En septiembre del año pasado –antes de las elecciones presidenciales del mes de octubre– en Bichos de Campo avisamos que el agro argentino se encaminaba hacia el desastre si el entonces candidato Javier Milei cumplía sus promesas relativas a la relación diplomática con China.
“No sólo no voy a hacer negocios con China, no voy a hacer negocios con ningún comunista”, afirmaba por entonces Milei sin advertir, seguramente, el grave riesgo que tales declaraciones generarían unos meses más tarde.
La sobreactuación de Milei durante la campaña electoral la tuvo que pagar con creces esta semana la canciller Diana Mondino, quien ayer viernes debió sacarse un foto en la ciudad de Buenos Aires con el embajador chino Wang Wei para luego emitir un comunicado en el cual se expresa que el gobierno argentino acepta el criterio de “una sola China”.
En los hechos, eso implica que el gobierno de Milei no reconoce a Taiwán como nación independiente y acepta las intenciones de Pekín de anexar la isla a su territorio, lo que representa un traspié tanto ideológico como político.
El evento no se hizo en un fecha casual, sino un día antes de las elecciones presidenciales que se están desarrollando este sábado en Taiwán, donde –para la furia del Partido Comunista chino– se impone el candidato oficialista que propone la completa independencia política de la isla respecto de Pekín.
Más allá de lo que suceda con el “swap” chino, la clave es que muchos sectores agropecuarios –con la carne vacuna argentina a la cabeza– dependen de la demanda china para poder desarrollar su negocio. Y el gobierno de Xi Jinping ha demostrado que no tiene reparo alguno en emplear la política comercial para aplicar el mayor daño posible si alguna nación decide desafiar sus planes. Los exportadores australianos de cebada puede dar testimonio al respecto.
El mismo error de Milei también lo cometió Mauricio Macri al comienzo de su mandado, cuando decidió congelar las obras de las represas santacruceñas heredadas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, lo que provocó el bloqueo inmediato del ingreso del aceite de soja argentino al mercado chino.
En mayo de 2017, una misión oficial argentina a China, encabezada por el propio Macri, esperaba poder regresar al país con una serie de anuncios favorables para el sector agroindustrial, entre los cuales estaba la reapertura del mercado de aceite de soja. Pero volvió con las manos vacías: las máximas autoridades chinas condicionaron cualquier avance en ese sentido con la reactivación del proyecto de las represas santacruceñas. Ese mismo año el gobierno debió recular y retomar las obras.
En términos estratégicos Argentina y regionalmente el Mercosur deberían declararse como una “zona de paz” dedicada a brindar productos agroindustriales, energéticos y metalíferos que contribuyan a asegurar el bienestar de la población mundial, más allá de las diferencias que existan entre las distintas naciones.
Para que eso suceda es indispensable que los países de la región sean gobernados por una clase dirigente pragmática, responsable y profesional que esté plenamente capacitada para gestionar inversiones y oportunidades comerciales provenientes de todos los confines del orbe.