La empresa Bionbax emergió hace poco menos de un año como una startup. Pero en el próximo semestre, siguiendo la estrategia planteada por sus propietarios, tendrá su planta lista para fabricar biopolímero (bioplástico), producto altamente demandado por su mínimo impacto ambiental y por su amplia versatilidad y usos.
La planta está ubicada en el Parque Industrial P. Jorge Oldani, de la ciudad de Roldán, en Santa Fe. Sobre un lote de 9.600 metros cuadrados se construyó una nave de 1800 m2 que se destinará a la producción, más otros 908 m2 para laboratorios y oficinas.
El ideólogo de Bionbax es Ezequiel Sala, un empresario con una trayectoria de casi dos décadas en el mundo de los productos biológicos para agricultura, y que ya desarrolló productoras en Brasil, Paraguay, Colombia y Argentina, todas bien posicionadas en la elaboración de coadyuvantes y otros insumos biológicos.
Motivado por la necesidad de morigerar el uso de plástico, altísimo contaminante del ambiente, Sala emprendió el desafío de producir biopolímeros en escala industrial y así, con una millonaria inversión, contribuir a usar menos plástico tradicional que contamina el ambiente.
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El biopolímero o bioplástico, es cada vez más utilizado en la industria, precisamente por su característica de biodegradabilidad. Se producen esencialmente a partir de los cultivos o sus deshechos (almidón, celulosa) o a través de procesos de fermentación bacteriana. Vale recordar que el plástico se degrada en un tiempo que oscila entre 100 años y 1000 años, y que, además, proviene de recursos no renovables (fósiles). El biopolímero se biodegrada en un tiempo que varía de 30 a 90 días.
Hasta antes de las restricciones a las importaciones, este bioinsumo llegaba a la Argentina desde Irlanda, Estados Unidos, China, Corea, países que lo producen a escala. Eso terminó con la escasez de dólares en el Banco Central. En nuestro país hay ensayos, prototipos, pero nunca han salido del laboratorio. Se espera que esto cambie con la irrupción del proyecto industrial de Bionbax.
Sala cuenta que visitó los países productores y siguiendo sugerencias recaló en el Jerzy Haber Institute of Catalysis and Surface Chemistry, de la Academia de Ciencias de Polonia, un instituto pionero a nivel global en el desarrollo de tecnología para la producción de biopolímeros. Allí se firmó un convenio mediante el cual el biólogo PhD. Maciej Guzik se sumó al equipo de Bionbax para liderar el desarrollo para la producción de biopolímeros en la planta de Roldán.
Guzik estuvo en Argentina en marzo pasado, corroboró el avance de la planta industrial, y acompañó a Sala en entrevistas con la Cámara Argentina de Biotecnología. También estuvieron con referentes de la Cátedra de Bioeconomía de la FAUBA; en la Embajada de Polonia y el Consulado de Rosario; en la Bolsa de Comercio de Rosario. Pero entre tanta actividad se destacó el acercamiento al Laboratorio Max Planck de Biología Estructural, Química y Biofísica Molecular de Rosario de la UNR. La idea es formar a profesionales argentinos, capacitándolos en el Jerzy Haber Institute de Polonia.
En el camino, Sala tuvo la posibilidad de sumar como aliado del proyecto a Gabriel Fernández, reconocido empresa industrial, titular de AFG Ingeniería.
Según lo planificado, y más allá de todos los inconvenientes propios para la importación de equipos e insumos importados, Bionbax estaría operativa en los primeros meses de 2024. La obra civil ya tiene un avance de casi 90% y para el primer trimestre del año próximo esperan tener instalados los fermentadores (llegan de Colombia) y otra maquinaria extranjera.
Bionbax producirá entre 300 y 400 toneladas de bioplástico biodegradable por año. Será poco para una demanda que parece no tiene límite, pero la firma promete ir escalando en producción.
Mientras la obra avanza, el objetivo de los empresarios es avanzar en acuerdos con proveedores estratégicos de los desechos alimenticios que se usan para alimentar las bacterias, y que puede surgir desde la industria láctea hasta la del biodiesel. El otro objetivo es buscar un socio que considere estratégico sumarse a la empresa acorde a su potencial de crecimiento y desarrollo.
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El proceso de fabricación es totalmente biológico y para su producción se utilizan fermentos y deshechos derivados de otros procesos industriales (como el lactosuero de las queserías, los deshechos de la caña de azúcar, el glicerol) para alimentar a las bacterias que terminan produciendo el bioplástico. Ese bioplástico se biodegrada en un plazo máximo de tres meses al tomar contacto con agua o alta humedad.
Los usos que tiene el bioplástico son variados: van desde productos de uso cotidiano como un sorbete, vasos, tapas, envases, bolsitas de supermercados, viveros; hasta productos para la salud y el mejoramiento de la calidad de vida (prótesis e insumos medicinales).
“El plástico es un gran problema para la humanidad. Podemos ver artículos periodísticos y noticias tremendas de la contaminación ambiental, en mares y océanos, e incluso hay reportes científicos de la presencia de plástico en la sangre, algo así como 15 partículas microplásticas por gramo de tejido venoso. Por todo eso entendemos que es fundamental combatir el impacto negativo del plástico en la salud y el ambiente con iniciativas sustentables como la fabricación de bioplásticos biodegradables”, remarca Sala.