Si no fuera por un pequeño gran detalle, el balance sobre la actividad porcina en la Argentina en 2022 sería casi un lujo, pues la producción de esa carne volvió a crecer 5%, como en los últimos veinte años traccionada por una mayor demanda interna. Esta mejoría de la producción fue resultado de un fuerte incremento de la productividad promedio por cerda: hay menos madres, pero son 9% más eficientes. El pequeño detalle es que hay menos cerdas porque también hay muchos menos pequeños productores que pueden sobrevivir en un negocio que parece expulsarlos más que cobijarlos. De un año a otro, se achicaron 18%.
Es otra gran chanchada argentina: como en otras actividades, la producción crece pero en menos manos, se concentra. En el caso de la actividad porcina, el resultante de este proceso es que en 2022 unos 470 productores chicos tuvieron que dejar la actividad y desprenderse de sus cerdas, ya que debido a su poca escala no pudieron enfrentar costos en alza y una rentabilidad acotada.
Hay un dato central: para quien deja el negocio es muy difícil retomarlo luego, ya que incorporar una cerca a la producción implica una inversión cercana a los 10 mil dólares.
Juan Uccelli, quien fuera presidente de la Asociación de Productores Porcinos durante mucho tiempo y ahora es el consultor de mayor fuste en el sector, marcó esta perplejidad en su balance 2022, que acaba de publicar. Luego de marcar que la faena de porcinos creció 4% y la producción de carne lo hizo casi 5% respecto de 2021 (gracias a una mejora de 700 gramos promedio por cabeza faenada), subrayó que pare el año pasado “tenemos nuevamente una importante caída en la cantidad de establecimientos chicos de 470 unidades (-18.3%)”.
Según datos oficiales analizados por Uccelli, en el país ahora quedan solamente casi 2.100 chacareros que se dedican a criar cerdos. Aportan en promedio 29 animales cada uno y suman apenas 720 mil capones por año, contra 4,2 millones de cabezas de casi 600 productores medianos y 4,5 millones de cabezas de las 82 empresas porcinas grandes, que en promedio faenan 1.700 cabezas cada una.
Con la caída de los pequeños, el experto marca un segundo dato, que “es que tenemos 10.000 cerdas menos” en el stock de madres. Según Uccelli, esta caída se puede atribuir a “los productores pequeños que se fueron del sistema”.
¿Cómo se explica entonces que la producción de carne haya crecido casi 5% en medio de esta sangría de productores? Por la mejora en el peso de faena promedio pero también porque -con mayor sanidad, alimentación y buena genética- el plantel de madres fue mucho más productivo que en 2012. Claro, la mayor cantidad de vientres están en manos de medianos y grandes productores porcinos, que tienen otras espaldas, mejores condiciones comerciales y pueden invertir en tecnologías.
Así las cosas, los pequeños productores son el 79% del total, pero tienen solo 17% del stock de cerdas y -al ser menos productivos- ofrecen al mercado solo 7% de la cantidad de capones faenados. En cambio, las grandes empresas presenten 3% de las unidades productivas, pero tienen el 39% de las madres y como acceden a tecnologías aportan casi la mitad del total de capones. O de la producción de carne.
Sumando a los productores medianos, el 21% de los establecimientos aporta el 93% de los capones. “Aún no podemos hablar de un sistema concentrado, especialmente por la importancia de los productores medianos, pero no hay duda que la ruta lamentablemente, si no hay cambios, lleva a ese destino”, reflexiona Uccelli.
¿Y por qué hubo 500 productores pequeños que no pudieron sostenerse en 2022? Justamente porque al tener menos productividad que los medianos y grandes, enfrentan un escenario de mayores costos y menores ingresos. En un contexto de rentabilidad muy ajustada, esta situación deja a los pequeños fuera de carrera. Es lo que ha venido sucediendo y en esto tiene mucho que ver los buenos precios de los granos, uno de los principales insumos del sector.
Los pequeños porcinocultores, por otro lado, tampoco tienen espalda financiera suficiente como para aguantar alteraciones muy fuertes en los márgenes brutos de la actividad. Es decir, no pueden sostenerse en pie si los periodos de pérdida son muy extensos. En un análisis de los últimos 21 años, el promedio de margen bruto en dólares por kilo da un valor de 0.26 dólares. Pero hubo once años por debajo de ese promedio y 10 por encima.
Desde este mirada histórica, la situación actual parece ser bastante ajustada, con los niveles de rentabilidad cayendo muy rápido. En esto tiene mucho que ver los costos que enfrentan los productores y que han subido en los últimos meses más rápido que sus ingresos. Uccelli apuntó: “La soja marcha en punta. Cabe destacar que el precio dólar soja de diciembre distorsionó aún más este
valor. Lo sigue el maíz y con ellos se forma la base alimenticia del cerdo, sacando como primera conclusión una suba muy importante en los costos”.
Todo este coctel no es para brindar. Por el contrario, se tradujo en la acelerada desaparición de pequeñas explotaciones porcinas, lo cual también tiene impacto en el empleo que se genera en el sector. “El razonamiento lógico de esta situación es que al irse del sistema pequeños productores, que son los que afectan más cantidad de operarios por cada 100 cerdas en producción, disminuye la mano de obra. Hace unos 10 años atrás la mano de obra del sector primario representaba más de 13.000 puestos de trabajo. Hoy igualmente sigue siendo el eslabón que más aporta a la cadena”, definió el trabajo. Hoy se contabilizan 8.838 personas trabajando en el sector primario.
Y todo en un sector que no para de crecer desde hace más de veinte años.
Son la reglas no escritas del mercado, no hay que ponerse a llorar o buscar culpables, a la larga así se forman los oligopolios y luego se transforman en monopolios, ocurre en el 90% de las actividades.
Un ejemplo muy claro lo podemos ver en la ciudades, donde se instala una verduleria grande la pequeñas de los alrededores desaparecen