La falta de dólares es un problema que se agrava cada vez más y que preocupa a todos los agentes económicos.
El único canal de ingreso de esas divisas es a través de la exportación, rubro en el que el sector agroindustrial hace punta representando cerca del 70% del total. Pero aún así es maltratado con políticas que restan competitividad a las empresas y que desalientan esos negocios.
Es en este contexto que la balanza comercial se achica. El analista Marcelo Elizondo señaló en conversación con Bichos de Campo que “en el primer semestre la balanza comercial dio un superávit de algo más de 3.000 millones de dólares”, considerado un numero bajo. “El año pasado la balanza comercial tuvo un superávit de 14 mil millones de dólares pero en este tendremos con suerte la mitad –entre 6.000 o 7.000 millones- porque crecen las importaciones y caen las ventas al extranjero”, indicó.
Así, la balanza comercial caería a la mitad y las pocas divisas de ese menguado saldo comercial alcanzan para poco en un país con compromisos de deudas y con una moneda que se devalúa cada día.
Según Elizondo, la reducción de la balanza comercial tiene que ver con diferentes cuestiones: “No tenemos un ingreso generoso de capitales, por el contrario hay salida de los mismos. No contamos con financiamiento, hay pocas empresas externas que invierten y las argentinas en el exterior no reenvían remesas”.
Pero eso es consecuencia de las políticas económicas. “Hay un problema de fondo. La Argentina tiene régimen cambiario que desalienta las inversiones, ya que los dólares que ingresan pasan por el Banco Central que los convierte a pesos, a un tipo de cambio que vale la mitad de lo que cotiza en el mercado. Esto desalienta la formalidad cambiaria e incentiva a los mercados paralelos”.
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Ese es uno de los grandes problemas, el desdoblamiento cambiario, pero la lista es más larga. “Hay una enorme cantidad de distorsiones, la tasa de interés negativa, controles de precios, controles a las exportaciones, cupos a las importaciones, distorsiones en tarifas públicas, todo esto genera los malos resultados económicos que padecemos”, detalló Elizondo.
Para el especialista, el problema radica en que en nuestro país “hay una concepción de que el poder político decide todo: cuánto gana cada uno, dónde debe producir, a qué precio se debe vender, cómo hay que financiarse”.
“Cuando el empresario no accede a las señales del mercado se pierde competitividad, productividad y producción de riqueza, ese es un problema sistémico”, agregó.
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Ese conjunto de intervenciones, que ya demostraron no ser la solución de nada sino la profundización de problemas, “desalientan la tasas de inversión extranjera y domésticas de los proveedores y exportadores que no creen en el país”.
Elizondo concluyó remarcando que el problema además de económico es social: “No se ha logrado hacer entender en terminos sociales, culturales y éticos el valor del trabajo y la importancia del sector productivo”.