La historia de Andrés Robín da cuenta de que se puede ser un pequeño productor y vivir de y en el campo de forma amigable con el medio ambiente.
Nacido en la localidad entrerriana de Colón hace 75 años, en 1976 se recibió de veterinario y comenzó a trabajar inmediatamente con ganadería vacuna en diferentes regiones del país. Sin embargo, a mediados de la década de 1980, decidió comenzar a practicar la agroecología, algo desconocido por ese entonces, en una quinta de sólo 5 hectáreas en la zona de Villaguay.
Allí vivía con su mujer y sus tres hijos, y para cuidar de su salud –al igual que de la de sus productos- dejó de aplicar insumos químicos.
“Yo produzco las abejas y vivo de forma estable. Además queremos darle al cliente un producto sano sin venderla cambiada”, afirma Robín.
Podría decirse que en su campo “hace de todo”. Lo producido lo comercializa allí mismo pero también en la feria municipal de Villaguay, en donde muchos pequeños productores llevan sus productos, que van desde alimentos hasta canastos y tejidos.
Con el paso del tiempo y la ayuda de su familia, la producción creció. “Fuimos ocupando el predio y para eso sembré naranjas, mandarinas, ciruelas, pomelos, caquis, higueras y nueces pecán, siempre en conexión con la producción apícola. También tuvimos cerdas, capones y algunas vacas que ordeñábamos, pero como la superficie es chica no prosperó esa cuestión. Hacíamos quesos manteca, chorizos, fiambres. Hoy esa tarea granjera se ha perdido, antes era muy común en la zona. Acá hay mucha inmigración de diferentes regiones de Europa pero hoy esa una mosca blanca quien hace estas tareas”, relata el productor.
Escucha la entrevista completa acá:
Hoy Andrés vive con su esposa y uno de sus hijos, ya que los demás terminaron sus estudios en veterinaria y contaduría. El más joven que aún vive allí, se transformó en su mano derecha.
“Acá todo se hace de forma familiar, se hace de todo en mi casa-quinta. Lo nuestro es en pequeña escala pero estamos bien. Tenemos autoabastecimiento de todo: ajo cebolla, lechuga, pepino, melón, sandías. Pero el fuerte nuestro es la nuez pecán y lo que se cosecha de las 300 higueras, luego vendo congelado también a gente de la zona”, explica.
Para completar ingresos decidió hacer turismo rural. Hace poco recibió un grupo de 12 alemanes y ugandeses, que pasaron el día y “se fueron contentísimos”.
“Todos los días cosechamos, lo que no se consume o se comercializa en el día va al frezzer”, afirma.
Y como si todo eso fuera poco, Andrés también participó de negocios de exportación. “La primera fue a Brasil. Luego enviamos a China, Tailandia México. La última fue a Alemania. La nuez entrerriana es de alta calidad, el 70% se produce en esta provincia y tiene alta demanda”, asegura.
El campo de Robín no quedó exento de los impactos de la sequía. “La miel también la vendemos al mercado interno y a la exportación, pero este año por la seca no hubo floración así que tuvimos que alimentar a las abejas”, se lamenta.
Para eso se mezcla glucosa con miel, agua y vimanas. “Ellas la van consumiendo como si fueran ratones”, bromea.
Robín dice que el campo siempre fue lo suyo. Se siente mucho más que conforme con ese estilo de vida, en el que la producción de múltiples alimentos es su ocupación diaria. Es por eso que se anima a asegurar que “de acá me sacan sólo con los pies para adelante”.