En la Argentina por le momento se han inscripto, según los registros del Instituto Nacional de Semillas (INASE), solamente 13 variedades de Cannabis sativa L, y todos ellas -de diferentes dueños- están vinculadas a los prpoyectos para la extracción de aceite medicinal, una posibilidad que surgió a partir de la liberación parcial del cultivo con esos fines terapéuticos, dispuesta a través de las leyes 27.350 y 27.669.
Pero esas legislaciones, que pusieron fin a un largo periodo de prohibición de un cultivo que se asocia fundamentalmente con la marihuana para uso recreativo, también autorizaron la utilización del cáñamo con fines industriales, para algunos de los tantos usos alternativos que tiene esa planta en muy diferentes rubros, como la industria textil, la construcción, la nutrición, los bioplásticos y hasta la cosmética.
Con miras a desarrollar todos esos capítulos del negocio cáñamo, una empresa llamada Industrial Hemp Solutions (IHS) informó que está ensayando 15 nuevas genéticas de cáñamo, lo que duplicaría en un solo movimiento las variedades de esa planta ya registradas en el INASE.
Para la selección de las variedades más apropiadas para nuestro territorio, en septiembre de 2022 IHS firmó un acuerdo con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba). Un equipo liderado por Daniel Sorlino, coordinador del grupo de estudio y trabajo en Cannabis (GET Cannabis) e integrante de la cátedra de Cultivos Industriales, desde entonces está llevando adelante la evaluación de las 15 diferentes variedades.
Los análisis se hacen “no sólo concentrándose en sus rendimientos, sino también en las propiedades de sus derivados para entender el impacto real que puedan llegar a producir en aquellas industrias que elijan migrar hacia el uso de estos biomateriales”, explicó un comunicado de prensa que da cuenta de esta novedad. Es decir que el enfoque de estos ensayos ya no están apuntando solo al uso medicinal de la planta de cannabis sino a sus posibles usos industriales.
Las fibras del cáñamo pueden emplearse en diversas industrias tales como construcción, celulosa, química, energía, automotriz y textil, y reemplazar materiales no renovables de origen fósil. IHS es una empresa argentina que se dedica a desarrollar localmente este filón de negocios y comenzó a ensayar en febrero pasado el cultivo en territorio argentino de 15 variedades nuevas para expandir esta industria en el país.
Lo curioso es que esas líneas genéticas figuran varias provenientes del Programa Polaco de Cáñamo, que depende del Ministerio de Agricultura de Polonia, donde llevan más de 90 años realizando trabajos de fitomejoramiento maximizando los rendimientos de sus variedades.
Las nuevas variedades fueron ingresadas gracias al apoyo del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y al propio INASE, que facilitaron los procesos de importación. “En Senasa estamos trabajando para asegurar el desarrollo de la industria del cáñamo en cumplimiento de los estándares de calidad y de seguridad establecidos para su producción y comercialización. El ingreso de estas nuevas variedades de genética de cáñamo es un paso importante para el desarrollo de esta industria en nuestro país”, comentó Diana Guillén, presidenta del organismo.
Por su parte, Gabriel Giménez, director nacional de Articulación Federal de INASE, resaltó: “La introducción de estas nuevas variedades a través de la empresa IHS es una excelente oportunidad para fortalecer la industria, garantizando la calidad y seguridad de los cultivos.”
“El potencial de la bioeconomía argentina es enorme, y en este contexto el cáñamo se posiciona como sinónimo de desarrollo y progreso. Estamos muy entusiasmados de poder expandir el uso del cáñamo para mejorar el impacto en las industrias del país y potenciar exportaciones con valor agregado. Nuestra compañía cuenta con el equipo y la experiencia internacional para llevar adelante la utilización de nuevos modelos de industrias que
permiten crear economías sustentables”, expresó Maximiliano Baranoff, director de Innovación y Nuevos Negocios de IHS.
Entre los objetivos de los ensayos está evaluar el aporte ambiental que podría realizar este cultivo. El cáñamo es un cultivo anual que puede fijar altos valores de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero.
Pero a la vez la totalidad de la planta de cáñamo tiene aplicaciones que incluyen la industria alimenticia, usos textiles, cosmetología o usos en la construcción, entre otros. Las fibras pueden emplearse en diversos procesos tales como construcción, celulosa, química, energía y automotriz, y su uso puede reemplazar materiales no renovables de origen fósil, reduciendo el impacto negativo de los mismos en la cadena de valor.
De acuerdo con un informe de la ONU, el mercado global del cáñamo podría cuadruplicar su valor estimado de 2020, alcanzando los 18.600 millones de dólares en 2027.
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Los granos que provienen del cultivo del cáñamo son considerados un superalimento, por lo que existe una creciente demanda de sus aceites, harinas y proteínas en los países desarrollados.
En la actualidad, ya existen 200,000 hectáreas cultivadas de cáñamo en todo el mundo, incluyendo mercados como Europa, China, Canadá, Estados Unidos y Paraguay, entre otros. La Argentina, también en esta carrera, larga a la cola.