Moreno comenzaran a bloquear las exportaciones de carne vacuna.
Aiassa, frente a la contundencia de este proceso, se pregunta “si esta menor faena de novillos que se registra en los primeros cuatro meses del año, responde además de la baja disponibilidad de hacienda, a una retracción de la oferta que pueda dar indicio de una incipiente retención por parte del invernador tradicional”. Pero de inmediato se contesta que “si analizamos la procedencia de estos novillos que llegan a faena no hallamos grandes indicios una posible recomposición de las invernadas pastoriles”.
De acuerdo a los datos que informa el SENASA, en base a los DTe de traslado de hacienda, en los últimos 5 años se observa un porcentaje creciente de novillos en el aporte del feedlot. A su vez, hay una visible caída en los pesos medios de faena que se observa en al menos los últimos tres años.
“En concreto -apunta la analista de Rosgan- de enero a abril de este año, los feedlot aportaron el 30% de los de los novillos que llegaron a faena de los cuales, como promedio general, lograron 282,5 kilos de carne en gancho, contra 284,1 kilos en 2023 y 287,1 kilos en los primeros cuatro meses de 2022”.
También razona Aiassa que “la realidad es que más allá de la apertura comercial que goza actualmente el sector exportador, la falta de competividad que genera el sostenimiento de un
tipo de cambio atrasado, redunda en desincentivos para toda la cadena productiva. En efecto, desde hace seis meses el novillo argentino en precios es el menos competitivo de la región. Esta falta de competividad de la industria no hace más que trasladarse al valor que recibe el productor local que es, en definitiva, quien debe tomar la decisión de retener o no su hacienda con la expectativa de obtener su fruto en uno o dos años”.