Verano del 2024. Muchos festejan que los diputados se vean obligados a trabajar en temporada de vacaciones, aunque la feria judicial sigue inamovible, salvo para algún juzgado que acepta atender los múltiples amparos que llegan por algunos de los escenarios violentados por el presidente Javier Milei, ya sea en el DNU previo, ya sea en la Ley Bases para cambiar de cuajo la Argentina para que nada cambie.
Los diputados trabajan, o hacen que trabajan: trabajan de diputados rengos. Es decir, discuten. Pero discuten en torno a una ley que no han escrito ellos, y que tampoco han tenido tiempo de estudiar. Imposible aprender sobre semejante cantidad de temas, aunque estemos recostados en una reposera frente al mar. Todos lo saben y nadie se avergüenza, el proyecto de ley ómnibus ha sido escrito (o mejor dicho, recopilado) por un economista que ni siquiera es funcionario del nuevo gobierno. Corte y pegue. Pegue y pegue. Hay que aprovechar la patada inicial de un gobierno que ha ganado un balotaje, pero que no ha ganado demasiado, porque peleaba contra “el peor gobierno de la historia”. Meté este artículo. Incorporemos este otro. esperá que llaman los de las petroleras, o los de las semilleras. Seguramente algunos pesos tiraron todos ellos para la campaña.
El núcleo duro de la ley, que termina siendo un compilado de lobbies, ideas disparatadas y hasta groseros negociados, pasa por dos aspectos. El primero es que se acepte que el país está en emergencia, una fórmula gastada, utilizada por los políticos de todos los signos, pero básicamente por los kirchneristas. Si se aprobara, por lo tanto, el economista libertario Javier Milei, consagrado presidente en diciembre, tiene derecho a tener las mismas prerrogativas que tuvieron sus antecesores: la emergencia otorga derechos, básicamente el derecho de cagarse en la pesada burocracia de tener que someter algunas decisiones al Congreso, como marca la Constitución.
La emergencia es igual a todos los fideicomisos que plantea voltear el propio Milei en la mismísima ley Bases: se usan para gastar la plata del Estado sin tener que rendir tantas cuentas ni esperar aprobaciones. Todo suena raro: Milei quiere con la ley el atajo de la emergencia, pero deplora estos fideicomisos.
El segundo aspecto central de la ley es la necesidad de hacer caja, que le plantea al presidente su ministro de Economía, Luis Caputo. El objetivo aquí es llegar al déficit cero, y para eso se necesita no solo eliminar subsidios, subir tarifas, despedir empleados, sino sobre todo aumentar algunos impuestos. En el campo se intenta un nuevo manotazo subiendo retenciones, para que los chacareros paguen 9.500 millones de dólares en vez de los 8.000 millones que están aportando con las condiciones dejadas por el kirchnerismo: los peajes son de 33% en soja, 12% en cereales, 9% en carnes y de 0% en la mayoría de las economías regionales. Aún así, quieren subirlos.
Vamos al Congreso, a trabajar muchachos que se acaba el mundo. A diferencia de Cristina Kirchner, e incluso a diferencia del propio Mauricio Macri, su silencioso aliado, Milei no tiene mayorías propias y entonces no puede imponer. Ese solo hecho, no poder imponer, desbarata todos los planes, las cosas serán distintas. Ese dato lo obliga a jugar fuerte, a invocar la voluntad del pueblo, que nadie sabe cuál es salvo por la decisión de dar vuelta una página.
Que no tenga mayoría el presidente es un hecho significativo. Que además el cambio haya posicionado a una camada de gobernadores jóvenes, que tienen que mostrarse diferentes de sus mayores que fueron sumisos, es otro condimento indisimulable. ¡Qué bueno! Llegó el momento de sacar del arcón de los recuerdos aquello de hacer política, no como el arte de obedecer sino como el arte de lograr consensos. Ya tuvimos demasiado chupacabras y los resultados fueron los que tenemos.
Llegó el momento de laburar, como los albañiles, en días calurosos.
Sucedió entonces lo imprevisible en este verano de 2024. Las cosas salieron mal para el Presidente, que en vez de conciliar posiciones se decidió por la peor lógica del kirchnerismo, que era acusar de cualquier cosa a los que estaban en contra y entorpecían sus planes. Diputados coimeros. Productores insolidarios. Cristina decía que los productores que no querían compartir la renta extraordinaria de la soja en 2008, mediante la resolución 125, eran “piquetes de la abundancia”. Por suerte Milei calló cuando le tocó enfrentar ese debate. Hubiera dicho cualquier barbaridad de los chacareros que le impidieron salirse con la suya.
Los chacareros, o sus flacas representatividades en la Mesa de Enlace, o en Came, o en el Consejo Agroindustrial Argentino, dijeron ante los diputados que el horno agropecuario no estaba para bollos luego de la peor sequía de la historia. Entonces se cayeron esas retenciones, como se cayeron otra serie de pretensiones de mayor presión fiscal. No da, Milei sabe que no da, lo ha dicho mil veces en campaña y sin embargo redobla la presión para que los argentinos de a pie paguen más impuestos de los que pagaban en diciembre. No da. Y el paquete fiscal de la ley pedorra, sin posibilidad de ser aprobado, se cae solito.
El presidente libertario se fastidia con sus propios negociadores, e incluso con sus aliados, como el diputado Miguel Ángel Pichetto, que pide que “no aplaudan pelotudos” porque la ley Bases va camino directo hacia el fracaso. Es que el pecado es original. La ley es malísima, se va deshaciendo como una mandarina podrida en la que uno desecha gajos pensando encontrar quizás alguno sano, que no aparece.
Se discute todo, porque todo tiene un lobby detrás, inocultable. La adhesión UPOV 91 tiene el indisimulable sello de las corporaciones semilleras. El capítulo de biocombustibles esconde los intereses primero de las petroleras que deben cortar hidrocarburos, y luego de las grandes aceiteras que se ilusionan con participar de ese corte para el mercado interno, que hoy tienen prohibido.
Todo es así, tiene olor a escondido, que es el punto previo a lo podrido. Nos entretuvieron todo un verano discutiendo sobre puros negociados de la gente más rica de este país, mientras la salud del pueblo se iba deshaciendo en fortísimas subas de los alimentos, decadencia del sistema de salud, en pensar cómo comprar los útiles cuando en marzo comience la escuela, eso si empieza, porque lo más probable es que los docentes se nieguen a trabajar, esta vez con razón porque sus salarios estatales quedarán pulverizados.
Y sin embargo Milei, el economista mediático que tiene el pelo tan desordenado como sus idea, se hace dueño de la voluntad popular y acusa a los legisladores que ser parte de una casta. Nadie duda que eso sea posible. Lo que está seriamente en discusión es que él mismo no lo sea. De hecho, en lo peor de la negociación llamó al rey de los lobbistas para que juegue en su equipo. En la Ñata todos festejan “los goles de Pichichi que ya van a llegar”.
Los legisladores, empero, siguieron trabajando en aquel verano de 2024, e interactuaban con sus gobernadores, que era algo que todos le reclamábamos frente a los sucesivas embates del kirchnerismo. Federalismo, la pucha. Que los diputados representen a la gente que los votó en cada una de las provincias.
Pero había que seguir trabajando. Caído el componente fiscal, quedaba el capítulo político de la ley ómnibus y sobrevivían algunos curros evidentes.
Iban corriendo los días. ¡La reforma en Pesca, afuera!. Nunca antes el sector pesquero había sido monolítico como ahora, cuando lo reunió el mamarracho libertario. ¡La adhesión a la UPOV 91, afuera! Nunca antes había sido tan visible el sometimiento de un secretario de Agricultura a los influjos de la industria semillera. ¡La reforma en biocombustibles, afuera! No da cambiar un régimen de promoción de la noche a la mañana, sobre todo en el mismo sentido en que había legislado la mayoría automática del kirchnerismo en 2021, cuando Máximo Kirchner hacía una ley a favor de los intereses de sus amigos de YPF.
La ley ómnibus, a esta altura, era una fruta podrida, que nos entretuvo todo el verano.
Los gobernadores y diputados, la casta política, “los coimeros” según el Presidente probo e impoluto, que es el mismo que vendía candidaturas en sus listas, seguían trabajando. Y nosotros periodistas a la par de ellos. Y los noticieros llenaban las horas con estos debates inconducentes. La gente sufría el ajuste, pero estaba entretenida.
Llegó el momento de votar el segundo gran eje de la ley de verdad, que era la delegación de facultades al presidente en medio de la emergencia. Frente a la imposibilidad de entender lo que quería su propio gran conductor, que primero decía que no iba a negociar nada y luego negociaba, los negociadores de Milei estaba más perdidos que turcos en la neblina. Y sin balizas.
La ley de porquería se aprobó en general casi por cortesía. Pero los políticos de la casta se habían envalentonado, los gobernadores se sentían importantes, los legisladores habían comenzado a hacer lo que debían hacer (escribir o reescribir leyes) y hasta los dirigentes rurales se entusiasmaban con este retorno del debate democrático, impensado desde hace veinte años.
¿El monstruo había despertado un monstruo? ¿Una ley de mierda, repleta de negociados, había despertado la necesidad de hacer leyes sensatas?
Finalmente esta tarde fracasó la Ley Bases y todo volvió a fojas cero: el oficialismo, o mejor dicho el gobierno, se retiró del recinto de votaciones cuando la mayoría de los diputados finalmente habían aprendido a hacer lo que tenían que hacer (porque para eso le pagamos y porque eso es lo que quiso Milei que sucediera) y comenzaban a votar en contra cada uno de los artículos de una ley de morondanga, que simplemente a esa altura solamente pretendía otorgar a un Presidente Libertario los mismos poderes que tenían Cristina o Néstor o Mauricio o cualquiera de los políticos que nos han gobernado en los últimos veinte años. Los que nos trajeron hasta acá.
Siempre en emergencia. La emergencia justifica no hablar, imponer las cosas a la fuerza.
No vamos a ser ingenuos. No vamos a creer que finalmente el Congreso maduró y que de ahora en adelante los diputados se pondrán a trabajar en serio, escribiendo sus propias leyes sin esperar que sea el Ejecutivo quien se las mande escritas. No nos comemos los mocos.
En todo caso, lo sucedido es una buena lección para Milei y también para los legisladores. Al presidente le enseñó que será difícil congeniar, y mucho menos imponer, leyes mal escritas, en los despachos de los abogados de las grandes empresas. Eso está muy bueno. Si Milei logra digerir ese aprendizaje, lo que viene será muy bueno. Y si no vendrán meses de mierda. Y todos tendremos que trabajar también intensamente en otoño, y en invierno…
A los legisladores les enseñó este episodio que no resulta tan difícil trabajar en verano, y mucho menos que no es tan difícil trabajar en serio. Incluso resulta gratificante cuando uno hace lo que le gusta hacer, lo que se debe, que es desplegar el arte de la negociación y la conciliación, cediendo y ganando al mismo tiempo.
Los lobbies que llenaron de artículos una ley que se resumía a dos cosas importantes, obtener recursos vía mayor presión fiscal y algo de crédito político para hacer reformas, ya fueron claramente identificados durante este debate legislativo. Ahora redactar las leyes será mucho más sencillo, sacando esos negociados que venían escondidos. La gente necesita eso, previsibilidad y consenso, salir de la lógica entre amigo y enemigo.
La gente no necesitaba las leyes que pretendía Milei. Solo Milei las necesitaba para obtener los mismos resortes que manejaba Cristina.
Mientras tanto, las cosas siguen como estaban hasta ahora. Y a pesar del trabajo, resultó éste un verano perdido.
Las retenciones siguen en niveles extremadamente altos, continúan las importaciones encareciéndose por un impuesto que penaliza los insumos, las semillas continúan sin pagar regalías, la sequía sigue porque las tormentas pasan de largo en muchas zonas, los políticos pedorros que inventan cosechas récord están a la orden del día. Sigue sin haber crédito y los precios siguen subiendo cada día, tanto como se cae el consumo. Siguen los políticos discutiendo cosas que solo les interesan a ellos y a los empresarios que les ejercen influencias.
Y la Secretaría de Agricultura sigue como área decorativa, sin ser ni siquiera oída.
Los diputados trabajaron este verano 2024. Eso ya es mucho. Lo quería Milei y lo obtuvo. Quizás a partir de esto puedan empezar a cambiarse tantas cosas que necesitan ser modificadas.
Excelente artículo Matias, VERANO 24,….Saludos.