Hay fuerte preocupación entre los exportadores de carne vacuna por la pérdida de competitividad del negocio.
Con el recambio de gobierno, se quitaron los cupos y las restricciones que había a la venta al extranjero de determinados cortes (los siete denominados “populares”, incluyendo el asado). Tampoco se exigió más al sector que aporte cortes para el mercado interno a precios subsidiados.
Además se mejoró la situación cambiaria, ya que se acortó la brecha entre el dólar de mercado y la divisa oficial, a la cual se liquidan las exportaciones. Para cobrar esos embarques rige una fórmula parecida a la del anterior gobierno: el 80% se hace al tipo de cambio oficial y el 20% en el Contado con Liquidación, lo que deja un valor promedio cercano a los de 850 pesos.
Pero persisten otros inconvenientes de larga data y que complican al negocio de la exportación de carne argentina. Por un lado es importante la suba de costos. A todo esto, los frigoríficos tienen que asumir los aumentos definidos en nuevas paritarias y además pagar mayores costos por la energía eléctrica que es necesaria para el procesamiento y almacenaje de la carne. También salen más caros los combustibles necesarios para el traslado de lo que se vende en el consumo interno.
Además siguen vigentes los derechos de exportación del 9%, que el gobierno de Javier Milei, masivamente votado por los productores, quiso llevar al 15% en la discusión de la ley ómnibus.
La otra cuestión tiene que ver con que esa suba de costos marcha a un ritmo y la devaluación a otro. La inflación es incesante y muy alta desde que arrancó la nueva gestión nacional. En diciembre fue de 25%, a eso se agregó un 20% de enero, y la de febrero que rondaría un porcentaje similar o algo menos, de entre 15 y 20%.
Esto se combina con el retraso del tipo de cambio, ya que la devaluación de los libertarios sigue siendo controlada y marcha a un ritmo mucho más lento que la suba de precios de la economía, lo que genera a su vez inflación en dólares.
En este contexto, lo que no aumenta es el precio de la hacienda en pesos, al menos de no de modo importante, algo que afecta a los ganaderos. Pero sí se encarece la materia prima para los frigoríficos, lo que complica más la ecuación del negocio y la competitividad exportadora.
Es decir que sucede casi lo mismo que en las gestiones kirchneristas, en las cuales se dio la combinación de inflación alta que marchaba a un ritmo mayor que la evolución del tipo de cambio.
En diciembre el precio del novillo era de 2900 pesos por kilo en gancho y actualmente es de 3400 pesos. La mejora fue de solo 15% contra una inflación que acumula cerca del 80%, contando la acumulación de diciembre, enero y febrero. En definitiva, el productor perdió valor y sus ingresos se redujeron.
Pero también se complicó la cuestión para la industria ya que en diciembre el novillo lo pagaron 3,75 dólares en gancho y hoy tiene un costo de al menos 4 dólares.
Esto convierte a la materia prima en la más cara del Cono Sur por lejos. En Brasil la hacienda se paga en el promedio de sus diferentes mercados en 3,20 dólares en gancho, y en Uruguay a 3,50 dólares, lo que vuelve más competitivos a las empresas de esos países que además cuentan con políticas oficiales a favor de la exportación y el desarrollo de la producción de carne.