A pesar de que el área de siembra que se destina a su producción ha experimentado una considerable disminución en la última década, la alfalfa continúa siendo la especie forrajera más importante del país al punto tal de ser catalogada como la “reina” del universo forrajero. Al menos ese es el espíritu que recorre las 775 páginas del nuevo libro publicado por el INTA, que en 16 capítulos desglosa toda la cadena de valor que se desprende de esta especie perenne de la familia de las leguminosas.
Para el año en que este trabajo fue confeccionado –año 2020-, la superficie total de alfalfa se estimó en alrededor de 3 millones de hectáreas, incluyendo cultivos puros (60%) y asociados con gramíneas templadas (40%). Mientras que a principios de 2018 la superficie total rondaba las 3.2 millones de hectáreas, desde 2019 ese número se ha mantenido estanco en el nivel de las 3 millones o menos.
“Las causas de la lenta pero firme disminución del área de siembra de alfalfa obedecen a varios factores, entre ellos, el cambio en el uso de la tierra que se dio a partir de 2003/04, donde los mejores suelos se destinaron a la producción agrícola pura, todavía sigue condicionando la disminución de pasturas en gran parte de la región pampeana. El desplazamiento de los recursos forrajeros hacia suelos de menor aptitud planteó dificultades al uso de la alfalfa, que para producir y persistir exige buenos niveles de fertilidad química y adecuadas características físicas”, explicó Daniel Basigalup, agrónomo y compilador del libro, al comienzo del trabajo.
La necesidad de intensificar los niveles de producción en suelos de buena aptitud provocó un cambio en los sistemas de producción ganadera, que generó que el pastoreo directo pierda relevancia respecto a los sistemas empleados en confinamiento (planteos lecheros intensivos y de engorde a corral). Así, el uso de silajes de maíz, sorgo y el empleo de distintos suplementos energéticos y proteicos reemplazo el uso de pasturas de alfalfa.
“Si bien todavía una proporción cercana al 40% de la producción de leche bovina todavía se lleva a cabo con una base pastoril donde la alfalfa es una parte central de la alimentación, no es menos cierto que ese uso pastoril se está concentrando en tambos de mediana a baja producción y de superficies promedio no superiores a las 150 hectáreas. Por un lado, en consecuencia, se aprecia una notable concentración de la producción en tambos de gran tamaño, donde el sistema exclusivo es el confinamiento total en el que el heno de alfalfa (megafardos) es a menudo adquirido fuera del establecimiento y utilizado básicamente como fuente de fibra efectiva”, se indicó en el libro.
Así, mientras que hacia 1990 las pasturas de alfalfa constituían el 60-70% de la alimentación en los tambos, hacia 2019 esa cantidad se redujo al30-35 %.
Pero aún en este contexto, Argentina continúa siendo uno de los principales productores mundiales y el principal de América del Sur, donde Uruguay (140.000 ha), Perú (120.000 ha), Chile (120.000 ha), Bolivia (65.000 ha) y Brasil (35.000 ha) quedan considerablemente atrás.
En lo que respecta a las variedades de la alfalfa, entre 2006 y mediados de 2019 se inscribieron en el Registro Nacional de Cultivares (RNC) del INASE un total de 141 cultivares de alfalfa. La mayor cantidad de inscripciones se registró en el año 2007, con un total de 27 variedades, y a partir de 2014 ese número comenzó una disminución constante. Esa caída coincide con la reducción del área de siembra de esta forrajera.
Pese a eso, la oferta de cultivares de alfalfa en el mercado nacional supera las 100 variedades, por lo que el productor tiene un amplio catálogo para elegir en función de la zona en que decida cultivarla.
“Un hecho significativo en cuanto al panorama varietal de Argentina ha sido la desregulación en 2018 de los primeros cultivares transgénicos, que además de su tolerancia al glifosato de amonio tienen un menor contenido de lignina por un proceso de silenciamiento génico (knock-down). Esto, además de importantes implicancias en la producción y manejo del cultivo, obliga a considerar una serie de medidas que protejan la producción nacional de semillas del flujo génico (llamado comúnmente contaminación) de las alfalfas transgénicas (GE), a fin de preservar la pureza genética de las alfalfas convencionales (no GE)”, puntualizó el libro.
La superficie dedicada a la producción de semilla de alfalfa se ubicó tradicionalmente un 70% dentro de áreas de secano.
Las condiciones climáticas que favorecen a esta producción son temperaturas promedio de 24-25 ºC durante el día y más de 18 ºC en la noche a lo largo del período de floración; aire relativamente seco; ausencia de vientos fuertes durante la floración, con un mínimo de días nublados y frescos; días largos, con un mínimo de 14 horas de luz; una distribución de lluvias o riegos que provea de la adecuada humedad al suelo; un período de crecimiento de por lo menos 150 días.
Las zonas marcadas como destacadas por su potencial productivo son Catamarca, San Juan, Santiago del Estero, Salta, La Rioja, Mendoza, Choele Choel y el Valle Inferior del Río Colorado.
Pero aún con estos datos, el trabajo remarca que producción de semilla de alfalfa en la Argentina ha sido generalmente de importancia secundaria por ser uno de los subproductos de la producción de forraje. En consecuencia, el mercado nacional se ha abastecido en forma irregular de una producción de semillas aleatoria, de bajos rendimientos y de usualmente baja calidad. La mayoría de las áreas donde la alfalfa puede ser cultivada con éxito para la obtención de forraje no son precisamente las adecuadas para una eficiente producción de semilla.
¿Qué ocurre con su industrialización? Además de su uso tradicional para pastoreo directo o como reserva forrajera, la alfalfa puede ser destinada a la alimentación animal en otros formatos como cubos, pellets, harina y heno de alta densidad, además de la elaboración de productos farmacéuticos, cosmética y de alimentación humana.
En primer lugar, los procesos de industrialización para la alimentación animal tienen como objetivo primordial aumentar la densidad de la alfalfa recogida –sea a granel u obtenida del campo en forma de rollos, fardos o megafardos– a los fines de facilitar la logística y reducir los costos de transporte y almacenamiento.
Lo que ha surgido como un mercado de interés es la producción de heno de alta calidad, que ya tiene una demanda creciente e insatisfecha de países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, a los que recientemente se suma China.
El mercado mundial de heno de alfalfa se orienta hacia la producción de fardos y megafardos recompactados, especialmente para tambos y feedlots Es allí donde Argentina encontrará, en el corto y mediano plazo, un enorme potencial para convertirse en un proveedor relevante para ese mercado mundial.
“Se estima que en 2019 se registraban unas 110.000 hectáreas de alfalfa destinadas a la producción de heno de alta calidad, distribuidas de la siguiente manera: a) secano: 35.000 ha en la parte centro-este de Córdoba; b) regadío: 23.000 ha en la cuenca del Río Dulce en Santiago del Estero; 6.000 ha en los valles del norte de San Luis; 16.000 ha en los oasis de la provincia de Mendoza, particularmente en el sur; 2.000 ha en el área de regadío de La Pampa; cerca de 4.000 ha en el valle inferior del río Colorado; y 15.000 ha en los valles de los Río Negro y Chubut, en la Patagonia. A ello se suma un estimado de 9.000 ha en condiciones de secano esparcidas en la zonas subhúmedas y semiáridas del O de Buenos Aires, NE La Pampa, S de Córdoba y SE de San Luis”, se detalló en el libro.
Pero eso no es todo. Por sus propiedades nutricionales esta leguminosa ha mostrado ser un alimento apropiado para conejos y chinchillas, así como un buen ingrediente dentro de los alimentos balanceados para perros, gatos, peces y pájaros. Por otro lado, debido a su contenido en carotenos, es un alimento apreciado en la industria aviar para dar color a la yema de los huevos.
“Durante los últimos años, ha crecido igualmente el uso de la alfalfa para la alimentación de mascotas y animales de laboratorio, tanto de pequeños roedores –hámster (varias especies), jerbo (Meriones unguiculatus), ratón casero o común (Mus musculus) y cobayo o conejillo de la India (Cavia porcellus)– como de reptiles (iguanas)”, señaló el trabajo.
En lo que respecta a procesos de industrialización más novedosos, la alfalfa es considerada como un cultivo con una riqueza componentes beneficios. Su extracto cuenta con propiedades hidratantes, antioxidantes, antiinflamatorias y bacteriostáticas, que lo hacen muy adecuado para implementarlo en la industria farmacéutica y cosmética.
“Una forma de aprovechar los efectos benéficos de la alfalfa, tanto para uso farmacológico como para el cuidado personal, es el desarrollo de 759 los productos denominados ‘nutricosméticos’, que son suplementos dietéticos con función cosmética. Estos productos, que se formulan como líquidos, cápsulas o material picado para infusiones, sirven simultáneamente para mejorar el funcionamiento general del organismo y para retardar el envejecimiento, preservando la sanidad de la piel y del cabello”, se explicó en el trabajo.
En cuanto a la alimentación humana, la forma más común de emplearla es en el consumo de brotes de plántulas jóvenes. “Se trata de un alimento sano y natural, con una alta concentración de proteínas, vitaminas y minerales y bajo contenido calórico”.
Además, investigaciones determinaron que su elevado contenido de fibra digestible tiene un efecto benéfico sobre la función intestinal, ayudando a prevenir constipación, meteorismo, cáncer de colon, diabetes y aumento del colesterol, entre otros.