Ricardo Enrique Bochini jugó en el club Independiente de Avellaneda toda su vida útil como futbolista. Cumplió 19 temporadas (1972-1991) y fue protagonista de una época dorada de los “diablos rojos”. La charla con el protagonista de esta nota, Obdulio San Martín (en el capítulo 13 de mi podcast Oli-Nada-Garcas), arrancó con este tema por las similitudes entre el calvo ahora ex jugador y el calvo ingeniero agrónomo de Chacabuco. La primera, y más rutilante, que Obdulio pasó 30 años de su carrera profesional en una misma empresa. Todo un hito, rara avis en los tiempos que corren.
“Mi viejo decía Bochini era lo menos parecido a un jugador de fútbol, pero es un mago, un genio, porque metía los pases esos cortados, increíble”, arrancó Obdulio.
“Bueno vos sos bien parecido: pelado, tres décadas en una misma empresa y en todos estos años nos has dado buenos pases gol a los periodistas…jaja”, le retruqué siguiendo la metáfora futbolera.
Saliendo de la adolescencia, mientras terminaba la escuela agrotécnica, fue convocado para entrar en la empresa que lo vio crecer, desarrollarse, cumplir sus sueños y retirarse en diciembre de 2020. Pero ojo, no para jubilarse, sino, nomás, para reducir la velocidad, pero seguir conectado el mundo agropecuario, su principal pasión.
En 2021 entró en Kumagro una empresa que desarrolla las sojas no transgénicas (No GMO). Le tocó el norte argentino y Brasil. “Una experiencia única”, me contó después. Luego vino la propuesta de Julián Domínguez para incorporarse al INASE (Instituto Nacional de Semillas). “Fueron seis meses de mucho trabajo que me sirvieron para darme cuenta de cómo se puede trabajar del otro lado del mostrador, yo venía de toda una carrera en lo privado y esta oportunidad en el estado fue muy buena”, destacó.
Actualmente, desde hace dos meses, está encarando un proyecto familiar junto a Yoli (su mujer) y Ezequiel (su hijo) pero como productor en un campo alquilado en Chacabuco. “A full haciendo lo que me gusta, envuelto en los vaivenes de nuestra querida Argentina”, cerró.
En una entretenida charla contó cuando soñó con ser piloto de aviones de combate o dudó entre ser agrónomo o pelotari profesional. Pasen y lean…
-Así como cuando te sentás en el diván de un psicólogo y te pide que hagas asociación libre te pregunto: ¿Cuál es tu primer recuerdo de campo? ¿Qué se te viene a la cabeza?
-Los primeros recuerdos que tengo del campo es ir con mis abuelos, que tenían un pedacito chiquito de 50 hectáreas. Era de esos establecimientos de hace 50 años que tenían gallinas, vacas, algo de maíz y trigo. En ese momento una incipiente soja. El gran recuerdo que tengo es ir con mi hermana atrás en una camioneta Peugeot al campo a 25 km de casa. Lo más grande era irse el miércoles y volver los domingos. Era una felicidad tremenda. Faltabas al colegio dos o tres días y te ibas a divertir al campo. Después me acuerdo del olor a pasto de campo, a vaca, ese aire fresco los días lindos.
-¿Cómo fue tu historia, tu infancia, y cómo llegó la decisión de estudiar agronomía?
-Bueno, me crié en Chacabuco. Una familia de clase media. Veníamos de una época muy difícil desde lo económico. Mi viejo se había quedado sin laburo. Además, con una de mis hermanas que atravesó una enfermedad larga y falleció después. Una familia muy unida, que la pasó mal, pero salió con mucho amor. Mi papá era un tipo que conocía mucho de campo, más de ganadería. Yo hice un secundario agrotécnico y toda la vida pensé que cuando fuera grande iba a ser ingeniero agrónomo. Para mí fue una carrera que la tengo desde que me acuerdo y soy un agradecido de poder haberla hecho con gran esfuerzo de mis padres.
-¿Y no tenías un plan B?
-Bueno, en algún momento se me cruzó ser piloto de avión, pero de aviones de guerra, me gustaban los jet de guerra, todavía miro videos y documentales de aviones. Por supuesto nunca fui piloto, pero me encanta sentir la sensación de la velocidad, del despegue de los aviones.
-¿Qué pensás que hubieras sido si no hubieses sido agrónomo?
-A mí me gustaba mucho jugar a la pelota a paleta. Me hubiese encantado ser profesional de la pelota paleta. Mi viejo también jugaba, él fue casi profesional. Y en algún momento le pregunté a él, qué haría en mi lugar. “Mirá, Odulito”, así me decía, él también se llamaba Obdulio, “vos hacé lo que quieras, la paleta te da mucho relacionamiento, yo la usaría por las relaciones y amistades, pero no es algo que vas a poder vivir bien toda tu vida, y una vez que uno lo toma como profesión ya no es un juego, vas a tener jugar para ganarte el mango para comer; por eso, si podés estudiar, estudiá”. Me acuerdo nítidamente ese momento. Paradójicamente, mi viejo falleció a los 62 años, jugando a la paleta, en el Club Social de Chacabuco, donde se había criado.
-Volvamos a la carrera y al campo, ¿Fue lo que imaginabas o algo cambió?
-Yo en realidad me imaginaba siendo asesor, no en una empresa. Admiraba mucho a los asesores, tipo administradores que hacían desde los números hasta la parte técnica, que armaban las rotaciones, etc. Eso era lo que yo quería hacer en la vida.
-Año 1990. Se reunificaba Alemania, empezaba la Guerra del Golfo, Gabriela Sabatini ganaba su primer y único título de Grand Slam en Estados Unidos, en Argentina se emitía la novela “Una voz en el teléfono” y vos entrabas formalmente en Don Mario, una empresa formada por seis amigos que decidieron poner el foco en la soja. Pero la historia empezó antes. ¿Quién te contactó para entrar a GDM? Estabas en el secundario todavía, ¿no?
-Cuando estaba en el verano pasando de quinto a sexto año en el agrotécnico, a mí me encantaba andar arriba del tractor y me fui a trabajar un verano con un contratista de Chacabuco. Ese año había sido profesor mío César Belloso, que había hecho una suplencia. Y uno de los días que yo estaba trabando pasó César por la casa de mis viejos para ofrecerme un trabajo. Yo estaba haciendo buena plata arando. Pero cuando volví a casa mi viejo me contó que “unos ingenieros (el otro era Gerardo Bartolomé) que no eran de Chacabuco”, y que me ofrecían trabajo. Fui a lo de César, ahí lo conocí a Gerardo, y lo que me ofrecieron fue el puesto de monitoreador de plagas en soja.
-¿Y qué onda la soja en ese momento? ¿De qué año hablamos?
-Y, era el verano de 1984/85. La soja casi ni se conocía. Yo la había visto en el campo de mi abuelo muy poco. Era difícil venderla porque ni había precios claros. Así que cuando terminé de arar me fui con César y Gerardo a sembrar. En ese momento se llamaba Don Mario y Asociados. Con la plata me pagué el viaje de egresados en sexto año y al año siguiente volví a hacer lo mismo con ellos.
-Una pregunta que se deben hacer los jóvenes, en un mundo de mucha vorágine y cambios ¿Cómo se hace para estar 30 años en una misma empresa y no aburrirte o no achancharte?
-Yo siempre pensaba que quería ser el tipo que más sabía de soja. Eso desde lo personal. Y para mí el secreto está en tener el foco y hacer lo que te gusta. Eso es fundamental. Si vos le vas buscando la vuelta a lo que te gusta para ser un poco mejor. Si lo pienso, es una locura que haya pasado 30 años en una misma empresa.
-¿Qué cosas te imaginaste que ibas a hacer después de GDM?
-Estuve hasta con psicóloga. Porque a principio de año (N de la R: la entrevista la grabamos en noviembre de 2020, Obdulio se iba de GDM en diciembre de ese año), la gente me decía que me iba a volver loco si no tenía nada para hacer. Y la psicóloga me ayudó un montón… no sólo porque me iba de Don Mario, también por las locuras que cargo (se ríe). Pero cuando me fui ya tenía trabajo. Lo que me propuse es administrar con más equilibrio mis tiempos, porque muchas veces me embalo con lo que hago y es demasiado.
-Siempre les pregunto por la relación campo-ciudad, ¿Qué análisis hacés de ese vínculo? ¿Por qué muchos aún hoy odian a los del campo?
-En general siempre hubo una discusión campo-ciudad. Nos decían que éramos llorones. Desde lo macro siempre sentí que en Argentina nunca terminamos de discutir qué modelo de país queremos. Un hito para mí fue 2001. A fines de los 90 los productores estaban endeudados en dólares y en 2001 vino la debacle, se salió del 1 a 1 y el campo surgió con una fuerza asombrosa. El campo tuvo una recuperación muy rápida, el 4 a 1 (la devaluación), fue un aventón. Pero fue lo que permitió salir al país en su momento, aunque no se manejó bien creo. Para mí, la raíz estuvo ahí de lo que pasa hoy. La sociedad nos miraba raro.
-¿Y la comunicación desde el campo?
-Siempre nos costó comunicar. Cuando en 2008 la presidenta (N de la R: Cristina Fernández) habló del yuyo nos sentimos ignorados o despreciados. Pero mucha gente piensa lo que dijo ella. “Vos tirás algo, nace y crece solo y la cosechás”, dicen. Creo que seguimos dando vuelta con la comunicación que hemos hecho siempre, para los agrónomos y la gente de campo, pero se nos complica hablar para la sociedad. Mostrar lo que hacemos de manera más sencilla.
-¿Qué hobbies tenés? ¿Qué hacés para despejar tu cabeza después de una jornada larga de laburo, un día complicado de trabajo…
-Antes llegaba a casa y parecía un perro buldog. Enojado. Estoy aprendiendo a compartir lo que hago durante el día y si no fue un buen día poder contarle a mi mujer, Yoli, y que hablemos de otra cosa. Después, soy muy casero. Me gusta estar en casa.
-¿Deporte?
-Paleta no hago hace años por las rodillas. Pero salgo a andar en bici y a caminar con un amigo. Trato de mantenerme en estado. También me gusta mirar televisión y leer, leo mucho, toda la vida leí.
-¿Qué leés?
-Historia. Me encanta la historia argentina. Soy admirador de San Martín, de Belgrano, caudillos. Si te tengo que decir algo de eso es que desgraciadamente los ciclos se repiten. Cosas que hemos vivido 200 años atrás pasan aún hoy.
-¿Qué legado recibiste de tus viejos?
-De los dos un cariño enorme. Nos han criado, somos 3 hermanos. Eramos 4. Mi vieja (“Nené”) es una persona muy espiritual y no pierde un segundo en evangelizar. Y es una persona que siempre nos ha escuchado. Y de mi viejo, el ser honesto y buena persona. Ser derecho era todo en la vida para él. Y era muy alegre, jodón, de estar con amigos. Y de los dos recibí el esfuerzo que pusieron en criarnos en épocas muy difíciles, donde tuvimos una hermana que estuvo enferma durante cinco años, ellos estaban entre Buenos Aires con mi hermana internada y criándonos acá, una etapa muy difícil, y uno cuando se hace grande recién se da cuenta de lo difícil que habrá sido.
-¿Y cómo se recuperaron de ese dolor?
-Mi viejo creo que nunca se recuperó de ese dolor. En cambio, mi vieja sí, se aferró a la fe y logró cambiar la bocha.
-¿Y qué legado te gustaría dejarles a tus hijos?
-Me gustaría que digan que era buen tipo, y que trataste de hacer el bien. Siempre me levanto pensando en eso y hasta me emociona pensarlo. No grandes cosas, sino detalles. Un poquito cada día. Si mis hijos se logran llevar esa idea estaría más que contento.
-¿Qué es el mejoramiento genético para vos?
-Es un mundo apasionante. Una ciencia que ha evolucionado tanto que no se puede imaginar uno cómo lo hacíamos antes y cómo se puede hacer hoy.
-¿Y la soja que es para vos?
-¡Qué cultivo! Soy un apasionado de la soja. Para mí no hay nada más lindo que ir a ver una soja. He sido un loco viajando a lugares lejos para ver un campo sembrado con soja. De hecho, yo soñaba que veía lotes de soja. En serio te digo.
-¿Un tema musical para cerrar la nota?
-Tengo un montón. Me encantan temas en inglés y la cumbia. Amplio espectro. Pero uno de U2 me gusta mucho, que se llama “With or Without you”.