A Yanina Valeria Aguzzi, veterinaria de Venado Tuerto, una gran inundación que anegó a toda su región, le cambió el destino de su pasión primigenia: la de las vacas por las ovejas. Luego, llegaría a ser técnica asesora de un grupo Cambio Rural de producción ovina en la zona sur de Santa Fe. Ella es de familia de productores agropecuarios. Su padre y su tía son veterinarios. Y su madre hizo la mitad de esa misma carrera, pero la dejó para criar a sus hijos.
Cuenta Yanina que se crió en el campo y desde muy chica le gustaba acompañar a su padre en la camioneta a ver las vacas, cuando él hacía las cesáreas o trabajaba en las mangas. Y le encantaba andar a caballo junto a él, en las mañanas frías o en las agobiantes siestas de verano; o fuera de horario, alumbrando de noche con las luces de la camioneta. Hizo la mitad de sus estudios primarios y la totalidad del secundario en el Centro Agrotécnico Regional (CAR) de Venado Tuerto, donde también estudiaron su padre y su madre. Luego, se recibió de veterinaria en Río Cuarto.
Yanina nos relata cómo una eventualidad climática le cambió el destino de su vocación: “Formé una familia junto a mi marido, ingeniero agrónomo y amante de la producción agropecuaria, con quien tuve tres hijos: Santiago (17), Juan Ignacio (12) y Alfonsina (9). Los tres van a la misma escuela agrotécnica donde estudiaron mis padres y yo. Nunca me gustó en mi profesión la clínica de los animales pequeños, sino la rama de los animales grandes, y en especial la producción bovina, que pensaba sería a lo que me dedicaría toda mi vida”, comienza.
“Pero un día del año 2016, cuando en la región sufrimos tremendas inundaciones, me cambió el destino. Estábamos en nuestro campo familiar, que queda a 27 kilómetros de Venado, camino a Rufino, sobre la Ruta 33, antes de llegar a Sancti Spiritu, cuando un amigo de mi padre nos avisó que tenía su campo inundado, con sólo 50 hectáreas fuera del agua, en el que se le acababan de morir 200 ovejas y le quedaban 800, sin comida ni nada. Nos dijo: ‘Si ustedes quieren, se las llevo’”.
“Nuestro campo familiar es chico –continúa Aguzzi-. Se llama ‘Establecimiento YaCin’, por mi nombre, y el de mi hermana mayor, Cintia, compañera de toda mi vida. El mismo tiene una parte agrícola y otra con una cañada. En esta zona de plena pampa húmeda, estos campos no están preparados para producciones pecuarias, no tienen infraestructura de alambrados perimetrales, ni aguadas y demás. Nuestro campo no era una excepción, si bien mi padre siempre había tenido vacas”.
“En junio de 2017 aceptamos y nos llegaron las 800 ovejas Texel –que es una raza carnicera- de aquel productor en emergencia. Las pobrecitas habían venido pariendo en el camión, flacas, con lluvia y nos asediaron quince días más de temporal. En medio de ese caos, tuve que poner todos mis conocimientos profesionales para poder controlar la situación, y empecé a enamorarme de las ovejas”, afirma.
“Aprendí muchas cosas hermosas de ellas, pero también me pasaron cosas malas, porque no fue un camino lleno de rosas –aclara Yanina-. Con el tiempo las ovejas me fueron llenando el corazón de gratitud, me enseñaron que tienen una simpleza y una nobleza absolutas, son animales semi domésticos y es como que las vas conociendo a una por una. Son ‘mis chicas’, yo les hablo y ellas me ‘comprenden’. Se generó tanta química entre nosotras, que con frío, o calor, con barro o con lluvia, siempre estamos codo a codo, en mi caso, asistiéndolas en los partos o cuando alguna se muere”.
De tanto amor compartido, sucedió lo de debía suceder. “Hoy la actividad que ocupa por completo mi vida profesional es la producción ovina -confiesa la veterinaria venadense y agrega-. Además, ellas me enseñaron que el conocimiento científico-técnico, con la formación universitaria, por más que aprobemos con 10, no son suficientes para el trabajo cotidiano de campo. En este caso con los animales, porque éstos te cambian las cartas del juego todo el tiempo y hay que observar y aprender a cada paso”.
Yanina arregló con el propietario de las ovejas que había quedado inundado: “Acordamos 2 años de capitalización, es decir, que nosotros poníamos la tierra, el trabajo, el alimento, la sanidad, a cambio de que nos quedamos con el 50% de la producción. Yo elegí quedarme con hembras durante esos 2 años, hasta que reunimos unas 200. En 2018 saqué el crédito de la ley ovina y compré 100 vientres, lo que me ayudó a crecer poco a poco. Después, año a año me quedaba con el 80% de las hembras que nacían, para reposición interna; no entraron hembras de afuera”.
“Así llegué a tener hoy 500 ovejas propias. Y ahora, me acaban de dar el segundo crédito por la ley ovina, con el que pienso comprar algunas madres puras, de pedigree, de la misma raza, y machos puros, también de pedigree, con el objeto de intentar hacer una cabaña de Texel, que en la zona no hay y se busca cada vez más”, completa.
Pero a comienzos de 2023 el mundo ovino le traería una nueva tarea a Yanina: “Surgió una convocatoria por una necesidad poblacional de algunos productores de la zona –explica-, quienes decían que la oveja podría generar un ingreso económico, y formamos el grupo Cambio Rural ‘Ovejeros del Sur de Santa Fe’. Se legalizó en febrero de este año, y yo soy la Técnica Asesora”.
Entre los objetivos de ese grupo está que el municipio nos habilite una sala de faena para crecer en cantidad de vientres, como grupo. “Tenemos pensado salir a comprar animales a otras provincias y hacer una recría, para después con esa faena tener una boca de expendio en la ciudad. Y así nuestra carne ovina sería una alternativa en las góndolas. Integran el grupo: Julia, Luciano, José, Fede, Marcos, Facundo, Santiago y Tomás”, se ilusiona.
“Necesitamos que el Estado nos ayude –reclama Aguzzi- para que los productores, después de tanto sacrificio que hacen, tengan su merecido. Deseo que quien trabaja obtenga lo justo que se merece, que todos tengamos las mismas oportunidades, que podamos trabajar en equipo y que cuando al jefe le vaya bien, al empleado también. Sueño con que todos tengamos lo que necesitamos para llevar una vida digna, y así la mayoría no va a necesitar desear lo ajeno. Pido mucha educación para que los chicos estén ocupados en el mejor ejercicio que los hará libres”.
Esta veterinaria, apasionada de las ovejas concluye: “El campo siempre fue un sector con mucha energía, con gente de una gran dedicación y compromiso, que se pasó la vida reinvirtiendo. Pero desde que tengo memoria, lo he visto siempre muy castigado. Yo sigo apostando al trabajo y aportando todo de mi parte para que mi país crezca, porque lo amo y porque siempre nos queda un poco de esperanza en que en algún momento las cosas tienen que empezar a mejorar. Pero les enseño a mis hijos que aprendan otro idioma, universal, y que no se aten a esta tierra, sino que viajen a fin de que puedan comparar con otras culturas, para poder elegir mejor. Y ojalá decidieran volver y quedarse acá, pero esa elección será con mayor conciencia y hasta podrán traer conocimientos valiosos para nuestro país. Y si decidieran irse, la patria siempre los estará esperando”.
Yanina Aguzzi eligió dedicarnos la canción “Llegaremos a tiempo”, de Rosana, porque siente como de ella, a esas palabras, a esas ideas.