La lechería está experimentando cambios profundos. Los tambos más grandes suman vacas que a su vez son más productivas, también tecnologías, eficiencia y productividad. Los que están en la franja del medio, buscan cómo crecer para evitar quedar afuera del sistema, que es la espada de Damocles con la que viven los más chicos el día a día.
La crisis los atraviesa a todos, pero a los más débiles les pega más. “Los productores parten este año con el 50% de las reservas de silo respecto de un año normal, y por eso deben alimentar a las vacas con insumos más caros que no son compensados por las mejoras de precios que en términos porcentuales son relativamente importantes”, dijo el especialista del INTA Miguel Taverna.
El agrónomo hace 40 años que trabaja en lechería, y décadas en el INTA, donde es uno de los referentes máximos de la actividad y voz autorizada para explicar lo que sucede.
En la entrevista que dio a Bichos de Campo comenzó hablando de la coyuntura, y luego se metió con el futuro del sector y el uso de la tecnología.
“Hay una tendencia a una menor producción, pero caería menos de los esperado. En marzo bajó entre 3 y 4 por ciento, pero en abril se habría mantenido en niveles parecidos a los del abril del 2022. Afortunadamente, los productores le están encontrando la vuelta para mantener la facturación del tambo” analizó.
Pero las cuentas no dan nada bien en este escenario climático. Con la caída de la oferta forrajera y de granos, y con una economía que resta poder de compra a la población, y políticas que merman el ingreso de dinero a la cadena.
“En términos generales los costos se incrementaron 20/25% y eso no está compensado por el precio. En las dietas se usan alimentos más caros porque no hay” explicó el especialista.
A Taverna le preguntamos para dónde cree que va la lechería en Argentina, y respondío que si bien cree que van a convivir sistemas más pastoriles con otros más intensivos, “hay un punto en común que es la necesidad de búsqueda de eficiencia en diferentes aspectos, como los litros por vaca por día, las cuestiones reproductivas y sanitarias. Hay una brecha importante por saldar en productividad y rentabilidad, y creo que las nuevas tecnologías tendrán un rol central en esto”.
El problema que se le presenta a muchos tamberos, es que para sumar tecnología hace falta capital o financiación, al menos, y eso es lo que no hay o está disponible a tasas que las hacen inviables.
“Este camino requiere inversiones, en algunos casos son bajas en función de la facturación, y en otros altas, y para eso se requiere financiamiento. El problema que tienen la mayor parte de los productores es una falta de apoyo crediticio de mediano y largo plazo, con años de gracia, créditos de 4 a 5 años, con uno de gracia por caso para compensar que no son inmediatos los impactos de la tecnología que se suma. Este es uno de los problemas y nos diferencia de otras lecherías del mundo, que cuentan con esas herramientas”.
Taverna es responsable del tambo robotizado que tiene el INTA Rafaela y que cuenta además con un galpón con cama de compost, para mejorar el bienestar de las vacas y comederos con ventilación. El galpón se usa cuando hay momentos de estrés calórico o temporales que generan mucho barro.
“Este verano y a pesar del calor extremo, mejoramos en 3 litros por vaca, por día la productividad. Habitualmente caíamos a 33/35 litros diarios por animal, pero este año nos sostuvimos en 38/39 litros, eso demuestra el impacto del bienestar en los animales”.
Por otro lado dijo que la robotización aportó también lo suyo al bienestar de la hacienda, y al seguimiento productivo y de la calidad del proceso y del producto.
“Hubo varios impactos: por un lado en lo que es producción de leche, nuestro tambo casi duplica el promedio poblacional de la Argentina, y muestra por un lado la posibilidad de sumar eficiencia de la tecnología. Un aspecto no menor de mejorar las condiciones de trabajo, calidad de vida y los aspectos ambientales que tuvieron también un impacto positivo. Además nos hacen más sustentables desde el punto de vista del negocio, humano social y ambiental”, concluye Taverna.